UD 4- EL ARTE CRISTIANO DEL S. V AL S. XI

EL ARTE CRISTIANO DEL S. V AL S. XI 

Santa María del Naraco, Oviedo, Asturias
Esta unidad se trata de manera amplia. Está dividida en cuatro grandes bloques: 
ARTE PALEOCRISTIANO 
ARTE BIZANTINO 
ARTE BÁRBARO
ARTE PRERROMÁNICO
Cada bloque esta subdividido en distintos apartados, donde se explica su historia, cronología, regionalización, arquitectura, escultura, pintura etc. 

EL ARTE PALEOCRISTIANO

Curación de la hemorroísa. Fresco de las catacumbas de Roma.

El arte paleocristiano está vinculado directamente a las formas estéticas paganas y profanas pero con el añadido de un sentido religioso cristiano. Este proceso de cambio fue anterior a la victoria del cristianismo ya que desde finales del siglo II ya se advierte el abandono del modelo helenístico a lo largo de una compleja crisis política, económica, social y cultural, de la que nace un arte plebeyo, popular, cuyos rasgos oficializará Constantino al convertirlos también en el estilo imperial.

La espiritualización del arte es su fundamento ideológico. El neoplatonismo de Plotino (siglo III) influye en las teorías tanto de los artistas paganos como de los cristianos y determinará el pensamiento estético de la Patrística.
Son sus fundamentos: la asimilación de la Idea al Dios único, la emanación de la verdadera belleza desde este (lo bello es reflejo de Dios), la superioridad de la belleza de las ideas sobre la belleza natural, el gusto por la luz y el brillo, la búsqueda de la proporción y la utilidad, el simbolismo de las imágenes (primando el contenido sobre la forma).

El arte copto es el producido en Egipto en la misma época y también muy posteriormente, Tiene unas características comunes con el arte paleocristiano y otras que le son propias, por lo que muchos académicos le incluyen en el conjunto del arte paleocristiano pero otros le otorgan una identidad distinta aunque reconocen las grandes afinidades,

PERIODIZACIÓN.

El arte paleocristiano o cristiano primitivo se desarrolló desde el siglo III hasta el siglo V, cuando  se crean los reinos germánicos de Occidente y en Oriente comienza la forja del arte bizantino. Para algunos autores se extiende incluso hasta el siglo VI en España y el norte de África, mientras que en Oriente se extendería hasta que dio paso a las formas bizantinas en la época de Justiniano (emperador en 527-565), a mediados del siglo VI, según las tesis de André Grabar y otros autores.

Sus dos periodos básicos, a su vez divididos en etapas generalmente asociadas a los reinados de los emperadores, son el paleocristiano clandestino o inicial o protocristiano, que dura desde finales del siglo II hasta el año 313, y el paleocristiano triunfante o posterior, que se desarrolla entre el 313 y el 476, aunque es de dudosa cronología final pues perdura en muchos lugares hasta el mismo siglo VIII.

LAS PRIMERAS OBRAS Y LA ICONOGRAFIA.

Las primeras obras conservadas de arte cristiano son los frescos de las catacumbas de Roma (finales del siglo II), con símbolos y ciclos iconográficos esotéricos, como las imágenes del Buen Pastor, la Orante, Historia de Jonás (tres escenas), Daniel en el foso de los leones, Noé (Antiguo Testamento o AT), Resurrección de Lázaro y Bodas de Caná (Nuevo Testamento o NT). El ciclo histórico del AT aparecerá primero en el mundo hebreo (el mejor ejemplos es la sinagoga de Dura Europos) y luego en pinturas, mosaicos y relieves de sarcófagos cristianos.

PINTURA.

Entre las pinturas más antiguas destacan en el siglo II el hipogeo de los Fabios, la cripta de Ampliato en Domitila y la capella greca de Priscila.

En el siglo III tenemos las catacumbas de Calixto, de Lucina, las cabezas de los apóstoles de la tumba de los Aureli (en Via Manzoni, h. 240), la Orante del cubículo de la velatio de Priscila y la Orante de San Calixto.

En el siglo IV descuellan los frescos de las catacumbas de Via Latina, alternando temas cristianos y paganos (Hércules, Gea). La Iglesia triunfante se expresa en otros temas iconográficos, como la traditio legis, Cristo triunfante entre los Apóstoles y el Cordero Místico (catacumbas de Pietro y Marcelino).

En el siglo V las catacumbas napolitanas de San Genaro dei Poveri cierran el ciclo pictórico paleocristiano.

MOSAICO.

La arquitectura se acompaña con decoración pictórica y sobre todo los mosaicos.

En el siglo III de la época de Constantino aparecen los mosaicos de Santa Constanza de Roma (temas profanos y cristianos) y de la cúpula de Centcelles en Tarragona.

De la segunda mitad del siglo IV hay ejemplos en Milán (octogono de San Aquilino) y Salónica (ábside de Osios David, el conjunto teodosiano de San Jorge).

En el siglo V destacan los mosaicos de Santa Pudenciana de Roma (401-417) y Santa María la Mayor de Roma, que tienen amplios ciclos históricos, como el mausoleo de Gala Placidia de Ravena, donde también destacan las obras en el famoso baptisterio de los Ortodoxos de Ravena (influido por los de Salónica), a los que seguirán los mosaicos de época ostrogoda de San Apolinar el Nuevo (en gran parte sustituidos poco después por unos bizantinos), y los ya bizantinos de San Apolinar in Classe y de San Vitale.

ESCULTURA.

La escultura apenas se desarrolla, desde unos inicios inspirados en las formas paganas. Sus mejores obras se centran en los sarcófagos, coetáneos de la pintura de catacumbas, de la que cogen la iconografía funeraria. El tipo característico de sarcófago es el estrigilado, esto es decorado con estrígiles, acanalamientos que describen curvas en forma de S.

Hay dos variantes: de friso sencillo y de friso doble. Se deja espacio en el centro para una cartela, que evoluciona en su iconografía. Al principio en ella figura la inscripción, el crismón (lábaro con la cruz y el monógrama de Cristo, las dos primeras letras de su nombre en griego) u otro símbolo cristiano, con una iconografía que es la misma de la pintura, al principio con una tradición bucólica pagana, con el Buen Pastor y la Orante como primeros símbolos, luego temas como el de Jonás, del pedagogo (Cristo maestro en las imágenes antiguas de filósofo helenístico), de escenas del AT y NT, típicas de mediados del siglo IV, y siguen temas de la Pasión y la traditio legis, de época teodosiana, imagen de la Iglesia triunfante. Si tienen las figuras de los difuntos en el centro, el clipeum, se la llama imago clipeata. En los extremos solía representarse un relieve de tema cristiano (Buen Pastor, Orantes...) u ornamental (elementos arquitectónicos).

Hay tres grupos de sarcófagos historiados en el siglo IV y dos grupos a finales del siglo IV y en el V:

-Friso único con mezcla de escenas (antes o c. 313), con el Sarcó­fago de Jonás.
-Friso continuo a dos bandas con es­ce­nas más orde­nadas (c. 313-c. 330), con el Sar­cófago Teo­lógico (o Dogmá­ti­co).
-De nichos (después de 350), con una o dos bandas, con el Sarcó­fago de Junio Basso (359).
-Teodosiano (desde el 379), con hileras de perso­najes y escul­pido por entero, con el zócalo del Trono de San Ambro­sio de Mi­lán.
.Ravenés (450-500), con tapas abovedadas esculpidas, crismones y anima­les enfrenta­dos­.

ARQUITECTURA.

Los antecedentes los encontramos en las catacumbas, las cellae memoriae (para las reliquias), y los tituli o domus ecclesiae para las ceremonias dominicales.

La arquitectura se desarrolla libremente después del edicto de 313 de Constantino proclamando la libertad religiosa, apoyada después por el activo mecenazgo de la familia imperial. La tipología de los templos es simple, con solo dos formas, la basilical y la martirial.

La forma basilical tiene dos tipos: el itálico o romano y el oriental del norte de Siria.

La basílica romana.
El tipo romano tradicional, con un gran desarrollo posterior, tiene un templo de tres naves con ábside posterior, saliente y visible en el exterior, cubierta a doble vertiente, con las bóvedas típicas de la tradición romana imperial. Las naves están separadas por columnas y arcos (en Occidente) y por columnas adinteladas (en Oriente). Algunas veces tienen doble hilada superpuesta de columnas (Leptis Magna y basílica Ulpia de Roma). Hay variantes formales:

- Las basílicas de cinco naves que Constantino construyó en Roma: San Pedro del Vaticano y San Juan de Letrán.

- Las basílicas con un gran atrio dotado de cuatripórtico: San Pedro del Vaticano, y San Pablo Extramuros en Roma.

- Las basílicas con un deambulatorio periférico alrededor del ábside, para los pe­regrinos: San Sebastián en Roma.

- Las basílicas con un nártex para catecúmenos: Santa Sabina en Roma y San Vitale en Ravena.

. Las basílicas con un transepto: San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, San Pedro in vincoli y San Pablo Extramuros. Es un elemento muy importante que pasa desde Occidente a Oriente: San Demetrio de Salónica, Filipos A. de Macedonia, Nicópolis.
Los edificios más antiguos son las iglesias constantinianas de Santa Tecla de Milán y San Juan de Letrán (un poco posterior). El Liber Pontificalis atribuye a Constantino las igle­sias de San Juan de Letrán (sobre el antiguo palacio imperial, 312-319), San Pedro del Vaticano (324-330), Santa Cruz, Santos Pedro y Marcelino (en Via Lavicana, con el mausoleo de Santa Helena, de planta octogonal), Santa Inés (en Via Nomentana) construido junto a la iglesia de Santa Constanza.

La basílica oriental.
Se desarrolla en el norte de Siria en época postconstantinea. Se caracteriza por templos de naves de tres naves con cabecera tripartita, con presbiterio flanqueado por dos pastoforios (prothesis y diaconicon), de forma que el ábside no se muestra en el exterior. Este tipo continúa una tradición helenística de planta de los tychia (el tychaion de Es-Sanamein) y se difunde por el sur de Siria, Egipto (San Menas), África y España.

En Milán se mantiene la tradición romana, con el conjunto octogonal de San Lorenzo (355-372), los baptisterios octogonales (Santa Tecla), que influye en muchos otros: Como, Riva, San Vitale, Novara, Albenga, Fréjus, Marsella, Aix-en-Provence, Riez, Nevers, Barcelona, Tarrasa.

 En Roma, desde finales del siglo IV y durante el V, se desarrollan los tipos anteriores, con la perfecta basílica de San Pablo Extramuros, Santa Sabina del Aventino (422-432) y Santa María la Mayor (352-366), modificada en tiempos de Sixto III (432-440) para añadir los bellos mosaicos. El mismo Sixto III construyó el baptisterio de San Juan de Letrán, con deambulatorio abovedado, como la anterior Santa Constanza.

 En la capital, Ravena, que sucede a Roma como principal centro político y artístico desde el siglo V y hasta el siglo VIII, se emprenden grandes construcciones: los mausoleos de Gala Placidia y Teodorico, y posteriormente la basílica ostrogoda de San Apolinar el Nuevo (505) y ya de la época del obispo Maximiano y su emperador Justiniano, la basílica bizantina de San Apolinar in Classe (547) y la iglesia excepcional por su planta centralizada de San Vitale (547).
La iglesia martirial de planta centralizada.
Los templos de planta centralizada aparecen para cumplir los ritos alrededor de una tumba o reliquia y siguen la tipología de los conocidos tholoi grecorromanos y se inspiran, a menor escala, en el Panteón de Roma.
En Occidente la iglesia de Santa Constanza en Roma antes era el bellísimo mausoleo de la hija  del primer emperador cristiano, Constantino. Destaca por su planta circular con bóveda anular sostenida por 12 columnas y decorada con bellos mosaicos de tema profano y religioso).

En Oriente el programa es parecido. En Palestina, después de la peregrinación de Santa Helena (326) se crean los templos de planta central, los martyria. A la iglesia de la Natividad de Belén (h. 333), de estructura basilical alargada, se le añade una gran cabecera octogonal flanqueada por pastoforios. El edificio más importante es el martyrium de Cristo, o anastasis del Gólgota, encima de la tumba del Señor, de tipo circular sepulcral (como Santa Inés o Santa Constanza de Roma), que fue prototipo (mediante las peregrinaciones) de muchas iglesias medievales. Este modelo continúa la tradición de las grandes sepulturas imperiales (Diocleciano en Spalato, o la Centcelles en Tarragona) y aparecerá en los edificios bautismales, a través de Milán (asimilado al simbolismo cristiano ambrosiano de la resurrección del número 8).

ARTE BIZANTINO

INTRODUCCIÓN.

Bizancio: un puente entre las culturas antigua y medieval.

El arte bizantino se extendió por el territorio del Imperio Bizantino entre los siglos V y XV. Adquirió sus principales características a partir del emperador Teodosio II en el siglo V y finalmente se independizó del arte paleocristiano en la época del emperador Justiniano, a mediados del siglo VI.

Fundamentos del arte bizantino.

El arte se desarrolló en el contexto de un estado teocrático en lo religioso, y muy conservador en la política, la economía y la cultura, por lo que perduró con pocos cambios hasta su final en 1453. El gusto artístico fue profundamente afectado por el rigorismo del cristianismo ortodoxo oriental y por el determinante poder imperial, como lo prueba la crisis iconoclasta (726-843), cuando muchas imágenes fueron destruidas por una reacción religiosa que contó con el apoyo imperial.

La influencia bizantina en Europa.

El arte bizantino fue muy influyente durante la Edad Media, tanto en Oriente, como revela el arte copto egipcio, el primer arte islámico, el arte de los países balcánicos y de Rusia, así como en Occidente, sobre todo a través de Italia.

El proceso se inició con el imperio de Constantino a principios del siglo IV cuando se quiso convertir la ciudad de Bizancio en la nueva capital imperial, una nueva Roma pero oriental, rebautizándola como Constantinopla y con un urbanismo y edificios monumentales al nivel de su nuevo papel político, con el trabajo de los excelentes constructores y artesanos de Asia Menor y materiales ricos como el preciado mármol de la isla de Proconessos, en el Mar de Mármara.

El esfuerzo prosiguió con los emperadores siguientes, con obras colosales como el acueducto de Valente, hacia el 370.

ARQUITECTURA.

Bizancio fue embellecida con nuevas obras por Arcadio (395-408), que inició el gran foro imperial, y Teodosio II (408-450), que amplió y amuralló la ciudad, reconstruyó el Palacio Imperial decorándolo con mosaicos helenísticos, y reedificó la iglesia principal dedicada a la Sabiduría Divina (Santa Sofía), que había sido construida por Constantino pero que había padecido un incendio en la época de Arcadio, quedando hoy solo de ella algunos restos del pórtico.

Las construcciones religiosas eran entonces de dos tipos: la iglesia de planta basilical —que más tarde evolucionará hacia un compromiso entre la planta basilical y la centralizada— y la martyria de planta centralizada.

La iglesia de planta basilical comprende tres naves precedidas de atrio y nártex, con unas escaleras que conducen a las tribunas laterales del interior (con la función de ser gineceos, sitios reservados para las mujeres), con un ábside que con frecuencia está flanqueado por dos cámaras o pastoforios: la prótesis a la izquierda del sacerdote y el diaconicón a la derecha. El presbiterios está separado de las naves por la iconostasis, un muro relativamente abierto en cuyo intercolumnio sobre plúteos de mármol se corrían velos o cortinas durante ciertos momentos de la misa, una división ritual que desapareció en Occidente a partir del siglo XI, pero que se mantiene en Oriente aunque ahora mediante la exposición de unos iconos colgados en el intercolumnio.

Los mejores ejemplos de las primeras iglesias bizantinas de planta basilical son:

-·La basílica de San Juan en Studion, cerca de Bizancio, que cuenta con gruesos muros de aparejo mixto (mampostería y ladrillo), una separación de las naves mediante columnas de pórfido con basas y capiteles de mármol de orden corintio, que sustentan un arquitrabe cuyos dinteles marmóreos están ricamente labrados.

-La basílica de San Demetrio en Salónica, que muestra columnas de pórfido y unas series de arcos cintrados. Ha sido restaurada varias veces, la última en 1917, por lo que no es segura su forma original.

-La basílica de Damasco, de la que destacan las grandes proporciones y los monumentales pilares. Fue transformada posteriormente en la Gran Mezquita de la ciudad, de forma que solo queda parte de la estructura interior.

-Los templos de los monasterios sirios, de estructuras muy sólidas (para prevenir los frecuentes terremotos) gracias a sus sillares grandes y regulares, las bóvedas y los arcos cintrados y moldurados, y un nártex reducido y compacto, con una puerta cuadrada. A veces incluían un martyria para el fundador.

Los martyria son santuarios dedicados a la veneración del sepulcro de un santo o una reliquia sagrada. Su planta generalmente es de cruz griega, aunque abunda el cuadrado y el octógono. Cuenta con dobles hileras de columnas que convergen en el espacio central, cuya forma de cubo está cubierta con una cúpula y de tejas o placas metálicas. Al respecto hay que señalar que el mausoleo de Gala Placidia en Ravena no es bizantino ni por su temprana época (mediados del siglo V) ni por sus mosaicos, muy del gusto paleocristiano romano.

La gran cúpula en las plantas centralizadas se generalizó en Bizancio y en Asia Menor. Un ejemplo es la iglesia de los santos Sergio y Baco, un martyria con cúpula segmentada que cobija el octógono central, en el que se alternan nichos oblongos y semicirculares. Otro ejemplo es Santa Irene (Santa Paz), que tiene una cúpula en cuyo tambor se abren ventanas y grandes arcos laterales con ventanas para la iluminación interior.

Fue en el siglo VI cuando los arquitectos bizantinos resolvieron el problema de sustentar una cúpula sobre un edificio cuadrado, al disponer cuatro arcos en los muros principales de sustentación, con el objetivo de que los trapecios curvilíneos, las pechinas, que quedan entre el anillo de la cúpula y los arcos descargasen los empujes del peso de la cúpula.

La decoración de las iglesias se resolvió mediante la utilización de mármoles y otras piedras multicolores en el revestimiento de los muros, arcos y columnas decoradas con capiteles bizantinos calados al trépano y con temas vegetales muy entrelazados, y mosaicos de figuras.
El mayor monumento que ha pervivido es la basílica justiniana de Santa Sofía, edificada (532-537) después del incendio en 532 del edificio anterior, que había sido a su vez edificado sobre otro más antiguo también incendiado. Sus arquitectos son Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Combina las plantas de basílica y martyria. Tiene una amplia área central (33 metros de anchura), un altísimo espacio cúbico con dos exedras en los extremos de su eje, desde la entrada en el nártex hasta el ábside. En el centro destaca la gran cúpula con una hilera de ventanas en su parte baja, que se asienta sobre cuatro enormes pechinas, dos exedras menores y dos inmensos arcos laterales, perforados a su vez con hileras de ventanas cuadradas en su parte alta, y que cobijan galerías en su planta superior y en las naves inferiores. La cúpula se derrumbó en 558 por un terremoto y en 562 la reconstruyó un sobrino homónimo de Isidoro de Mileto, que reforzó el templo con robustos y salientes contrafuertes.

El templo es precedido por un amplio atrio y un colosal nártex, y está decorado con placas de mármoles policromos, puertas de bronce, columnas de pórfido con capiteles de mármol blanco del tipo prismático con adornos de hojarasca labrada al trépano de origen teodosiano, o con caprichosos recamados. Los mosaicos que han pervivido son posteriores a los de la época de Justiniano, destruidos por los iconoclastas, y son de los mejores ejemplos del mosaico bizantino posterior.

Los templos de Rávena, capital del Imperio Romano de Occidente ya en el siglo V, del reino ostrogodo y después de la provincia bizantina de Italia, se inspiraron en modelos bizantinos ya en época del rey ostrogodo Teodorico y después de la conquista bizantina de la ciudad en 540, bajo el obispado de San Maximino, se construyeron dos monumentos extraordinarios en ladrillo:

-La basílica de San Apolinar in Classe (el puerto de la ciudad), con un gran ábside adornado con mosaicos.
-La iglesia de San Vitale de Ravena, con los dos mejores mosaicos del arte bizantino, los dedicados al emperador Justiniano y su esposa Teodora.

La crisis del siglo VII, motivada por la crisis económica posterior a las conquistas de Justiniano como consecuencia de sus grandes gastos militares, y por las grandes guerras con el naciente Islam, que se apoderó de los territorios desde Siria al norte de África, repercutió en la arquitectura reduciendo el número y la monumentalidad de las obras, así como el empleo de materiales nobles en los edificios, como demuestra que las columnas de la gran cisterna de Yerebatan Saray son reutilizadas, mientras que las de la muy anterior cisterna teodosiana de las Mil y Una Columnas eran nuevas.

La arquitectura religiosa se transformó.

Comenzamos a verlo en Santa Sofía de Salónica, del siglo VIII, con cúpula de ladrillo, naves abovedadas y ábside de tres capillas.

Desde el siglo IX las iglesias son de cruz griega, con los brazos cubiertos de bóveda de cañón; la cúpula surge sobre un alto tambor cilíndrico o forma un lucernario poliédrico con columnitas adosadas, apoyada en cuatro pilastras o, en edificios pequeños, sobre cuatro columnas unidas por arcos. Destaca la Pequeña Metrópoli de Atenas, del siglo XI, con placas esculpidas anteriormente, que adornan la pequeña fachada de piedra.

En los templos mayores hay cúpulas en los extremos de los brazos y en el nártex: la iglesia de los Santos Teodoros en Atenas, con nártex abierto en arcos; la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla (derribada en el siglo XV, que fue modelo de la catedral de San Marcos de Venecia); la iglesia monástica de Dafni, famosa por sus bellos mosaicos.

Tras la crisis de la invasión selyuqí y las Cruzadas en los siglos XIII y XIV se vivió un breve renacimiento con los emperadores Paleólogos en la segunda mitad del siglo XIV. Destaca la Paregoretissa (o Consoladora) y las siete pequeñas iglesias de Mistra (Morea), construidas en ladrillo, con adornos de posible influencia gótica. Los templos mayores ganan verticalidad en el ábside y en su parte central, con un aspecto monumental, con formas piramidales, que se transmitirá a la arquitectura monástica serbia, como muestra la iglesia conventual de Gravánica.

El periodo paleólogo es de una refinada decadencia en sus exteriores polícromos, que tenían un antecedente en el Palacio Imperial de las Blachérnai (hoy Tefki Saray, en ruinas), y destacan tres templos:

-La iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica (1315).

-La iglesia de la Chora (hoy mezquita Karye Camii), financiada por Teodoro Metochites, el logoteta (tesorero) del emperador Andrónico II, muy admirada por sus preciosos mosaicos (probablemente los mejores del último periodo bizantino) y sus pinturas murales.

-La iglesia de Theotókos Pammakáristos (Madre de Dios Bienaventurada, hoy mezquita Fetiye Camii), construida hacia 1300.

ICONOGRAFÍA.

El arte bizantino representó los temas religiosos mediante mosaicos, tablas de marfil y pequeñas tablas pintadas, conocidas como iconos. La furia iconoclasta, muy intensa en el siglo VIII, suprimió las representaciones figuradas de la Divinidad, simbolizada entonces mejor por la Hetimasía, que consistía en el Trono de Dios con un texto sacro. Desde mediados del siglo IX y definitivamente desde el XI, reaparecieron los mosaicos, marfiles e iconos.

PINTURA. 

Los iconos.

Los iconos o tablas pintadas, a veces con enriquecimientos metálicos, crean una tradición que perdura aún. Se representa a la Virgen con el Niño en brazos, o figuras de santos. Destacan los iconos rusos de mano bizantina, como la Virgen de Vladimir (1130, col. Museo Tretiakov, Moscú). El tema y la composición influyeron en las Madonnas occidentales, sobre todo las italianas.

La miniatura.

La iluminación de códices sigue la tradición siria, con el Codex Purpureus (siglo VI, guardado en la catedral italiana de Rossano) y códices del siglo IX en los que se percibe una influencia helenística. Destacan los salterios, muy ricos los de ámbito cortesano, debido al impulso cultural del emperador Constantino VI Porfirogeneta, en cuyo reinado se ilustran también obras científicas y literarias. En el siglo XI aparecen ilustraciones polícromas en viñetas marginales o páginas con varios episodios. En el siglo XIV destacan los retratos miniados de emperadores o dignatarios. 

MOSAICO.

Los mosaicos del periodo teodosiano son similares de estilo a los romanos del Bajo Imperio. Las obras más celebradas son los del emperador Justiniano y su esposa Teodora con sus séquitos, en la iglesia de San Vitale de Rávena.

Se han perdidos los mosaicos justinianeos de Santa Sofía debido a la posterior crisis de la iconoclastia, y los actuales datan de los siglos IX a XII, y son de un estilo muy refinado. Conmemoran las ascensiones al trono imperial, y sitúan al Pantocrátor entre el emperador y su esposa, o representan la Déesis, esto es el Ruego por el que la Virgen y el apóstol San Juan imploran a Jesús el perdón para los mortales.

Destacan fuera de Contantinopla los mosaicos de la iglesia de Dafni del siglo XI; y más tarde, en los siglos XII y XIII, los mosaicos sicilianos de un estilo muy hierático en las catedrales de Cefalù y Monreale, y en Palermo los de la Martorana y la iglesia de Santa María del Almirante, y en Venecia los de San Marcos.

Más pictóricos son los mosaicos del periodo paleólogo en Bizancio, como los de la iglesia de Chora, hacia 1310, sobre todo el de la Anástasis (Descenso al Limbo).

Hay que apuntar que desde el 1100 y sobre todo en el siglo XIV abundan los pequeños mosaicos portátiles, con menudas teselas.

ESCULTURA.

Las obras en relieve son escasas ya en los inicios, de modo que se ha afirmado que el arte bizantino sintió aversión hacia las imágenes esculpidas, pese a las representaciones del Pantocrátor y de la Madre de Dios, y esa tendencia se acentuó cuando llegó la crisis iconoclasta y prosiguió después del final de esta.

En escultura las formas propias aparecen en la época del emperador hispánico Teodosio I el Grande (379-395), con varios ejemplos significativos:

-La base esculpida del obelisco de origen egipcio que se implantó (390) en el gran hipódromo de Bizancio, en el que se representó el palco imperial con una perspectiva vertical de los personajes, representados estos con proporciones jerárquicas, con el emperador como figura dominante.

-Un estilo neoático manifestado en las estatuas togadas de retrato, halladas en Bizancio y la ciudad asiática de Afrodisia, como el sarcófago de Serigüzel (col. Museo de Arte de Estambul o MAE), cuyos lados mayores muestran unos relieves de ángeles voladores que sostienen el crismón.

En la escultura posterior a la época teodosiana destaca un obra maestra, la enorme estatua broncínea de un emperador, probablemente Marciano (450-457), saqueada en Bizancio por los cruzados en 1204 y hoy visible en la ciudad italiana de Barletta.

Del siglo VI son las cabezas en mármol de la emperatriz Ariadna, cuyas copias se admiran en Milán, Roma y París (col. Louvre) y la de la emperatriz Teodora, en Milán.

ARTES MENORES.

Las principales artes menores o suntuarias son las del marfil, la orfebrería, el textil, el vidrio y la cerámica. El mosaico es un arte parangonable a la pintura mientras que la miniatura se incluye como una variante dentro de la pintura, junto a los iconos.

Marfil.

Los marfiles más antiguos datan de circa 500. Son placas conmemorativas o “dípticos consulares”: el Marfil Barberini (col. Louvre, París), con la imagen ecuestre del emperador Zenón; la placa de la emperatriz Ariadna o tal vez de la reina ostrogoda Teodelinda (col. museo Bargello, Florencia); la placa de San Miguel (col. British Museum, Londres); y el gran conjunto de placas que recubren la cátedra (la silla obispal) de San Maximino, del siglo VI, en Ravena.

Los marfiles post-iconoclásticos son de solemne pero suave labra: placas con el Pantocrátor, o conmemorativas de coronaciones, como la que nos presenta a Jesús coronando a Romano y Eudoxia (col. Gabinete de Medallas, París), el Tríptico Harbaville (col. Louvre, París), y la estatuilla de la Virgen y el Niño (col. Victoria & Albert Museum, Londres).

En los siglos X y XI se datan unos marfiles de un estilo abigarrado, de un movimiento casi barroco, con elaborados baldaquines cubriendo las escenas, y cofrecillos con temas paganos, como el Cofre Veroli (col. Victoria & Albert Museum, Londres). Este estilo influyó en los marfiles carolingios y otónidas coetáneos.

Orfebrería.

La orfebrería sigue la línea helenística. Al principio se hacen fuentes circulares o discos de plata repujada con temas mitológicos, simbólicos o conmemorativos, y patenas con temas sacros o eucarísticos, como las dos Patenas con la Comunión de los Apóstoles, labradas probablemente en Antioquía en el siglo V, hoy conservadas en los Museos de Estambul y Dumbarton Oaks.

Otras obras importantes de orfebrería son los cálices de ónice o sardónice, de tal magnificencia que los devotos los reverenciaron como copias del auténtico cáliz de la Última Cena; la Cruz de Justino II (siglo VI, col. Museo Vaticano, Roma); los staurothékai (relicarios de la Cruz de Cristo) con lujosas placas (como una del siglo X, en la catedral de Limburgo, y otra del siglo XII en Esztergon, Hungría), y en los que en los siglos XIV y XV se emplearán formas y adornos de modelos góticos; y las tapas de libros, como la de oro, esmaltes y pedrería, representando a San Miguel, que se guarda en la catedral de San Marcos de Venecia.

Sobresale en orfebrería la especialidad del esmalte (de técnica cloisonné), que derivado de los esmaltes sasánidas, triunfó en la corte imperial de Bizancio y persistió hasta 1204, cuando se difundió por Occidente y Georgia. Cuenta con obras maestras como la corona de Constantino IX (siglo XII, hoy en Budapest), el altar de San Marcos de Venecia, conocido como Pala d'Oro (hacia 976) y cruces esmaltadas, como la de Cosenza, y la de la reina Dagmar guardada en Copenhague.

Textil.

En los tejidos destacan los lienzos de lino con adornos morados y polícromos de Egipto, que se confunden con los del arte copto; los lienzos de seda de Bizancio desde el siglo VI, polícromos y con fondo purpúreo para los miembros de la familia imperial; y los bordados y recamados, como la Dalmática de Carlomagno (h. 1400, col. Museo Vaticano, Roma).

Vidrio y cerámica.

El vidrio y la cerámica bizantinos, de los que se conoce relativamente poco, también fueron famosos en la Edad Media. Los mejores ejemplos se hallan repartidos por los museos de Grecia, Turquía, Reino Unido, Francia y Alemania.

ARTE BARBARO

Concepto y cronología.

El arte bárbaro es un término confuso porque por su etimología podría referirse al arte de todos los pueblos exteriores a la civilización griega y posteriormente a la romana, y porque su separación es muy laxa con el posterior arte prerrománico, La mejor definición sería que es el arte de los pueblos invasores del Imperio Romano de Occidente, durante los tres primeros siglos de su asentamiento y fusión con la población romana. Su cronología es coetánea del Primer Periodo Bizantino, hacia 450-700. Posteriormente, ya fusionado completamente con el arte paleocristiano y recibidas las influencias bizantina y de otras culturas, se convierte en arte prerrománico.

Para la mayoría de los autores tradicionales es un periodo de decadencia, pero actualmente se ha producido una revalorización debido a que se considera que representa una nueva cultura artística, opuesta a la grecolatina, que será una influencia decisiva en el arte medieval posterior. Hubert (1967) explica, por ejemplo, que el arte merovingio fue el nexo entre el arte antiguo y el carolingio (este propiamente prerrománico). El arte hispano-visigodo, asimismo, nos ofrece una arquitectura innovadora (la tesis de Yarza, opuesto a Palol), que influye en el prerrománico asturiano.

Influencias.

Es un arte que amalgama influencias distintas: la clásica grecolatina, las tradiciones locales y la propia de los pueblos germánicos.

Su evolución se puede rastrear en la cultura de la Tène, un arte celta predominantemente ornamental (geométrico). Los escitas de las llanuras de Ucrania, influidos por el arte oriental, pasan al arte celta sus motivos de animales fantasiosos. En el periodo de romanización esta tradición se conservó en Irlanda, Germania y Escandinavia, como sustrato cultural de los pueblos germánicos invasores del siglo V.

La tradición germánica antirrealista.

Es un arte basado en el antirrealismo, con un poderoso rechazo de la figuración humano, con predominio de la ornamentación geométrica. Un ejemplo es la miniatura irlandesa, con sus motivos de lacería (entrelazos) en espiral, combinados con otros más lineales, de modo que surge un dinamismo lineal. Los elementos zoomórficos se integran en el dibujo de líneas.

La arquitectura.

Se mantiene el modelo paleocristiano, pero con pobreza técnica y de medios, con una grave escasez de construcciones nuevas debido al descenso demográfico y la crisis urbana. Se apoya en las tradiciones locales y no será innovadora (salvo en la Hispania visigoda).



Las artes del metal.

La metalurgia germánica era su arte más destacado, tanto en hierro como en metales preciosos, estimados por su brillo y su función decorativa. Su mejor orfebrería será muy superior a la romana y extiende su influencia a las artes del relieve y la miniatura. Casi todos los objetos de adorno personal se harán según las nuevas pautas germánicas.

La orfebrería nos presenta tres tipos de obras:

- En bronce, lisas o en punteado.

- Damasquinado con ranuras en la pieza en las que se colocan metales preciosos.

- Esmalte, de piedras preciosas y vidrio, con dos técnicas: incrustaciones en celdillas (cloisonné) y engastado (incorporación a la pieza, surgiendo como en un anillo).

Abundan los adornos personales: fíbulas, pendientes, así como los objetos litúrgicos (cálices) y la vajilla familiar.

Los motivos son de lacería, geométricos y zoomórficos (incorporados al esquema del dibujo), con pocas figuras humanas, en todo caso muy esquematizadas. La decoración a «soga» es típica de este nuevo arte.

La escultura.

La influencia del arte germánico en la escultura crece a partir del 550. Anteriormente había desaparecido virtualmente de Occidente salvo en Italia, por la crisis interna y por la doctrina contraria de la Iglesia. Desde la época de Gregorio Magno (c. 600) vuelve la figuración, sobre bases germánicas, con obras toscas, casi abstractas, de tipo popular, sin composiciones complejas, con figuras únicas y aisladas, con una técnica de mediorrelieve y bajorrelieve y la incisión.

El desarrollo del arte de las invasiones en la Europa latina.

Hay cinco grandes núcleos cultural-artísticos: merovingio, ostrogodo, lombardo, anglosajón e hispano-visigodo.

-Merovingio en la Galia ocupada por los francos, durante la dinastía merovingia (c. 490-750).
-Ostrogodo en la Italia ocupada por este pueblo, dirigido por su rey Teodorico y sus sucesores (493-553).

-Lombardo en la parte de Italia ocupada por los lombardos desde 568, que tendrán una perdurable influencia.

-Anglosajón, en la Britania invadida por los pueblos germánicos anglos, sajones y jutos, en lucha con los pobladores britano-romanos.

-Hispano-visigodo en la Hispania visigoda, con dos periodos: en el siglo VI de poca presencia; y en el siglo VII, de notable riqueza, sobre todo en arquitectura y escultura.

Las características comunes de estos cinco núcleos son:

- Una base de mayoritaria población romana, con poca presencia de bárbaros, que llegarán a una progresiva fusión étnica.

- Una élite dirigente bárbara, fusionada con parte de la anterior élite romana.

- Una progresiva cristianización de los bárbaros, pasando primero por un estadio de cristianismo arriano anterior al católico.

- La fusión de su arte bárbaro con el paleocristiano.

ARTE PRERROMANICO

ARTE CAROLINGIO.
Un resumen
.

En el siglo VIII sólo pervive el reino franco entre los diversos reinos bárbaros que se establecieron aprovechando la caída del Imperio Romano de Occidente. Los últimos en caer fueron los lombardos, que deseaban unificar Italia pero que fueron derrotados por Pipino y su hijo Carlomagno, que finalmente conquistó Pavía en 774 y se proclamó rey de los lombardos. Esta conquista tendría grandes repercusiones artísticas, pues los afamados arquitectos lombardos pondrían su consumada técnica en la construcción de bóvedas y su arte en la decoración con arquerías ciegas al servicio de la corte carolingia.

El Imperio Carolingio era sobre todo un núcleo estable de francos alrededor del cual otros pueblos reaccionaron de modo muy diverso. Los factores de cohesión eran una firme estructura administrativa, un poderoso ejército, la alianza con la Iglesia católica, las saneadas finanzas y algunos elementos culturales como la escritura y la lengua. Los graves elementos disgregadores, que a la postre vencerían, eran la variedad de grupos étnicos y las ambiciosas familias condales con poder territorial.

El reinado de Carlomagno (786-814) significó el momento de mayor equilibrio entre estos factores, inaugurando un periodo de esplendor político y cultural, al que se ha llamado «Renacimiento carolingio», tras un largo intermedio de decadencia de la cultura antigua. No se puede generalizar para todo el Occidente europeo, pero es claro el estado de aletargamiento cultural de la Galia en los siglos VI y VII. El arte carolingio recibirá el impulso de los dos focos que mantenían vivo el legado clásico: Roma y Oriente.

El arte carolingio es un arte cortesano y eclesiástico, pues Carlomagno sueña con un imperio bendecido por Roma, en el que resalte la unidad espiritual por encima de las distintas naciones. Las primeras basílicas construidas por el emperador sólo se pueden conocer por medio de excavaciones o fuentes literarias (la iglesia del Monasterio de Céntula, en Normandía; la basílica de Fulda, en Alemania).

No son muchos los restos de la arquitectura que han sobrevivido. En los templos predomina la planta basilical aunque hay también de planta central. El crucero es más destacado que en las construcciones anteriores. Los deambulatorios son más frecuentes detrás del altar. El ábside cobra gran importancia. Las cubiertas son generalmente de madera y se apoyan en soportes cruciformes, tanto columnas como pilares.

El monumento más famoso es la Capilla del Palacio de Carlomagno en Aquisgrán (consagrada en 805), aunque no sea el prototipo de este estilo. Su autor fue Otón de Metz, que tomó como modelo la iglesia de San Vitale en Rávena y su juego de contrapesos para soportar la pesada bóveda central. Es un edificio de planta central octogonal inscrita en un polígono de 16 lados. Sus pilares sostienen una tribuna o galería superior reservada al emperador y a su corte. El deambulatorio está cubierto con siete bóvedas de arista rectangulares e intercaladas hay seis de arista triangulares.

El interior ofrece una sensación de solidez que trata de determinar espacios bien definidos e inmóviles. En los pisos superiores, los arcos están subdivididos por columnas. Las bóvedas se cubrían de mosaicos dorados según el gusto bizantino.

Otra interesante iglesia de planta central es Saint Germigny-des-Prés, en Orleans, consagrada en 806 por el obispo Teodulfo, de origen hispano-visigodo, lo que explicaría las particularidades del templo (arcos y cuatro ábsides en forma de herradura).

La iglesia de Corvey (873-85) conserva un testimonio de la llamada “obra oeste” o “cuerpo occidental” (Westwerk), típica de la arquitectura carolingia, y que consistía en un agrandamiento del edificio en su parte occidental para albergar las escaleras que daban acceso a la tribuna.

El renacimiento cultural carolingio tuvo su principal centro en la Escuela Palatina de Aquisgrán, donde se escribieron e ilustraron con miniaturas numerosas obras, como el Evangeliario de Godescalco (781-783).

El imperio de Carlomagno.

En el siglo VIII sólo pervive el reino franco entre los reinos bárbaros que se establecieron en Occidente. Los lombardos, que deseaban unificar Italia, fueron derrotados por Pipino y su hijo Carlomagno, que finalmente tomó Pavía en 774 y se proclamó rey de los lombardos. Esta conquista tendría grandes repercusiones artísticas, pues los afamados arquitectos lombardos pondrían su técnica de construcción de bóvedas y su decoración con arquerías ciegas al servicio de la corte carolingia.

El Imperio Carolingio era sobre todo un núcleo estable de los francos alrededor del cual otros pueblos reaccionaron de modo muy diverso. Los factores de cohesión eran una firme estructura administrativa, un poderoso ejército, la alianza con la Iglesia, las finanzas y algunos elementos culturales como la escritura y la lengua. Los graves elementos disgregadores, que a la postre vencerían, eran la variedad de grupos étnicos y las ambiciosas familias condales.

El reinado de Carlomagno (768-814) significó el momento de mayor equilibrio entre estos factores, inaugurando un periodo de esplendor político y cultural, al que se ha llamado «Renacimiento carolingio», tras un largo intermedio de decadencia de la cultura antigua, que no se puede generalizar para todo el Occidente europeo, aunque era evidente el estado de aletargamiento cultural de la Galia en los siglos VI y VII. El arte carolingio recibirá el impulso de los dos focos que mantenían vivo el legado clásico: Roma y Oriente.

El ámbito espacial del arte carolingio es la inmensa zona desde el Norte de Alemania a la Marca Hispánica y norte de Italia. La cronología es aproximadamente desde 750 a 900, determinada por la historia política, al inicio y extinción de la dinastía carolingia, motivada por las invasiones de vikingos y húngaros, junto al triunfo de las fuerzas centrífugas de la aristocracia territorial. Desde el tratado de Verdún en 843 para la división del Imperio hay un periodo de decadencia en la cultura carolingia. Los centros de actividad artística germánicos ganan importancia respecto a los franceses desde el 843.

Características del arte carolingio.

En su desarrollo artístico hay tres rasgos: la decisiva acción imperial; la combinación de poderes civiles y religiosos; y las fuentes heterogéneas clásica y bárbara.

La acción imperial es decisiva, dirigida por una élite: el emperador, sus familiares y la nobleza cortesana, junto a los intelectuales que Carlomagno convocó desde todo el Imperio. Se buscaba una consolidación de la disciplina eclesiástica y una reforma de la liturgia (789) y la imposición de la regla de la orden benedictina, de acuerdo con Roma, para unificar los distintos ritos cristianos de los dominios del Imperio (lo que era muy conveniente para la unidad imperial), junto a la formación de una poderosa aristocracia político-religiosa.

Se combinan los poderes civiles y religiosos. Los acontecimientos históricos llevan a que Pipino se alía con el papado, que sustituye la alianza con Bizancio por la carolingia. Carlomagno, rey desde 776, coronado en Roma en 800, se autoproclama heredero directo de Constantino, con una manifiesta intención de continuidad respecto al Imperio romano cristiano, con la elección de un emperador por decisión divina. Es un arte áulico (y aristocrático), que se desarrolla con el apoyo de la Iglesia y de la orden benedictina, que recrean las formas artísticas imperiales del siglo  IV.

-Es áulico, porque los principales promotores son los emperadores, en la Corte imperial, en los talleres palatinos.

-Aristocrático, porque los nobles y el alto clero, que ocupan el alto funcionariado, promueven la difusión del arte. Los obispos y los abades dominan respectivamente las ciudades y los centros monásticos (una población media de unas 1.000 personas), con funciones políticas, económicas y culturales.

Las fuentes o bases de este arte son heterogéneas: clásica y bárbara, oriental y bizantina.

Hay un programa político y cultural emanado desde la Corte en Aquisgrán, en una vuelta a las fuentes de la Antigüedad, en una renovatio. Alcuino y Eginardo son los grandes intelectuales de la Corte. Los scriptoria palatinos se dedican especialmente a temas religiosos y científicos, copiando las fuentes que restaban en la Galia, y no miniaron literalmente las fuentes antiguas, sino que las pasaron del rollo al codex, haciendo ilustraciones nuevas, debido al cambio en la cultura visual, con sorprendente distorsiones, confundiendo lo latino y lo bizantino. La influencia clásica está reducida al arte del siglo  IV, confundiendo lo bizantino (predominante) y lo paleocristiano. El sustrato merovingio es muy importante (como se ve en los frontispicios). El influjo de la miniatura insular se nota en las ilustraciones de los numerosos scriptoria monacales, en Alemania y norte de Francia, y en los scriptoria palatinos.

El arte carolingio, aunque se limitó a unas pocas formas, ejerció notable influencia sobre el arte otónida, y a través de este en el románico, amén de influir en el arte anglosajón y el asturiano contemporáneos.

ARQUITECTURA.

Introducción.

El arte carolingio es un arte cortesano y eclesiástico, pues Carlomagno sueña con un imperio bendecido por Roma, en el que resalte la unidad espiritual por encima de las distintas naciones. La arquitectura destaca por sus grandes dimensiones, con soluciones tipológicas y constructivas tomadas de la herencia romana, paleocristiana y bizantina. Las formas religiosas determinarán luego el románico en Alemania y norte de Francia. De hecho, Conant llega a considerar (se debate entre llamarla prerrománica o románica) a la arquitectura carolingia como románica por tener los mismos rasgos de sillar, solidez, etc. Incluso se emplea ya el módulo matemático (medida del pie) para el trazado del edificio. Pero para Sabater es sólo un episodio prerrománico, en razón de que sus artes suntuarias y decorativas no son románicas, como el mosaico (que no existe en el románico). El apoyo de la élite religiosa a los ideales imperiales se tradujo en la construcción de gran número de iglesias y dependencias monásticas, con una función tanto religiosa como cultural, motivadas a menudo por el traslado e instauración de reliquias de santos. Asombra que entre 768 y 855 se construyeron hasta 27 catedrales, 417 monasterios y 100 residencias reales.

La arquitectura se clasifica en palatina, monástica y episcopal, según sus promotores más que por su tipología.

La arquitectura palatina es la más destacable, pero las innovaciones de mayor influencia posterior son las de los monasterios y las iglesias episcopales, construidas según un programa ideológico, político y religioso a la vez.

No son muchos los restos de la arquitectura que han sobrevivido. Las primeras basílicas construidas por el emperador sólo se pueden conocer por medio de fuentes literarias y por las excavaciones en el siglo XIX motivadas por el interés por la Edad Media, y otras fomentadas curiosamente por los destrozos bélicos del siglo XX. Así, se han podido estudiar recientemente la iglesia del Monasterio de Centula, cerca de Abbéville y la basílica de Fulda, en Alemania (comenzada en 802), con su enorme crucero. Asimismo subsisten numerosas pequeñas iglesias rústicas de una sola nave (con ábside único o triple) en el oeste de Alemania (Büraberg), Suiza (Disentis, Müstair y Münster) o en el norte de Italia (Malles), cuya construcción antes se atribuía a la acción en aquellos territorios de monjes irlandeses.     Quedan tres grandes iglesias monacales carolingias: la primitiva francesa de St. Denis, construida por el abad Fulrado y consagrada en presencia de Carlomagno (775), edificada sobre la iglesia paleocristiana anterior, con el transepto todavía junto al ábside, la iglesia de San Nazario de Lorsch (c. 774) y la de San Emerán de Ratisbona (740), con sus tres ábsides paralelos.

En los templos predomina la planta basilical, con módulos en pies (12 generalmente), aunque hay también de planta central (sobre todo en los palatinos) con cúpulas y bóvedas de influencia bizantina. El crucero es más destacado que en las construcciones anteriores, alumbrado con una torre-cimborrio con linterna que domina el exterior. Los deambulatorios son más frecuentes detrás del altar, como un pasillo que prolonga las naves laterales, que al principio fue por fuera del templo y luego penetró en el recinto. El ábside cobra gran importancia. Las cubiertas son de madera generalmente y se apoyan en soportes cruciformes, tanto columnas como pilares. El material es un robusto sillar de piedra.

De los 65 palacios carolingios, repartidos por el Imperio, hay unos pocos restos en Ingelheim (810), Padeborn y Aquisgrán. Tienen una tipología común, de conjuntos organizados en torno a patios, con varias funciones: palacio (residencia), aula regia (representación), iglesia, economía, termas, estancias para nobles, escuela, etc. Cada lugar tenía una función específica, de acuerdo a la tradición tardorromana: Tréveris, Spalato. Heitz explica que en estos palacios se combinan dos tradiciones: la de la Antigüedad con su tipología de aula regia y termas, y la germánica con las cámaras del rey y de la nobleza en madera y decoradas con telas.

Hacia 784-787 la Corte se fijó en la ciudad de Aquisgrán (con el nombre alemán de Aachen y francés de Aix-la-Chapelle), famosa por sus termas romanas. Es una ciudad palatina (centrada en el palacio) promovida por el emperador por la necesidad de emular a Bizancio hizo necesario este cambio a una capital (nunca oficial). Según Eginardo el palacio de Carlomagno era un símbolo de la cohesión imperial, planteado como una réplica del Palacio Imperial de Constantinopla y del Palacio Laterano de Roma, y fue construido por Eudes (Odón de Metz, llamado así sólo porque residió en Metz), un arquitecto bizantino, posiblemente sirio, llamado por Carlomagno. Había citas romanas antiguas: se puso una loba en el vestíbulo e hizo traer una estatua ecuestre de Teodorico (se creía que era de Constantino). Otra cita es la cristiana: la simbología del número, perceptible en la proporción de la Capilla, como trasunto de la Jerusalén Celestial.

La planta del palacio fue muy modificada en el Gótico y Renacimiento. Se conserva el atrio del palacio y parte de las paredes originales que fueron utilizadas en edificios posteriores (el ayuntamiento de Aquisgrán está sobre la Aula Regia). En 1911 se excavó el conjunto y se trazó una reconstrucción ideal. Se conocen descripciones de la decoración pictórica profana del palacio de Carlomagno, con episodios de sus campañas en España.

Características generales de la arquitectura carolingia.

La arquitectura palatina carolingia opta por la planta centralizada y las cúpulas y bóvedas bizantinas, los pilares y los sillares clásicos sin ornamentación y el cimborrio. Sigue los modelos bizantinos y clásicos.

En resumen, los rasgos de la arquitectura carolingia son:

-Sistematiza las bases del monasterio medieval.

-Desarrolla la arquitectura monumental con sillar, pilares macizos, con efectos estéticos de la piedra. Al mismo tiempo abunda la construcción en madera (incluso en las torres).

-Es el esquema básico de la planta románica, con planta longitudinal, con un transepto y gran cripta.

-Revaloriza el acceso principal del edificio, con las torres de la fachada y el cuerpo central.

-Retoma el sistema clásico de la planimetría del edificio, con módulos numéricos.

-El Westwerk, que tendrá continuidad hasta el gótico.

-En contra de la tesis de Conant, no hay preocupación por la bóveda todavía.

-Los soportes (columnas y pilares) no se articulan con la cubierta. Hay ejemplos de pilares compuestos (cruciformes, con cuatro columnas adosadas a cada lado), sin función de soporte tectónico, aunque hay diversas tesis al respecto.

-La decoración es escasa, en relieve, mosaico y pintura.
Capilla Palatina de Aquisgrán.

El monumento más famoso que ha quedado es la Capilla Palatina de Carlomagno en Aquisgrán, construida desde c. 790 y consagrada el 6 de enero de 805 ante el papa León III, aunque no sea el prototipo de este estilo. Su planta central se debe a que sirvió al parecer como mausoleo de Carlomagno, fallecido el 28 de enero del 814, enterrado en un sarcófago romano antiguo, al parecer junto al Evangeliario de Carlomagno y otros tesoros, que encontró Otón III en la solemne apertura de su tumba en el 1000.

Su autor fue Odón de Metz, que tomó como modelo la iglesia de San Vitale en Rávena y su juego de contrapesos para soportar la pesada bóveda central, aunque introdujo inteligentes modificaciones en el sentido de una mayor verticalidad aun que en Rávena (ya esta lo era respecto a las bizantinas). Se emplea el sillar macizo y bien tallado. El edificio fue restaurado en 983 y 1881 y tiene adiciones góticas y renacentistas.

Hay una dualidad de intenciones: la centralización bizantina (como en Sergio y Baco, y en San Vital) y la cruz latina (en la disposición de las iglesias laterales, capilla y atrio).

Es un edificio de planta central octogonal inscrita en un polígono de 16 lados. Sus pilares hasta el tambor de la cúpula sostienen una tribuna o galería superior reservada al trono del emperador y a su corte en vez de a las mujeres.

El deambulatorio en la planta baja está cubierto con ocho tramos de bóveda de arista de planta rectangular opuestos a los ocho lados del octógono interior, con los huecos cubiertos por cuñas triangulares de bóveda de arista.

La tribuna está cubierta con pequeñas bóvedas triangulares y rectangulares rampantes (llamadas así por estar en niveles distintos), sostenidas por grandes arcos-diafragma, sobre los que se apoyan radialmente ocho bóvedas rampantes de cañón, que soportan la cúpula superior.

El ábside es rectangular, aunque fue reformado en el Gótico. A los lados tiene dos iglesias o capillas basilicales más pequeñas, con lo que se forma un eje longitudinal y otro transversal, en una composición conjunta de cruz latina.

El interior ofrece una sensación de solidez que trata de determinar espacios bien definidos e inmóviles, sin decoración bizantina en los pilares.

En los pisos superiores, los arcos de medio punto que enmarcan el octógono interior están subdivididos por columnas antiguas (traídas de Roma y Rávena), en lo que desde abajo parece un falso segundo piso. Las bóvedas se cubrían entonces de mosaicos dorados según el gusto bizantino. Las columnas tienen fustes reutilizados.

La torre tenía entonces un tambor muy alto para la cúpula, que es gallonada de ocho secciones, y está todavía cubierta de mosaico, con una temática de Maiestas, Tetramorfos y 24 Ancianos del Apocalipsis, con un evidente mensaje político.

En el exterior la entrada tiene un atrio porticado en dos pisos, un cuerpo occidental (antecedente inmediato del Westwerk), formado por un vestíbulo muy profundo y alto.

En el primer piso hay una tribuna reservada al trono de Carlomagno, que se comunicaba a través de una galería con el palacio imperial y se prolonga en una sala sobre el vestíbulo, entonces para la capilla del Salvador (abajo la Virgen María) y la sala del gran tesoro imperial de reliquias. Flanqueando este cuerpo había dos torretas de escalera que permitían acceso directo a las tribunas (como en Lorsch). Es el esquema básico de la fachada románica (cuerpo entre torres) y luego de la gótica.

El espacio es usado en distintos niveles. El Emperador estaba en la tribuna sobre el vestíbulo, frente a la cabecera y con vistas a todos los puntos interiores y exteriores. Los nobles están en las demás tribunas. Así, hay un nivel terrenal, otro real y otro divino. Es una pirámide jerárquica, que realza el papel carolingio de vicario de Cristo en la tierra.

St. Germigny-des-Prés.

Otra interesante iglesia de planta central es Saint Germigny-des-Prés, cerca de Orléans, consagrada en 806 por Teodulfo, el obispo de Orleans (desde 799) y abad de Fleury (desde 803), de origen hispano-visigodo (de Septimania), lo que explicaría las particularidades del templo (arcos y cuatro ábsides en forma de herradura), aunque la mayor influencia es la bizantina (típico edificio centralizado). Ha sido muy modificada y hoy vemos el resultado de la excesiva restauración de 1867-1876, aprovechando algunos materiales originales.
Es muy pequeña, de unos 10 metros de ancho, con cabecera tripartita. Es de planta de cruz griega inscrita en un cuadrado, con los brazos terminados en ábsides redondeados en forma de herradura. Hay una multiplicación de capillas para los varios santos. El alzado es de cuatro pilares en el centro que definen nueve tramos abovedados. El tramo central tiene una torre-cimborrio. Los brazos de la cruz se cubren con bóveda de cañón. Los tramos en las esquinas se cubrían con pequeñas cúpulas sobre trompas a un nivel más bajo. Es el mismo modelo de la iglesia deuterobizantina, con un sistema de cuatro pilares en el centro y cubiertas a varias alturas.

La decoración cuenta con un magnífico mosaico en el ábside principal, uno de los pocos conservados de época carolingia, de estilo bizantino (rostros uniformes, fondo dorado, mármoles policromos), con una iconografía de Arca de la Alianza, la Mano de Dios entregándola y dos ángeles custodios. La Madre de Dios y Cristo no están representados en figuración, lo que se explica por el aniconismo propio de la época iconoclasta y que Teodulfo compartiría. En la cripta hay unas pinturas murales de la Vida de San Esteban.

ARQUITECTURA MONÁSTICA.

Centula (o St. Riquier).
La abadía de Centula (o St. Riquier), destruida durante la Revolución Francesa, es conocida por un grabado de 1612, copia de un manuscrito dibujado por Hariulfo en 1088. Fue edificada por el culto y poderoso abad Angilberto, amigo de Carlomagno, que suministró grandes fondos y materiales de Roma. Angilberto fue además amante de una hija del emperador, Berta, siendo los padres del historiador Nithard.

La abadía, construida entre 790 y 799, tiene un inmenso claustro triangular (referencia a la Trinidad), con una larguísima vía procesional cubierta uniendo los edificios a lo largo de 720 metros, con tres iglesias en los ángulos (una innovación, ligada a la liturgia procesional). St. Riquier es la más importante, con las pequeñas iglesias de San Benito (¿basilical?) y de Santa María (de planta central como la Capilla Palatina) en los otros dos ángulos.

Las innovaciones son muchas en la iglesia de St. Riquier. Era un templo con un gran Westwerk con tres torres (toda la iglesia tenía nueve, el primer ejemplo con tantas), que se dividía en la parte inferior en un gran vestíbulo exterior abovedado (con el sepulcro de Angilberto y relieves en estuco y mosaicos dorados), con un vestíbulo interior como nártex, que era realmente un transepto occidental, con altar y pila bautismal, y una gran cubierta con una bóveda sostenida por pilares y columnas. Arriba del nártex, en el piso superior, estaba la gran capilla del Salvador, con una arquería que la separaba de la nave (como la Capilla de Aquisgrán), y rodeada por deambulatorios y galerías para el coro de niños. Arriba de esta capilla había una torre-cimborrio.

En la nave central y las dos naves laterales, con cubierta de madera, había más capillas y altares. El altar de la Cruz estaba en medio (lo que es habitual en las iglesias monásticas). Había unas criptas semisubterráneas bajo el ábside.

La capilla de St. Riquier estaba en el ábside principal, precedido por un presbiterio cuadrado más elevado que la nave, con funciones de coro, lo que diferencia esta iglesia de las paleocristianas. Otras dos torres circulares y en el crucero una gran torre-cimborrio eran simétricas a las del Westwerk.

Había una simetría entre los dos lados opuestos de la iglesia, una bipolaridad de focos, como si fuera una doble iglesia, con naves amplias pero poco longitudinales, con simple función de paso, muy compartimentadas por cuatro monumentos (Natividad, Pasión, Resurrección y Ascensión), altares, canceles y tapices-cortinas.

Su iglesia modelo es la paleocristiana, pero cambiada debido a las reformas en la liturgia y por el retorno a las fuentes constantinianas con una valorización del extremo oeste de las iglesias (Constantino las había dirigido hacia el oeste y se recupera esta tradición).

Se conoce el ceremonial por un escrito del propio Angilberto. La adopción de la liturgia procesional romana implicaba cambios en el espacio, que fueron posibles por el avance en las técnicas constructivas y la prosperidad de la época carolingia. Era una liturgia larga y repetitiva, con mucha necesidad de espacio. Cada día los 300 monjes y 100 novicios hacían tres procesiones (al ábside, Westwerk y centro de la nave) y los domingos cuatro procesiones. En esta época las reliquias son llevadas desde Italia a las nuevas iglesias francesas, que se pelean por ellas porque las multitudes de peregrinos fomentan la riqueza de los monasterios y ciudades. Hay nuevas necesidades que cubrir: guardar las reliquias y albergar a los peregrinos, lo que exige un mayor desarrollo de las naves transversales, de los transeptos y de las criptas, que dejan de ser exclusivos para el clero y se abren a los peregrinos para visitar las reliquias. La cabida se aumenta con tribunas, no sobre las naves laterales como en el arte paleocristiano, sino sobre los cuerpos occidentales y los transeptos.

El Westwerk.

El Westwerk (se puede definir como fachada, anteiglesia, macizo o cuerpo occidental), tras el impacto sobre sus contemporáneos del edificio de St. Riquier, se puso de moda, con dos funciones: religiosa, al facilitar el poner otro altar para el Salvador y consagrar más reliquias; política, al realzar el lugar donde el emperador y el obispo asisten a misa, imparten justicia, siguen las ceremonias de investidura y homenaje.
Los historiadores alemanes piensan que el Westwerk es sólo un elemento de liturgia imperial, en la que la planta superior se reserva al emperador y la administración de justicia. Hubert encuentra influencias romanas (la vuelta a la tradición de Constantino), Heitz le da una lectura política (función imperial) y Conant la asocian a una liturgia del Salvador inspirada en el Apocalipsis.
La iglesia de Corvey (830-844), creada como una nueva Corbie, conserva todavía un Westwerk añadido posteriormente (873-885), típico de la arquitectura carolingia, con un agrandamiento del edificio en su parte occidental para albergar las escaleras que daban acceso a la tribuna, con torres a los lados, siendo el precedente de los futuros templos medievales.

Es casi seguro que tuvieran un Westwerk, como el conservado en Corvey (884), las iglesias de Corbie, St. Denis, Lorsch, Ratisbona y Centula, así como la Capilla de Aquisgrán. Es seguro que también lo tenían las iglesias de Reims (852), Halberstadt (859) y Hildesheim (872). Pasaría a la arquitectura románica y gótica con inmenso éxito (Santiago, Cluny, etc.).

El modelo general de Westwerk se superpone a la entrada (que queda formando un zaguán o cámara baja) y consiste en una alta estructura soportada por robustos pilares que se eleva en la fachada flanqueada por dos torres-campanarios, con otro remate turriforme en el centro un poco atrás, sobre el coro-tribuna (la alta estancia imperial donde se instalaba el trono del emperador), desde la cual podía seguir la misa a través de una apertura interior sin parapeto, habiendo otra para ver el exterior. Los textos de la época denominan al westerk como «triturrium o tres torres».

El Westwerk se relaciona con la revalorización del Oeste, en los ejemplos de Fulda (el enorme crucero está en el oeste) y Corvey. Destaca la fachada principal con un cuerpo entre torres. Es un esquema compositivo turriforme. Puede ser de dos torres, o de tres cuando el Westwerk da a la nave transversal (transepto o crucero) y se le pone una tercera torre. El westerk tiene en la planta baja un vestíbulo de entrada que conduce a la nave transversal. Arriba hay un sistema de tribunas o galerías y en el tramo central hay una torre. En Fulda no hay un Westwerk porque no hay un elemento en alzado. Westwerk sólo hay cuando se destaca la fachada realmente, asociada a una nave transversal.

Crucero, transeptos y doble coro.

El crucero reapareció en la arquitectura carolingia después de su desaparición en los «siglos oscuros», por influencia de Roma. Más que de crucero cabe hablar de transepto o nave transversal.

Los transeptos (cuando los hay) pueden ser de dos tipos:

-Dividido por un profundo tramo de presbiterio.

-Duplicado (o doble transepto, en ambos extremos), en St. Riquier y en Colonia, que puede estar en el Westwerk o sólo estar asociado a un doble coro.

El doble coro semicircular (en la entrada y en el ábside principal opuesto) viene motivado por la necesidad de instalar reliquias, que se colocan tanto en el ábside principal como en el otro extremo del templo, lo que sirve para occidentalizar la iglesia. El ejemplo más antiguo es el del monasterio de San Mauricio de Agaune (Suiza). Otros ejemplos son San Salvador de Paderborn y San Wilibrordo de Echternach.

Hay dos tipos:

-No asociado al transepto. En St. Gall y en Fulda el doble coro está colocado fuera del transepto, que está en los pies de la iglesia, así como el altar mayor.

-Asociado al transepto. El doble coro en Colonia está asociado a un doble transepto, lo que ocurrió también en otros casos.

Las criptas.

Las criptas para las reliquias son lugares de gran experimentación (junto con la bóveda y la planta), como antecedente de las cabeceras del Románico. Hay varios tipos: anulares, en forma de una sola cámara abovedada o de tres enlazadas con pasadizo. La evolución las diferencia en dos etapas:

Primera, las de herencia paleocristiana, inspiradas en Roma, que serían del siglo VIII, como las «confessio», muy pequeñas, con un nivel muy cercano a la planta. El presbiterio está muy elevado para dar sitio a la cripta circular, que partiendo del crucero llevaba al santo. El ejemplo es St. Denis (787).

Segunda, la evolución desde este modelo fue rápida:
St. Philibert-de-Grand-Lieu.

En St. Philibert-de-Grand-Lieu (836-839), la cripta se reformó para albergar a los numerosos peregrinos. La cripta con su cámara sepulcral y los pasadizos estaba a nivel del suelo por lo que el pavimento del ábside se levantó por encima del de la nave. Los pasadizos fueron sustituidos (antes de 847) por capillas, abarcando parte del transepto y de las naves, formando un camino procesional escalonado a distintas alturas [se ve una imagen de un pasadizo con una pasarela de piedra a media altura] con absidiolos. El deambulatorio de la nave deja de mostrar al exterior la forma del ábside para presentar dos ángulos rectos (una novedad).
En Saint-Germain de Auxerre (841-858) se define la cripta-vestíbulo, totalmente subterránea, más amplia, ocupando toda la cabecera e incluso parte del transepto. La planta de la cripta (c. 850-859) es enorme, creando un camino procesional (deambulatorio) alrededor del altar mayor, con absidiolos escalonados para los altares de los santos menores, acabando el camino debajo del ábside en una rotonda. No es ya una confessio sino una verdadera sala con columnas. Es un antecedente de Cluny, el tipo de planta de cabecera escalonada con deambulatorio.

En St. Médard de Soissons solo sobrevive hoy la cripta, que cuenta con un camino procesional. Los tramos de bóveda son de arista (que serían los típicos de la cripta románica). Albergó las tumbas de los príncipes merovingios.

Pero en las grandes iglesias abaciales carolingias la cripta permanece casi al mismo nivel de la planta, con una escalera de sólo dos o tres escalones, al estar muy elevado el santuario en el ábside principal. El coro cerrado de los monjes estaba al pie del santuario y así los fieles en la nave de la iglesia podían ver el altar mayor.

Los monasterios: St. Gall.

La arquitectura de la orden benedictina domina en Occidente desde que Carlomagno ordena que su regla sea obligatoria en el Imperio desde 789. Había una gran proliferación de monasterios y se necesitaba una planificación de sus funciones y estructura, combinada con una reforma del monacato, con imposición de vida comunitaria a los monjes eremitas.

La vida comunitaria exige un conjunto común de edificios, con especialización de funciones para los diversos edificios. La planta del conjunto era poco organizada al principio del siglo VIII, como muestra el ejemplo de Jumièges, pero luego los planes constructivos fueron muy ambiciosos, con una estricta planificación. La primera sistematización es parcial en la iglesia principal (que tiende a la monumentalidad), el claustro, el refectorio y el dormitorio, para completarse en el Románico en Cluny. Se conocen las protestas de los monjes por una excesiva tarea constructiva, como fue el caso de Fulda (791-821), cuyo abad quería competir con el edificio de San Pedro de Roma, debiendo intervenir el emperador para moderar al abad.

Los monasterios más importantes están en Francia: Tours, St. Denis, Corbie (uno de los mayores, con gran influencia), Centula (o St. Riquier). En Germania y Suiza están: St. Gall, Fulda, Hersfeld, Reichenau, Lorsch y Metz.

Hay un plano ideal de St. Gall, realizado de acuerdo con las ideas adoptadas en un sínodo (hubo dos en 816 y 817, este más permisivo, que sería el que se seguiría en St. Gall, según Horn y Dobsch), celebrado cerca de Aquisgrán para consejo litúrgico y arquitectónico de los abades del Imperio, cuya copia fue enviada a Gozbert, abad de St. Gall (816-36), por el abad Haito de la abadía de Reichenau, uno de cuyos monjes es el escritor y dibujante. Al acabarse las obras en 870 el plano ideal había sido modificado en gran parte pero sirve para conocer cómo eran la mayoría de los monasterios. En 1965 se encontraron folios de este plano en la abadía de Reichenau. Es el primer plano conocido antes del siglo XIII, con una intención planificadora total, sobre los edificios, árboles y plantas, santos de cada capilla, mobiliario, etc.

El trazado de los edificios y la iglesia tiene un sistema modular con cuadrados. El modulo es de 40 pies (12 metros), con clara simbología numérica (el 40 se asocia a la Penitencia y la Paciencia y hay exactamente 40 edificios en el plano ideal).

Hay cuatro áreas, atendiendo a la división de los monjes en monjes y novicios, así como para los residentes permanentes y los peregrinos o viajeros:

-La principal es la clausura de los monjes, con una iglesia monumental (con un transepto delante del ábside) y el resto de los edificios para los monjes adosados a la cara sur, con una estricta regularidad: claustro, dormitorio conectado con la iglesia, refectorio, cocina, bodega, baños y letrinas. El scriptorium y la biblioteca (en el piso de arriba) están en el diaconicon (lado norte de la cabecera, a la derecha vista desde el altar), con la sacristía y el vestuario en la protesis. La biblioteca en los posteriores monasterios estará junto al claustro, debajo del dormitorio.

-En el lado norte, con edificios regulares, para la relación exterior del monasterio: el palacio del abad (conectado con el scriptorium y con la iglesia a través de él), los servicios del palacio abacial, la escuela, el albergue de los nobles y visitantes ricos, y los servicios de este albergue.

-Detrás de la cabecera de la iglesia el espacio se reserva para los novicios y los enfermos, con la enfermería, cementerio (siempre cerca de la cabecera), capilla propia, dormitorios, huertos, establos, etc.

-A los pies de la iglesia y al sur de la zona de clausura, están los servicios complementarios y la zona abierta a los pobres: establos, panadería, tiendas comerciales, almacenes, limosnería, albergue de los pobres, huertos, etc.

En la iglesia hay una armónica división en módulos, con tres tramos cuadrados en la nave mayor, mientras que las naves laterales son la mitad de anchas que la central. La planta longitudinal de la basílica tiene un crucero y un coro ante el ábside principal al Este, con ábside contrapuesto con altar en el Oeste. La entrada, muy longitudinal, se alinea con la misma entrada principal del monasterio, con un atrio semicircular porticado que conecta a dos torres-escalera, donde también había altares. La función de la iglesia era doble, de oratorio para los monjes e iglesia popular para los habitantes de la parroquia y los peregrinos. Los ábsides contrapuestos de las iglesias son para aumentar el número de criptas y realzar la planta. Además había numerosas capillas y altares, separados con canceles que compartimentaban el espacio. Por el mismo motivo había numerosas entradas laterales.

El Pórtico de Lorsch.
Está en la entrada al atrio del conjunto. La planta baja está inspirada en los arcos de triunfo, con tres entradas. En el primer piso tiene una sala amplia, con planta similar a la forma típica de vivienda de la época, con un acceso a través de dos torres adosadas. La cubierta es de doble vertiente.

Serviría como sala de recepción o vivienda del abad o para residencia del emperador en sus visitas. Posteriormente fue transformada en una capilla y finalmente en la casa del guarda.
La decoración y el aparejo son clásicos, con losetas de piedra roja y blanca en el muro de opus reticulatum. El interior está decorado con un fresco mural, una cita clásica de la arquitectura, una imitación pompeyana, parecido al asturiano de San Julián de Prados (Santullano).

MOSAICO.

Los pocos restos de mosaico han sido ya citados en las obras arquitectónicas.

En la Capilla Palatina de Aquisgrán las bóvedas se cubrían de mosaicos dorados según el gusto bizantino y en la cúpula hay (según Durliat, ya que Hubert desconocía en su libro que se restauraron en 1965) un mosaico con una temática de Maiestas, Tetramorfos y 24 Ancianos del Apocalipsis, con un evidente mensaje político.

En St. Germigny-des-Prés hay un magnífico mosaico en el ábside principal, también de estilo bizantino (rostros, dorado), con una iconografía de Arca de la Alianza, la Mano de Dios entregándola, ángeles custodios. La Madre de Dios y Cristo no están representados en figuración, lo que se explica por el aniconismo propio de la época iconoclasta y que Teodulfo compartiría.



PINTURA.

La pintura profana es muy escasa y sólo tenemos descripciones de los cronistas, como la decoración del palacio de Carlomagno en Aquisgrán, con episodios de sus campañas en España, así como las del palacio de Ludovico Pío en Ingelheim, con figuras heroicas guerreras; y los frescos decorativos del pórtico de Lorsch.

Los únicos frescos que han sobrevivido son los religiosos.
Destacan sobre todo los de la iglesia de la abadía de San Juan en Müstair (cantón de Grisones, Suiza), con un ciclo de evidente función didáctica, con estilización estereotipada, sin una buena técnica ni concisión. Tiene tres imágenes de Cristo (una en cada ábside), el Juicio Final en el muro Oeste, y un resumen narrativo del AT y NT en los muros laterales, con 82 paneles rectangulares distribuidos en cinco secciones. En la parte baja de los ábsides está la vida de santos ilustres (Pedro, Pablo, Esteban...). Una arquitectura ilusionista crea ambiente, tomando el tema y la forma de la miniatura.

La cripta de St. Germain de Auxerre muestra tres escenas (como la prisión y la lapidación) de la Vida de San Esteban, retratos de obispos alineados y una decoración vegetal (c. 841-857), una forma y tema que parecen tomados de la miniatura carolingia.
La iglesia de Tréveris tiene la Vida de San Maximino. La Capilla de San Benito en Malles (Italia, antes de 881) atesora figuras muy conseguidas. La iglesia de San Procolo (Naturno, Tirol de Italia) muestra pinturas de un estilo popular, emparentado con el arte precarolingio. Muy similares debieron ser las pinturas de San Julián de Prados (Santullano), del arte asturiano.

ESCULTURA.

La escultura fue escasa, de tema áulico y religioso, con la misma técnica de bajorrelieve merovingia y temas geométricos muy sencillos. Se recuperó la tradición de Teodorico, que en la mentalidad de la época era el representante de la antigua dignidad romana. Carlomagno hizo llevar a su palacio en Aquisgrán la estatua ecuestre de Teodorico (algunos autores dicen que se la confundió con una de Constantino), a imitación de la gran estatua ecuestre imperial que ornaba la entrada de Santa Sofía en Bizancio.

Imitación de la estatua de Teodorico puede ser esta estatuilla ecuestre que representa posiblemente a Carlomagno o a Carlos el Calvo (Museo del Louvre), con un marcado hieratismo en el personaje. El caballo es una restauración muy posterior, de estilo gótico.
Fue usual la escultura en estuco (se ha querido ver en los estucos de Cividale un ejemplo de escultura carolingia), pero han quedado pocos restos, en las columnas en estuco de Malles.

En los capiteles se usó muy poco el mármol. Los corintios se imitaron en piedra y aljez (piedra de yeso). Sus formas anuncian las románicas. Los canceles son muy abundantes en las iglesias, labrados con composición simple, con la cruz, motivos vegetales, con bajorrelieve.
Trono de Carlomagno, en la Capilla Palatina de Aquisgrán. Realizado en 790, con placas de mármol blanco traídas de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. En él se coronaron numerosos emperadores posteriores del Imperio Romano Germánico. Los súbditos debían pasar por el corredor inferior, como señal de reconocimiento y obediencia. La placa trasera muestra una representación de la Crucifixión.

METALISTERÍA.

La metalistería nos ha proporcionado las monumentales puertas y rejas de bronce de la Capilla Palatina de Aquisgrán, fundidas en el taller imperial (para Janson importadas de Italia). Las puertas tienen un medallón en el centro de estilo antiguo con una cabeza de león. Destaca el Trono de Dagoberto (c. 800), que después estuvo en St. Denis, que es una silla plegadiza con respaldo, que imita las antiguas sillas curules romanas, con patas curvas en forma de cabeza de pantera y pies en garra, decorado en algunas partes.
ORFEBRERÍA.
La orfebrería fue muy rica, con adornos afiligranados, con engastes de perlas y cabujones (piedra preciosa pulimentada en forma convexa y no tallada) bárbaros.
La influencia del arte de las estepas debió provenir de la conquista del inmenso tesoro de metales preciosos del ring de los reyes ávaros por Carlomagno en 796. Los relicarios se adornaron con variadas técnicas de esmalte, así como las religaduras de los libros. Un bello ejemplar de jarrita labrada en oro (regalo de Carlomagno al santuario de San Mauricio en Augane) emplea en su decoración placas de esmaltes sasánidas. El relicario de Enger (Museo de Berlín), fue posiblemente regalado por Carlomagno al jefe sajón Witekind cuando fue bautizado.

El altar de San Ambrosio de Milán fue labrado en oro y plata (el brillo áureo era una manifestación divina) por el orfebre Wolvinus (835), en un taller del Rin, influido por la escuela de miniatura de Reims, con una iconografía muy rica y monumental, en una cara con modelos paleocristianos y en la otra cara con un modelo bizantino. El grabado en cristal de roca nos ha dado el Disco de Lotario II, con escenas descriptivas de la historia de Susana (British Museum).

MARFIL.

Las placas de marfil labradas reviven la importancia del marfil romano y el del primer periodo bizantino, aunque recibió influjo del coetáneo arte bizantino. Las aplicaciones en libros son los marfiles más interesantes. El estilo es variado, con escuelas muy distintas. Destacan las tapas del Evangeliario de Lorsch (Victoria & Albert Museum y B. Vaticana), en un primer estilo con sede en Aquisgrán, muy influido por el arte paleocristiano en las figuras humanas. La escuela de Metz, iniciada con el arzobispo Drogón, a principios del siglo IX, produjo marfiles para los ricos códices, guardados en la Biblioteca Nacional de París, y siguen una evolución hacia la vivacidad. En una escena de Adán y Eva en el Paraíso abundan los animales mitológicos. El tema más repetido es la vida de Cristo.

El maestro Liuthard hizo las dos placas de marfil de un salterio, con unos excelentes movimiento y psicología. A finales del siglo  IX destacó el monje Tuotilo en St. Gall, con una técnica más esquemática y adornos vegetales. Destaca también la tapa del Evangeliario de Lorsch, heredera de los dípticos consulares. También destacan las empuñaduras de báculo y los peines litúrgicos de la última etapa del arte carolingio.

MINIATURA.
Destaca el papel del scriptorium de Aquisgrán y su influencia palatina que se difunde por los scriptoria alemanes y suizos, que se independizan posteriormente.

Hay dos tendencias en la miniatura carolingia, la palatina de tipo clásico, dividida en escuelas, y la tendencia más relacionada con la precarolingia (de influencia insular y continental), que no se divide en escuelas.

Los libros miniados son los textos de la Antigüedad clásica y, sobre todo, los litúrgicos, con evangelios, sacramentarios, salterios. En época tardocarolingia se ilustran también las biblias, cuando se crea una iconografía de poder, con la imagen del emperador en los Libros.

La ilustración se ubica en el Evangeliario según las normas insulares, en las cuatro hojas de portada y las cuatro de incipit con las iniciales, así como también en la página-tapiz. En cambo, no se ilustra el anagrama de Cristo, en la página llamada «ji-rho» de la miniatura insular (es un ejemplo de la mayor independencia respecto a los modelos paleocristianos).

Es muy novedosa e importante la sistematización de la decoración de los sacramentarios (en lo que sería un premisal). En miniatura precarolingia se decoraba una parte del sacramentario: la oración eucarística, el prefacio y el incipit. La novedad carolingia es que se decora la página de prefacio con una ligadura de letras, mientras que el canon missae se decora con el Vere Dignum (letras U D) y también se decora la página del canon con una letra T en forma de cruz (asociada a Cristo). Esta sistematización se transmite a la miniatura románica.

En la técnica se sigue la misma anterior de la aguada, salvo en el Salterio de Utrecht, que sólo usa la pluma y la tinta monocroma.

La recuperación de la figuración humana es su principal característica, en una parcial vuelta al clasicismo, en parte por la copia de obras bizantinas y en parte porque llegan artistas bizantinos, aunque hay siempre una estereotipación relativa en estas figuras, que no se confunden con las romanas.

Incluso en esta corriente clasicista los motivos ornamentales siguen los modelos insulares. En el Salterio de Dagulfo la cenefa tiene motivos vegetales, con la inicial decorada muy legible, siendo importante que las iniciales decoradas carolingias son reconocibles, lo que era siempre dudoso en la insular. Esto significa una clara separación de texto e imagen. Se recargan los motivos con elementos de oro (crisografía) y el fondo de color púrpura, que son rasgos imperiales.

Las escuelas principales de esta corriente clasicista son:

1) Escuela de Palacio, con dos scriptoria: A) Taller de Ada de Tréveris, B) Taller de Palacio de Aquisgrán.

2) Escuela de Reims.

3) Escuela de Tours.

Probablemente los Evangelios de Ada de Tréveris son anteriores a los de la escuela palatina. Destacan las imágenes del grupo de Ada, San Lucas y San Mateo [presentadas en una sola diapositiva], con el evangelista sentado en un trono con un marco arquitectónico de inspiración clásica, con un gran trabajo de la línea y colores azul, rojizo y amarillo. En esta escuela destacan el motivo del trono y el dibujo lineal, mientras que en la otra escuela palatina predominan el color y el volumen de inspiración clasicista. Este grupo de Ada de Tréveris marca el último tercio del siglo  VIII, con cambios en su evolución. Sabater incluye dentro de este grupo el Evangeliario de Godescalco, con la oriental Fuente de la Vida.

El grupo del taller del palacio de Aquisgrán, con el Evangeliario de la Coronación o de Carlomagno, será para Sabater el grupo de Ludovico Pío según la exposición de Porcher. Presenta sus característicos color y volumen, en pose ora frontal y ora de perfil, con las imágenes de los evangelistas San Juan (frontal), San Marcos (frontal) y San Mateo (en pose de perfil de escritor clásico escribiendo), con fondo de naturaleza esquemática. Debieron ser copia de modelos bizantinos.

La Escuela de Reims tiene el Evangeliario de Ebbon (o Ebbone), que nos muestra el mismo modelo clasicista bizantino del libro anterior, en el San Mateo, escribiendo de perfil, pero con un trazo nervioso, apasionado, expresivo. Es de principios del siglo IX. Destaca el paisajismo.

El Primer Salterio de Utrecht (c. 820-830), es un trabajo monocromo, a la pluma, con yuxtaposición de escenas en una misma página, lo que es un rasgo anticlásico. Pacht explica que se debe al contenido del Salterio, una compilación de salmos, de lenguaje alegórico y metafórico, lo que implica explicar e ilustrar ideas sueltas, sin continuidad del texto. Schapiro explica el dibujo nervioso por el intento de exponer la excitación mística del pintor, con expresividad.

El taller de Tours, de época tardocarolingia, de c. 840 a 900, con los mismos libros litúrgicos más la novedad de las Biblias. El modelo de evangelista es el mismo anterior, en el pupitre, con un lenguaje ya medieval, no clasicista, sin perspectiva ni naturalidad ni proporción de la figura. No hay referencias ni arquitectónicas ni de paisaje naturalista en una imagen que nos presenta (con dos registros) y un fondo neutro.

La Biblia de Carlos el Calvo. Destaca la Biblia de Tours (840), relacionada con los Beatos mozárabes, por la disputa adopcionista, y de ella sobresalen unas escenas del Génesis (en cuatro calles horizontales), con una gran eficacia didáctica. El Evangeliario de Tours presenta a San Mateo (muy sencillo, escribiendo, con un ángel arriba, separados por una franja roja).

En las biblias, como la de Viviano (846), que presenta al emperador Lotnio en su trono, se introducen imágenes del emperador en su trono, como una maiestas. Es una novedad que pasa al arte otónida. La ilustración está en el Libro de Lotnio.

Las obras de los centros periféricos sigue la tendencia de la miniatura precarolingia, al ser menos influidos por la Corte. St. Gall, Reichenau, Metz, Corbie... En Francia Poitiers (con Sacramentarios). Pervive lo merovingio en Francia, mientras que en Germania hay más influencia de la miniatura insular. Hay una nueva inmigración de artistas insulares, por los ataques normandos. Los elementos figurativos están más subordinados a la decoración, que transforma las figuras. Lo ornamental predomina, con vegetales, animales. Evangeliario de Flavigny (con sus rollos verticales). No se asimilan los modelos anteriores de un modo mimético, como se ve en las iniciales (que son legibles claramente). Se mantiene también la simbología imperial del color en el fondo púrpura (aunque no habrá crisografía en esta tendencia). Se ornamentan otras iniciales a lo largo del texto en los Evangelios, con pervivencia de lo merovingio (zoomorfia), o insular (no zoomorfia). Aparecen las iniciales historiadas, con el vacío de la letra para situar escenas pequeñas, como en el Sacramentario de Dagulfo (posiblemente de Metz). También hay iniciales habitadas, con el uso del propio cuerpo de la letra. De un Salterio de Corbie destaca otra inicial historiada.

EL ARTE CAROLINGIO EN ITALIA.

En Italia del Norte, hay una obra muy polémica, los frescos de Castelseprio, en la iglesia de Santa Maria Foris Portas, entre Pavía (capital lombarda) y Milán, de un claro retorno a la época tardorromana paleocristiana, con una datación polémica (siglos VI a X). Schapiro, en los años 50, apuntó a una filiación carolingia, la tesis más aceptada, sobre el siglo IX.

Hay una presencia (carolingia) en estos frescos de elementos arquitectónicos y paisajísticos, para separar o unir escenas distintas. Esto estaba ya presente en el Génesis de Viena y en el Salterio de Utrecht lo que lo vincula con la miniatura. Las caras son bizantinas, con una expresividad muy dinámica propia de la escuela de Reims. Hay refinamiento, espacialidad, contraste de luz y sombras, proporcionalidad de las figuras y el paisaje, con un esfuerzo de crear personalidades distintas (como el hombre viejo). Las formas son amplias como en el arte paleocristiano. Los frescos se adaptan a su marco arquitectónico pero sin distorsionarse.

Los temas son del NT, con algunas escenas de los Evangelios apócrifos, como la Ordalía del Agua (con el hombre viejo), un tema popular, lo que vincula estos temas a la época carolingia, La huida a Egipto, la Natividad, la Anunciación a los pastores, etc.

EL ARTE OTÓNIDA.

Introducción.
El imperio en la época de Otón I, ca. 960.
El arte otónida u otoniano toma su nombre de los tres soberanos llamados Otón y se desarrolló en Alemania durante el reinado de los emperadores sajones, desde 919 hasta 1002, Enrique el Pajarero (rey de Germania, 919-936), Otón I (rey de Germania desde 936, de Italia desde 951 y emperador, 962-973), Otón II (973-983), Otón III (996-1002). Les sucedieron los monarcas de otra dinastía, Enrique II (rey de Germania, 1002-1024 y emperador, 1014-1024), Conrado II (1024-1046), Enrique III (1046-1056).

El arte otónida se caracteriza por una tendencia áulica, al igual que el carolingio, patente sobre todo en las escasas pinturas y en las numerosísimas miniaturas. De gusto bárbaro aún, la predilección por el trabajo de los metales, los adornos de piedras polícromas y las filigranas, así como la miniatura son de herencia carolingia.

Durante el reinado de Otón II fueron particularmente evidentes las influencias bizantinas, que llegaron a modificar el repertorio iconográfico otónida. Este influjo bizantino fue directo, por medio de los matrimonios con princesas de Bizancio, e indirecto, a través del norte de Italia, donde la impronta oriental era muy profunda desde el siglo VI.
A pesar de estas influencias el arte otónida es novedoso, formándose en su tiempo las basess esenciales del arte románico. Los grandes centros culturales fueron las abadías de Reichenau, St. Gall, Tréveris, Colonia, Echternach y Ratisbona.
Arquitectura.
La arquitectura posee una personalidad muy diferenciada (la historiografía alemana le pone un sello claramente nacional) e intenta separarse de la gran influencia del mundo clásico. Prefiere los planos de grandes dimensiones, con tendencia a las plantas centrales, si bien se sigue también el tipo basilical benedictino. En los interiores la decoración es escasa y de gran austeridad.

Los templos generalmente se dividen en tres partes:

-La parte de la fachada principal forma un cuerpo occidental similar al Westwerk carolingio.

-Un cuerpo central, formado por tres naves con techumbre simple de madera, que presentan diferencias según la región donde se construye, diferencias que dan lugar a dos tipologías distintas, que articulan un espacio interior bien distinto: el tipo sajón, donde los soportes que separan las naves alternan un pilar y dos columnas; y el tipo renano, en el que la alternancia es más simple y consiste en un pilar por cada columna.

-La cabecera, que tiene un gran desarrollo. El altar generalmente se coloca en el centro del crucero y lo que es propiamente el ábside sirve de coro y por tanto es donde se colocan los monjes. Debajo de la cabecera, generalmente bajo el ábside central, aunque hay veces que también ocupa la parte baja del crucero, se alberga la gran cripta, para el culto a las reliquias.
Los ejemplos máximos son San Miguel de Hildesheim, San Ciriaco de Gernrode, las catedrales de Spira y Estrasburgo (muy modificada en época gótica), el cuerpo occidental de Essen, San Pantaleón de Colonia y la Capilla Palatina de Valkhof (Nimega).

La iglesia de San Miguel de Hildesheim es una obra maestra del tipo sajón. Se construyó entre 1001 y 1033 y quizá por influencia de la basílica paleocristiana de San Pedro de Roma, se organizó a partir del gran ábside occidental, acabado en torno a 1015, al que se accedía por un inmenso transepto. Debajo tiene una enorme cripta subterránea, a la que solo se podía acceder desde el exterior, a través de una puerta en el ábside. El transepto tenía dos torreones en los extremos para acceder a unas tribunas situadas en sus extremos y parece que desde un principio estas tribunas estuvieron cubiertas por bóveda de aristas.

La parte oriental repite el mismo modelo hipertrofiado de transepto, y probablemente el ábside oriental era una cabecera tripartita conforme al modelo benedictino. La disociación entre los elementos que forman el muro es enorme. Los capiteles son característicamente otónidas, con una forma cúbica en la que sus aristas inferiores se redondean.

El templo de San Ciriaco de Gernrode se construyó en dos etapas. En la primera, hacia el 961, parece que se creó la iglesia basilical con un gran transepto destacado que daba al ábside y que era del tipo de iglesia renana, diferente al tipo sajón. En esta etapa el paramento sería totalmente liso y ofrecería en la parte inferior los arcos de comunicación con las naves laterales y en la parte superior el registro de ventanas en la zona más elevada del muro.

En 971, gracias al patrocinio de la emperatriz griega Teofanos, la iglesia se reformó planteándose la existencia de una tribuna similar al modelo bizantino de matroneum. Se abrió un ábside contrapuesto en la fachada occidental además de puertas laterales en las naves. En el exterior se enmarcaron las ventanas de las naves laterales con una secuencia de arquerías ciegas, de probable influencia lombarda.
La catedral de Spira; planta y exterior. El paramento de la nave lateral y del transepto y el cimborrio, son de época posterior, en estilo románico, con arquillos ciegos y bandas lombardas.

La catedral de Spira es un templo de planta basilical cubierta con techumbre de madera en la nave central y con bóvedas de aristas en las laterales. Tiene un nártex, por lo que no hay ábside occidental, un transepto muy destacado en planta y un ábside oriental. La cripta ocupa todo la parte inferior del ábside y del transepto.

Cuenta con dos torres que enmarcan la cabecera con un carácter meramente decorativo. Destaca la articulación unitaria, del muro gracias a un arco que enmarca los dos cuerpos del paramento, un precedente del románico.

El exterior muestra la influencia de la arquitectura lombarda del norte de Italia, por lo que se cree que el templo fue remodelado en época románica, con torres similares a los campaniles raveneses y arquillos, galería enana y bandas lombardas.

El Cuerpo Occidental de Essen se construyó entre 973 y el 1002, tomando como modelo el Westwerk carolingio, aunque no es cuadrangular, sino que está configurado como la mitad de un hexágono. Presenta los tres pisos con un añadido románico. A los lados, se encuentran dos grandes torreones para poder acceder al cuerpo. El resto de la iglesia está muy remodelado en estilo románico.

La Capilla Palatina de Valkhof (Nimega) fue probablemente construida en 786 por orden de Carlomagno y reconstruida en época otónida. La destrucción casi total en 1795 impide apreciar hoy el que fue uno de los palacios de descanso preferidos de los emperadores carolingios y otonianos.

Escultura.
En escultura la obra maestra se halla en las puertas de bronce de la catedral de Hildesheim (1015), obra del obispo Bernward. También son de bronce la columna de Hildesheim y las puertas de Augusta.

Pintura.
La pintura conservada es escasa. Destaca el conjunto de pinturas murales de San Jorge de Oberzell.

Miniatura.
La miniatura, por contra, es de un valor extraordinario. Funde la expresión áulica bizantina con la influencia de la tradición carolingia, logrando un estilo cuyas figuras se caracterizan por un dinámico plasticismo expresivo.

Rasgos generales: la voluntad de volver al arte clásico, contrapuesto con un alejamiento de facto, al coger los modelos del arte carolingio, por tanto por una vía indirecta. Hay un dualismo clásico-medieval. Expresionismo en los rostros, con el uso del color. La escuelas son más eclécticas, de difícil clasificación. Es general la iconografía del poder, sin retratos.

Son varios los talleres de miniaturistas, entre los que destacan los de Reichenau y Echternach.
En Reichenau se halla el más importante. Al principio con influencia clásica, evoluciona hacia fondos de arquitectura, con iniciales decoradas con entrelazos. Abunda la iconografía del poder (Evangeliario de Otón III). Se realizó el Evangeliario de Otón III (Biblioteca de Múnich) de excelente iconografía del poder, con sus fondos dorados y la gestualidad de las manos;  y el Códice de Egberto (Biblioteca de Tréveris).

En Echternach se confeccionaron el Códice de Spira (Biblioteca de El Escorial, Madrid) y el Evangeliario de Gotha, en los que se toman motivos de tejidos de influencia bizantina.
Destacan las series de manuscritos conservados en Aquisgrán con los retratos de los emperadores y sus esposas.
Otros talleres son los de Hildesheim, con el Evangelio de San Juan; de Fulda, caracterizada por el movimiento, como se ve en el Leccionario; de Tréveris, en el que destaca el Maestro del Registrum Gregorii, con su composición de arquitecturas para los temas imperiales de iconografía del poder y el tratamiento del volumen de los personajes; de Colonia, con páginas decorativas al principio, como el Evangeliario de San Gedeón; de Ratisbona, cuyo Codex Aureus se hizo ya en época carolingia y se caracteriza por una ostentación de la riqueza, de influencia carolingia y bizantina.

Artes menores.
En metalistería destacan las enormes puertas esculpidas en bronce para las iglesias abaciales. Al parecer, este gusto llegó a través de Italia o por mediación de princesas bizantinas que tenían una relación muy estrecha con la abadía de Montecassino. Todo hace suponer que gracias a este contacto llegaron artistas bizantinos a la corte germánica y realizaron estas puertas conforme a las técnicas de fundición características del sur de Italia y del mundo bizantino. De resultas, en Alemania se creó una escuela de escultura en bronce que a su vez influyó en el este de Europa. Los talleres más importantes se establecieron en las regiones del Mosa y de la Lorena.
Destacan las puertas de San Miguel de Hildesheim, que miden más de 5 metros de altura y están fundidas de una sola pieza. Sus paneles son de excepcional calidad escultórica, con clara influencia bizantina.
El arte del marfil es muy importante, con el centro de Metz y las obras mejores son el frontal del altar de Magdeburgo (M. de Berlín) y el recipiente para el agua lustral del arzobispo Godofredo. Hay obras de tipo popular que anuncian el arte románico.
En orfebrería destaca el frontal del altar de Basilea (c. 1020), ejecutado en un taller de Reichenau. Otras obras son los cálices, relicarios y la corona imperial de Otón I, de oro repujado en piedras preciosas.

EL ARTE PRERROMÁNICO EN EUROPA.

El arte prerrománico es el arte de la Alta Edad Media desde mediados del siglo VIII a finales del siglo X e incluye el arte insular de Britania e Irlanda, el carolingio (incluyendo en su zona italiana al lombardo tardío), el otónida, más el asturiano y el mozárabe hispanos. Se acaban de fusionar en esros siglos las poblaciones germánica y romana, en un proceso favorecido por la definitiva cristianización de los invasores.

Es un periodo de cierta recuperación económica que se refleja en un aumento de las construcciones y en un «renacimiento» cultural promovido por la Iglesia y las monarquías altomedievales (que detentan el dominio sobre los asuntos eclesiásticos). La Iglesia tiene dos organizaciones: la eclesiástica de carácter jerárquico y la del monacato (que tanto influirá en el arte insular). Para Duby es un momento de mitificación de la Edad Clásica, con una voluntad de «volver atrás», una Renovatio promovida por una élite política y cultural, pero que convive con un arte popular en los centros alejados de la Corte y la influencia de la Iglesia, un arte popular que influirá decisivamente en el Románico.

No hay un único lenguaje artístico prerrománico, sino varios lenguajes, debido a tres factores:

- Las diversas influencias recibidas en cada región.

- La diversa importancia de la base germánica y romana. Hay un intento de fusión de ambas bases, que sólo se consumará en el Románico.

- La diversidad de los ritos religiosos en los diversos reinos, hasta la unidad de los ritos en la liturgia romana. Esta diversidad de ritos provoca un diferente sentido de la espacialidad arquitectónica.

La arquitectura busca soluciones nuevas, con mejor técnica respecto al periodo anterior, edificios de mayores dimensiones, el predominio del material de piedra sobre el ladrillo lo que marca la futura arquitectura occidental, el experimentalismo de la bóveda romana de piedra (sólo en espacios pequeños).

En las artes plásticas aumenta la frecuencia de la temática humana respecto al arte de las invasiones y se recupera el mosaico parietal y la escultura exenta (en objetos de pequeño tamaño en el arte carolingio).

A continuación se estudia este estilo solo en Italia. Se desarrollan las demás zonas en capítulos propios.

Introducción al prerrománico de Italia.

El arte prerrománico en Italia sucede al bárbaro de los pueblos ostrogodo y posteriormente lombardo, y se extiende entre los siglos IX y X, hasta la llegada del arte románico. Se caracteriza por una fusión de elementos paleocristianos, bizantinos, lombardos y carolingios, que a menudo se ha llamado simplemente arte lombardo, sin distinguirlo del arte lombardo de los siglos VI-VIII.
Hay que puntualizar que la península italiana se dividió en esta época en tres grandes partes, la bizantina cada vez más arrinconada en la costa y el sur, la lombarda todavía independiente en el interior del sur (el ducado de Benevento es su Estado más importante desde el 774) y la lombarda bajo dominio carolingio en el norte (más el ducado de Spoleto en el sur) desde la conquista de Carlomagno en 774.
En la zona de influjo bizantino, con Roma y Rávena como centros fundamentales, se transforma la base paleocristiana en las artes plásticas a la manera bizantina, pues Bizancio será un poder dominante en la política y la cultura, aunque también se dan más influencias, la ostrogoda en la arquitectura entre medias del periodo paleocristiano y del bizantino, y más tarde la lombarda, sobre todo en el norte.

El prerrománico insular (Islas Británicas)

Introducción.

El arte insular engloba al celta irlandés y al anglosajón cristianos y se extiende por las islas de Gran Bretaña e Irlanda, desde la segunda mitad del siglo VI hasta el siglo IX, coincidiendo su final con la llegada de la influencia del arte carolingio y el desastre de las violentas invasiones de los vikingos.

El arte insular tiene su foco inicial en la celta Irlanda, que evangeliza después y con ello extiende su arte por Escocia y el norte de Inglaterra, en el reino de Northumbria, con sus importantes scriptoria, y finalmente cristianiza el resto de Inglaterra.

En los siglos VII y VIII se forja la fusión cultural de los elementos celtas, germánicos, romanos y bizantinos, adaptando las tradiciones nórdicas a las nuevas funciones del arte cristiano y conciliando poco a poco las tradiciones hasta lograr una fusión plena en el Románico. cuando el arte insular impregna la cultura benedictina y a través de ella influye en toda Europa.

Las mejores aportaciones del arte anglosajón son los manuscritos iluminados con la interrelación texto-imagen a través de la inicial decorada, y las cruces monumentales con relieves. La mayoría de las obras son hechas por y para monjes, que las difunden por las islas y el continente, como demuestran los libros conservados en los monasterios fundados por monjes irlandeses en Bobbio, Echternach y Saint Gall, que fueron activos centros de la miniatura.
El arte insular no desapareció pese a la invasión de los vikingos o normandos. Su estilo resurge en ocasiones, e incluso en la Edad Contemporánea se han rescatado algunos de sus rasgos estilísticos.

El cristianismo insular.

En las islas británicas las herencias culturales celta y grecolatina se fundieron con la irrupción del cristianismo. El proceso de conversión se había iniciado durante la ocupación romana con la supuesta muerte de san Albán, primer mártir británico, en el siglo III. La invasión en el siglo V de los pueblos invasores germánicos, sobre todo jutos, anglos y sajones, comúnmente conocidos como anglosajones, hizo retroceder al cristianismo y a los britanorromanos.
Las misiones cristianas más importantes tuvieron lugar en los siglos V y VI, y después las figuras pioneras de san Patricio, san Columbano y san Niniano fueron decisivas. Irlanda recibe el cristianismo con San Patricio, difusor de un monacato oriental de carácter eremítico y ascético, con ritos religiosos propios, que incluyen rituales germánicos como la escritura rúnica. 

La estructura de la Iglesia celta de Irlanda y la insular en Britania fue diferente a la que se desarrolló en el continente. El sistema diocesano de la segunda fue eclipsado por una red de comunidades monásticas inde­pendientes. Entre las más importantes destacan las fundaciones de Iona en Escocia, y Durrow, Clonmacnois y Kells en Irlanda. Se fundaron rápidamente talleres donde realizar los manuscritos miniados, además de otros objetos litúrgicos necesarios para llevar a cabo su labor evangélica. Los artesanos monásticos utilizaron los estilos originales celtas que se habían desarrollado en los siglos anteriores, creando de esta forma una combinación única entre el arte pagano y el cristiano.

Por ello mantendrá su independencia respecto a la jerarquía romana, hasta que en el siglo VII surge un conflicto religioso entre la Iglesia romana y la insular, por cuestiones de jerarquía y ortodoxia, en una época en la que el monacato insular se extiende por el continente mientras que en sentido contrario los monjes benedictinos también fundan monasterios (con sus scriptoria) en las islas.
Ruinas de la abadía benedictina de Whitby. Fue fundada según el rito celta en 657 y en el periodo anglosajón se llamaba Streoneshalh. Los vikingos la destruyeron en 867 y 870, por lo que apenas quedan restos de entonces en sillares y lápidas. Se reconstruyó en el siglo XI y se reformó después en el estilo gótico que hoy se contempla.

En el 663 la monarquía de Northumbria unifica temporalmente Inglaterra e impone el rito y la estructura religiosa romanos en el Sínodo de Whitby (664), por ser más favorables a sus intereses centralizadores, y obliga al monacato insular a adoptar la regla benedictina, con su liturgia romana jerarquizada y la escritura latina. La Iglesia insular aceptó la liturgia romana y se sometió gradualmente al control del papado. 

Empero, hay resistencias culturales y artísticas a esta penetración latina, por lo que subsiste parte de la iconografía insular (sobre todo la decoración con entrelazos), incluso en el siglo IX, así como incluso hay influencias islámicas y bizantinas en la decoración de la miniatura.

Sorprendentemente, la influencia latina en las islas sirvió para incrementar la influencia del arte insular en Europa. Roma, reconociendo la alta calidad de los scriptoria (talleres de los amanuenses monásticos) irlandeses y del reino de Northumbria, envió libros y códices manuscritos para que se copiaran en dichos lugares. Éstos, a su vez, fueron utilizados por grupos de misioneros que salieron de Inglaterra para llevar a cabo nuevas conversiones en las antiguas tierras celtas de las actuales Francia, Alemania y Suiza.

La miniatura insular.

Los amanuenses de los monasterios crearon en los siglos VII y VIII magníficos evangeliarios y la miniatura de estos códices está considerada a menudo como la más definitiva y hermosa del arte cristiano celta e insular .

Sin embargo, debido a las coincidencias entre las escuelas de los celtas irlandeses y de los anglosajones de Northumbria, algunos estudiosos opinan que el término “hiberno-sajón” es más acertado que el de “celta”. Otros autores prefieren describir todos los manuscritos de Gran Bretaña e Irlanda como “insulares”, en oposición a los “continentales”.

Desde que en el 432 San Patricio introdujera el monacato en Irlanda los scriptoria de los cenobios vivieron una intensa actividad, dedicados a la copia de los manuscritos que contenían la ciencia clásica y cristiana y sobre todo a la decoración (iluminación) de estos manuscritos con la inserción de bellísimas miniaturas. Los abades, como Benedict Biscop, viajaban con frecuencia por el continente, con el fin de conseguir manuscritos antiguos para copiarlos en su texto e ilustraciones. De ello se pasó pronto a realizar ilustraciones originales, como las del Codex Aureus, con dos evangelistas pintados con gouache, con la aureola de oro y la grandiosidad de los emperadores romanos. El periodo que transcurre entre mediados del siglo VII y el primer tercio del siglo IX es la época culminante de esta labor decorativa, con una concepción muy ornamental del trabajo artístico, manteniendo la geometría y la zoomorfia, mientras se incluye paulatinamente la figura humana dentro de este esquema ornamental general. 

Une a los tres evangelios insulares más relevantes, el Libro de Durrow (c. 675), los Evangelios de Lindisfarne (c. 698) y el Libro de Kells (c. 800), el que en los tres aparecen elementos de diferentes culturas fusionados con éxito. Se aprecian las influencias de la escultura bizantina, los manuscritos coptos, los mosaicos romanos y los textiles persas. Por otra parte, las características celtas se observan a la perfección tanto en las páginas iniciales, donde la decoración se prodiga tanto en las letras mayúsculas e iniciales del manuscrito, como en las decoraciones que se extienden a lo largo de páginas enteras. En ellos se interpreta la evolución final del arte celta iniciado en la primitiva cultura de La Tène.

Características permanentes de la miniatura son:

-Hay dos tendencias, una de carácter lineal (relacionada con el pasado local) y otra de carácter humanista (relacionada con Roma y Bizancio).

-Hay una predilección por el Evangeliario, como libro favorito de los misioneros, en las cuatro versiones oficiales aceptadas por la Iglesia (no las apócrifas), recogidas en un solo volumen, que tiene una planificación total.

-El desarrollo de una ilustración caracterizada por la fusión del texto y de la imagen, con la inicial ornamentada, ya que antes la imagen era independiente del texto. En la escritura antigua se escribía seguido sin puntos con letras minúsculas. En la paleocristiana se forma la imagen de la letra mayúscula al hacer mayor la primera letra de cada párrafo.

-Junto al desarrollo de la inicial ornamentada, abundan la abstracción geométrica y los motivos zoomórficos entrelazados, como en los Libros de Kells y Durrow.

Hay tres etapas cronológicas: 1) siglos VI-VII, 2) VIII, 3) IX.

1) La primera etapa es arcaica y transcurre desde mediados del siglo VI hasta finales del siglo VII. Motivo de ingreso en el texto, con iniciales en diminuendo. El Libro de Durrow sigue el esquema básico de los Evangeliarios: página-tapiz, hojas de portada (cuatro), páginas de Incipit (cuatro), con una gran inicial ornamentada, página ji-rho. Tiene pocos motivos figurativos y zoomórficos, salvo los humanos de los Evangelistas, representados también como animales. En estas iniciales y en las páginas-tapiz la decoración es geométrica (de tradición céltica), con predominio de la curva, frontalidad, reducida gama de colores, linealidad en el dibujo. El Libro de Echternach es del mismo estilo.

2) Segunda etapa, en el siglo VIII. El Libro de Lindisfarne cuenta con figuras humanas de cada Evangelista más realistas, de influjo latino y bizantino. Es un intento de conciliar la tradición figurativa grecolatina con la tradición germánica, pero sin una fusión: sólo se suman las dos tendencias.

3) Tercera etapa, en el siglo IX. El Libro de Kells es más barroquizante, ina síntesis de la tradición decorativa y geométrica insular y de la tradición figurativa grecolatina, que nació en el Libro de Lindisfarne (2ª etapa) y supera el arcaísmo de los libros de Durrow y Echternach (1ª etapa) de mayors linealidad e hiperdecorativismo.

Las tres etapas de la miniatura.

Hay tres etapas cronológicas: 1) siglos VI-VII, 2) VIII, 3) IX.

La primera etapa, desde mediados del siglo VI hasta finales del siglo VII, tiene el motivo de ingreso en el texto, con iniciales en progresivo diminuendo para facilitar la lectura de la entrada en el texto (un modo normal en la escuela insular). Los motivos son muy simples: espiral, curva, animales, con pocos colores: amarillo, naranja-rojizo, negro, blanco, verde.

El Libro de Durrow (en Northumbria, seguramente hecho por monjes irlandeses, aunque pudo hacerse en Irlanda) del siglo VII, c. 680, en la Biblioteca del Trinity College de Dublín, contiene unos Evangelios en latín según la Vulgata latina escritos en letras mayúsculas. Cintas de colores, entrelazadas, rodean los símbolos de los evangelistas (muy estilizados) o decoran las letras iniciales.

Tiene ya el esquema básico de los Evangeliarios, con:

A) La página-tapiz, la primera de cada Evangelio (cuatro), totalmente ornamental.

B) Las hojas de portada (cuatro), en cada principio de un libro de los Evangelios, que representan al evangelista correspondiente, su símbolo, o ambos juntos. Destaca San Mateo, con su forma muy primitiva, frontal, excepto las cortas piernas vistas de perfil, con vestidos llenos de adornos geométricos.

C) Las páginas de Incipit (cuatro), a cada principio de cada libro, que se inician con una gran inicial ornamentada, única o un monograma (ligadura de letras). A partir del Libro de Kells, en la tercera fase, la inicial del incipit acaba invadiendo toda la página y se convierte en otra página-tapiz.

D) También se decora la página ji-rho, en el Evangelio de San Mateo, en el pasaje del Nacimiento de Jesús, llamada así por llevar un monograma de Cristo, el crismón.

El Libro de Durrow carece de motivos figurativos, salvo los humanos de los Evangelistas (como San Mateo, en figura de monje tonsurado con vestido en damero, con planismo), representados también como animales (Marcos es el león, Juan es el águila, Lucas es el toro), con una posible influencia del trabajo germánico de metales. Tiene iniciales legibles, en los incipit, con diminuendo de las palabras siguientes. En estas iniciales y en las páginas-tapiz la decoración es geométrica (de tradición céltica), con predominio de la curva, en los círculos entrelazados, espirales, peltas (formas lenticulares en forma de cachemir), dameros en los vestidos.

En resumen, se destaca la frontalidad, la reducida gama de colores, la linealidad y la curvatura del dibujo. Hay pocos elementos zoomórficos (los símbolos de los Evangelistas). El San Mateo está tratado esquemática y ornamentalmente como un monje celta, no como en la tradición latina, con alas. [Sas-Zaloziecki, Arte paleocristiano, 194-201 y Durliat, Introducción al arte medieval..., 24-27].

El Libro de Echternach. Posiblemente hecho en Northumbria, c. 680, según Schapiro, sigue la tradición del Libro de Durrow, siendo polémica su atribución a la primera o a la segunda etapa. Es una copia de un modelo griego, lo que explica sus rasgos latinos. La portada tiene un león (San Marcos) cuya figura se integra en el esquema ornamental lineal rectangular, y cuyos pelos son todos similares (muy geométricos) con una ornamentación exterior de entrelazado muy minucioso. San Mateo está formado con peltas (formas como lágrimas), en un esquema ornamental como el anterior.

2) Segunda etapa, en el siglo VIII (c. 698-740), con el Libro de Lindisfarne, también conocido como los Evangelios de Lindifarne, el libro más famoso e importante de las miniaturas insulares. Toma su nombre del célebre monasterio en una isla de Northumbria, el primero que fue arrasado por los vikingos en 793. Se conserva en el British Museum. Fue escrito y pintado por Eadfrith, obispo de Lindisfarne entre 698 y 721 y es un Evangeliario con miniado en tres tipos de páginas: páginas-tapiz, iniciales de cada Evangelio y los cánones.

Tiene cinco páginas-tapiz decoradas completamente, con una gran cruz, con fantástico entrelazado.

En las páginas iniciales de cada Evangelio se incluyen las figuras humanas de cada Evangelista (como en el Codex Aureus), más realistas, con un naturalismo de influjo latino y bizantino, perceptible en que hay palabras griegas (hagios: santo) en las páginas ilustradas. Las cuatro figuras de los Evangelistas están acompañadas (es una excepción) de sus signos sobre sus cabezas en sus respectivas páginas (San Lucas con el toro alado, San Marcos con el león). Están sentados, en posición de tres cuartos de perfil, sin frontalidad, nimbados y cubiertos de vestiduras abundantes. Los rasgos del cuerpo son conseguidos con motivos ornamentales sinuosos (como olas).

En los cánones hay decoración de estructuras arquitectónicas de columnas y arcos, adornados con entrelazados y animales.

En los incipit y en las páginas ornamentadas las letras son poco legibles, con decoración aún más curvilínea, con elementos zoomórficos distorsionados formando la letra: «metamorfosis caleidoscópica», como letras acabadas en cabezas. Hay también motivos geométricos, muy minuciosos e intrincados.

El Libro de Lindisfarne es un intento de conciliar la tradición figurativa grecolatina con la tradición germánica, pero sin una fusión: sólo se suman las dos tendencias.

3) La tercera etapa, en el siglo IX, es paralela al arte carolingio. Se pierden los rasgos propios, como evidencia el Libro de Kells, compuesto en los cenobios de Iona y Kells, probablemente entre 760 y 820, al final tal vez por los monjes huidos de los raids vikingos a partir del 800. Hoy se conserva en el Trinity College de Dublín. Sus láminas miden 33 x 24 cm y la caligrafía y la decoración se hicieron sobre vitela gruesa y barnizada.

El Libro de Kells pertenece a una fase hiperdecorativa, barroquizante, de la miniatura insular, siendo una síntesis de la tradición decorativa y geométrica insular y de la tradición figurativa grecolatina, que nació en el Libro de Lindisfarne (2ª etapa) y supera el arcaísmo de los Libros de Durrow y Echternach (1ª etapa), al desarrollar una mayor linealidad e hiperdecorativismo.

La caligrafía, de autor distinto al iluminador, es redonda y uncial (mayúsculas del tamaño de una pulgada), como los mejores manuscritos irlandeses.

Contiene el texto de los cuatro evangelios. Cada evangelio va precedido de un retrato de su autor y una lámina con los símbolos de los cuatro evangelistas en cuatro rectángulos insertos en una cruz inserta a su vez en un rectángulo.

La letra inicial de cada evangelio ocupa toda una lámina y aparece recubierta de ornamentación hasta hacerse irreconocible. Se añaden elementos zoomórficos en las iniciales, propios de esta fase de intenso barroquismo de la ornamentación.

La figuración humana (también hay ángeles) es más abundante que en los textos anteriores, hasta ser el motivo predominante del Libro, no sólo en las portadas sino en hojas nuevas repartidas en el Libro (con las Tentaciones de Cristo, El Prendimiento de Cristo, San Juan, la Virgen con el Niño, San Mateo al lado de su incipit), por la influencia carolingia de otros libros litúrgicos (los Salterios). La influencia (a través del monacato) de manuscritos coptos y sirios es evidente en este figurativismo. No hay un dominio de la perspectiva unitaria, sino perspectivas distintas para partes distintas del cuerpo.

La influencia (mutua) de la orfebrería celta en la miniatura es manifiesta en los numerosos rectángulos y cuadrados (como cloisonnés) que se individualizan en los ejes que vertebran la decoración. Otra influencia celta es el intenso entrelazado que rodea las figuras (aunque el entrelazado es originariamente oriental), muy frecuente en los trabajos metálicos y las cruces de piedra. Las líneas dobles y espirales celtas se alargan indefinidamente y se transforman en figuras animales o humanas que quedan enlazadas y sufren metamorfosis: pájaros, víboras, hombres distorsionados en lucha, en posiciones acrobáticas... Los ilustradores irlandeses enseñarán a los románicos a tomar las figuras humanas o animales y deformarlas según exija la ornamentación o la curva del capitel.

Durliat resume que su dibujo es muy caligráfico, con colores suntuosos y figuras de un aspecto petrificado que sugiere majestad y el misterio de lo sagrado.

La influencia insular en la miniatura de Europa.

La ilustración de manuscritos desde esta época se caracteriza por la relación texto-imagen mediante las iniciales decoradas de diversos tipos (zoomórfica, vegetal, historiada), que se aplican primero a los Evangeliarios y otros Libros litúrgicos, en época carolingia a los Sacramentarios (misales) y a los Salterios (salmos), en época tardocarolingia a las Biblias y en el Románico a las grandes Biblias y luego a todo tipo de Libros (como los de Horas y Corales).

En definitiva la miniatura insular influye en el arte carolingio, al proporcionar formulaciones modélicas de la misma importancia que las de Bizancio o del arte paleocristiano, hasta que a finales del siglo VIII surge la influencia benedictina.

Antes de la época carolingia hay otras obras de miniaturas en Europa, en los países merovingio, lombardo y alemán, influidas por la miniatura insular, pero que poseen rasgos propios en lo decorativo, por lo que no se sabe si son obras de artistas anglosajones que trabajan en el continente o si son de artistas locales. La teoría de que son obras de una escuela de miniatura merovingia o lombarda es poco aceptada, por lo que se la llama precarolingia.

Se trabaja el Evangeliario y el Sacramentario, del cual se decoran dos hojas:

1) El Prefacio (con una función similar al Incipit) en el Canon Missae (que se lee antes de la Eucaristía) en el principio y luego en la mitad del Libro. La página del Prefacio es como un frontispicio con un arco que incluye una cruz con ornamentación geométrica y zoomórfica (que ahora predomina sobre la geométrica, al revés de la anglosajona del Libro de Kells), con animales enfrentados (como en los sarcófagos de Rávena). Hay bestias y pájaros del Bestiario. En resumen, siempre domina el centro el motivo de la Cruz en sus páginas, con decoración zoomórfica predominante.

2) La inicial del texto, en la hoja que sigue al Prefacio. Las iniciales son zoomórficas (no geométricas como en la miniatura anglosajona), con peces articulando las letras (metamorfosis caleidoscópica), con algunos elementos vegetales.

Como ejemplo de la prolongación de esta influencia tenemos el Libro de San Jerónimo, una Coral del siglo XV, que nos muestra tres rostros, juntos en una inicial historiada, de modo que el espacio interior se aprovecha para poner una escena.

La arquitectura insular.

La arquitectura anglosajona es muy pobre, por la falta de una fuerte jerarquía religiosa, por lo que sólo tenemos pruebas de cabañas y de pobres edificaciones de piedra de baja calidad construidas cerca del 700 y muy reformadas en la Edad Media, que tenían naves longitudinales, pórticos laterales, presbiterios cuadrados y ábsides. Pero las fuentes escritas nos informan de que había iglesias mucho mayores, con hasta 30 altares (primera catedral de York). Ya tardías son las torres cilíndricas de los cenobios irlandeses y las torres anglosajonas, como la de Earls Barton, de formas lignarias, en las que la piedra ha sustituido a la madera.

Las cruces celtas.

Durante su largo proceso de conversión al cristianismo, los misioneros cristianos entre los celtas irlandeses y escoceses buscaron adaptar más que destruir los monumentos paganos. Se supone que el mismo san Patricio aprobó la costumbre de esculpir cruces sobre los monolitos paganos. Entonces, cuando los conversos empezaron a levantar sus propios monumentos, esta práctica asumió una mayor dimensión artística. De este modo, hubo un periodo de transición entre los sencillos motivos gra­bados y las tallas más complejas en bajo relieve, hasta que finalmente se esculpieron las mismas piedras adoptando la forma de cruces.

En Irlanda y en los lugares más lejanos del norte de Gran Bretaña, donde las legiones romanas no llegaron, el repertorio estilístico de estos primeros monumentos siguió el del estilo de La Tène. Las cruces presentan los mismos motivos de espiral, entrelazo y trabajos de nudos que los trabajadores del metal habían utilizado durante generaciones. Finalmente, estos motivos fueron reemplazados en las grandes cruces de los siglos IX y X, donde aparecen escenas bíblicas esculpidas sobre la piedra. Estas excelentes realizaciones anuncian la tendencia hacia un arte figurativo que marcó el declive de la influencia celta.

La escultura en relieve insular.

En el arte insular tenemos un antecedente de la escultura monumental en las cruces religiosas en piedra, que se cree servían de paradas de los monjes en las procesiones rituales.

Las formas son variadas, en tres fases cronológicas:

1) Las primeras, en el siglo VI y principios del siglo VII, son del tipo estela, baja y maciza, con una cruz labrada. El entrelazo geométrico domina. [Durliat: en el siglo VII se combinaba la voluta de parra siria todavía con los detalles celtas].

2) Las segundas, del siglo VII, antes del 662 (fecha del Sínodo de Whitby, que introdujo la figuración humana) son más elevadas y culminan con una cruz, a veces inscrita en un círculo, con motivos geométricos (entrelazos) y zoomórficos, sin motivos humanos y sin narración.

3) Las terceras, desde el 662, son las más evolucionadas, con figuras humanas, hasta las últimas, de finales del siglo VII, que tienen una minuciosa narratividad, en Muirdach, Bewcastle (Cumberland) y, sobre todo, la de *Ruthwell (al sureste de Dumfries). Esta cruz, bien estudiada por Schapiro, tiene formas escultóricas de clara influencia latina en la figuración, como la excelente figura de Cristo sobre dos fieras (del Evangelio de San Marcos, el triunfo sobre las fieras del desierto), con grupos humanos realistas, como un arquero (símbolo de fuerza) que apunta hacia el Cielo. Empero, la decoración es céltica, con una inscripción rúnica (del poema El sueño del crucifijo, sobre el Triunfo de la Cruz), y otras latinas en las esquinas verticales. Casi todas las cruces se coloreaban.

En el siglo IX, por influencia de los recién convertidos daneses, se empleó en las cruces la roseta tallada. En Irlanda destaca la cruz de Moone (condado de Kildare), que en su base tiene las figuras de Cristo y los Apóstoles, muy estilizadas.
Artes menores.
Hay numerosas obras de orfebrería y metalistería, generalmente joyas y armas halladas en tumbas como ajuar funerario, así como cálices, relicarios y cruces asociadas al culto cristiano. La orfebrería está decorada de un modo similar que la miniatura, con dibujos y adornos con una limitada versatilidad de diseños, fundamentalmente nudos, entrelazos, espirales y formas en espiga, pero llevaron a cabo una adaptación del uso de los mismos en una enorme variedad de objetos, desde las espadas y las monturas de los carros a las cubiertas metálicas o de piel de los manuscritos.

Las órdenes religiosas de misioneros encararon objetos de metal realizados en el estilo de La Tène de los primitivos celtas.

Los cálices y las patenas descubiertos en los tesoros de Ardagh y Derrynaflan se ajustan a los requisitos litúrgicos normales, aunque luzcan la decoración típica de La Tène.

Los relicarios celtas, sin embargo, fueron más especiales. Los cumdachs presentaban forma de caja para albergar los grandes evangeliarios, que fueron en sí mismos venerados como objetos sagrados. Otros tenían forma de tejados a cuatro aguas, y esta disposición se imitó en las cumbreras de muchas cruces celtas.

Los relicarios irlandeses posteriores adoptaron formas más individualizadas, como un cinturón, una campana, o un brazo humano, pero acabaron sucumbiendo a las influencias introducidas por los invasores vikingos.

ARTE PRERROMÁNICO EN LA PENINSULA IBÉRICA: EL ARTE HISPANO-VISIGODO.

Introducción.

Los visigodos dominaron militarmente la mayor parte de la península ibérica en el siglo V, desde que entraron en ella en 415 para expulsar a los vándalos y los alanos, y posteriormente volvieron en 456, cuando el rey Teodorico derrota a los suevos en Astorga y la mayor parte de la Hispania romana queda bajo la dominación visigoda. Los suevos fueron rechazados a los suevos hasta la provincia de Gallaecia (Galicia y norte del actual Portugal), donde tuvieron un reino durante 170 años, desde 415 hasta 585.

Los godos no tuvieron durante su primer siglo en Hispania una presencia humana importante, pues la inmensa mayoría vivían en el sur del río Loira en la Galia, esto es en el llamado reino de Tolosa (actual Toulouse). Esto cambió tras la derrota y muerte del rey Alarico II en 507 en la batalla de Vogladum (actual Vouillé) a manos de los francos de Clodoveo I, que contaba con el apoyo de los galorromanos católicos.

Los godos trasladaron su capital a Narbona (507-531) y en esa época los visigodos abandonaron progresivamente la Galia, donde solo conservaron la pequeña región de Septimania (también llamada Narbonense por su capital, Narbona; es la parte sur del actual Languedoc), y se establecieron en la península ibérica, sobre todo en las llanuras de la actual Castilla así como en las ciudades de Toledo (su nueva capital desde 531), Tarragona, Córdoba y Mérida, más unos pocos puntos estratégicos.

Una minoría de unos 200.000 godos de religión cristiana de la secta arriana, de los cuales unos 30.000-40.000 eran guerreros, dominó a una población hispanorromana de entre dos y tres millones de personas según las mejores estimaciones (algunos autores exageran hasta incluso cinco o siete millones, pero es muy improbable), de religión católica. Al principio la segregación étnica y legal fue rotunda y buenas pruebas de ello son los dos códigos que convivieron durante decenios, uno para cada comunidad, o que en las principales ciudades, como Barcelona, hubiera dos obispos, uno arriano y otro católico.

El carácter electivo de la monarquía goda favoreció la formación de facciones entre los nobles que desencadenaban guerras civiles por el trono y la intervención de tropas extranjeras en apoyo de los bandos. Destaca que por la rivalidad entre Agila y Atanagildo, y a petición de este último, llegaron a España tropas del Imperio Bizantino que se apoderaron durante largo tiempo de la franja costera entre Murcia y Cádiz (555-624).

La arquitectura del siglo VI.

La mayoría hispanorromana mantuvo vivo en los siglos V y VI el arte paleocristiano anterior, tanto en la arquitectura como en las artes plásticas, y durante estos doscientos años recibieron las influencias bizantina (en especial a través de la zona costera que Justiniano había recuperado a mediados del siglo VI) y paleocristiana del norte de África (la mayoría refugiados del reino vándalo).

Fueron muy pocos los edificios nuevos debido al descenso y la pobreza de la población y se evidencia la continuidad del arte hispano-romano de estilo paleocristiano en las ruinas de Cabeza de Griego en Saelices (Cuenca), hacia el año 550 con una planta basilical de tres naves y una cabecera con ábside ultrasemicurcular; en la ciudad de Recópolis (Guadalajara, fundada en 578 por Leovigildo, con una iglesia de culto arriano de una sola nave, pórtico externo y recintos añadidos en el crucero; y hay también algunos restos menores en Toledo.

La escultura y la orfebrería del siglo VI.

En cambio, en la comunidad visigoda en el siglo V no hay el arte reconocible y todavía en el siglo VI la producción artística es de escasa relevancia, salvo en la escultura y la orfebrería, y desconocemos si hubo construcciones propias, apuntando los autores que lo más probable fue que se reconvirtieran algunos templos hispanorromanos de culto católico al nuevo culto arriano.

Con todo, hay que destacar que de toda la escultura del siglo VI de los pueblos germánicos la más innovadora es la hispano-visigoda, en la que cumple una función ornamental subordinada a la arquitectura, como demuestran las piezas en el Museo de Mérida, con cimacios, canceles, jambas... Los motivos son hojas de viña, rolleos circulares de influencia latina, cimacios geométricos (con forma y función de casetones), canceles con fajas de variada decoración vegetal esquematizada, rosetas, pavos reales... Las principales características son el horror vacuii, la talla a bisel, la decoración lineal y plana de motivos vegetales y geométricos, y las influencias bizantina y oriental.

La orfebrería es de extraordinaria calidad y nos ha dejado abundantes restos en forma de fíbulas y broches.



La fusión hispano-visigoda del siglo VII.

En el siglo VII, en cambio, la situación es muy distinta. A la expansión territorial sobre el reino suevo y parte del territorio bizantino encabezada por el rey Leovigildo (573-586) le sigue la unificación religiosa por el rey Recaredo (proclamada en 587 y reafirmada en 589) y después se logra fundir las dos comunidades de hispanorromanos y visigodos en todos los ámbitos, lo que renueva las artes y la cultura al fundir elementos de ambos pueblos, al tiempo que continúan llegando las influencias norteafricana, oriental y bizantina.

La Iglesia se revitaliza en una estrecha alianza con el Estado y absorbe funciones políticas y legislativas, que se manifiestan en los Concilios de Toledo. Se recopilan los textos antiguos y patrísticos. San Leandro y San Isidoro serán las grandes figuras intelectuales del periodo. Las Etimologías de San Isidoro tendrán una difusión extraordinaria hasta Santo Tomás de Aquino e influyen en la iconografía del arte hispano-visigodo. El monacato en su vertiente eremítica alcanza su máximo auge en la Alta Edad Media.

Pero las disputas por el trono persistieron y la última fue decisiva, entre el rey Rodrigo y los partidarios de los hijos del anterior rey, Witiza (710-711), pues en apoyo de estos desembarcaron las tropas musulmanas que iniciaron con su victoria en el Guadalete (711) la conquista del reino para el Islam.

LA ARQUITECTURA HISPANO-VISIGODA DEL SIGLO VII.

Introducción.

En el siglo VII se siguieron edificando edificios según modelos paleocristianos, pero también aparecen edificios de un estilo nuevo, que funde elementos visigodos, paleocristianos o bizantinos. No tenemos restos estructurales de edificios hispano-visigodos en la capital de Toledo ni en las otras grandes ciudades, pues aunque tenían los mejores templos estos fueron destruidos en los siglos siguientes, por lo que hoy restan apenas elementos como columnas, pilastras y canceles. Por ejemplo, la actual basílica de Santa Leocadia de Toledo, construida en el reinado de Sisebuto (612-621) es muy posterior a la época visigoda, en estilo mudéjar del siglo XIII, y solo se conservan algunos relieves visigodos en la torre y la fachada.

Sí se conservan algunas innovadoras iglesias rurales de los eremitas, sobre todo en el norte de la Meseta, que constituyen la primera variación innovadora del arte de las invasiones respecto a la arquitectura paleocristiana. Hay también algunos restos de arquitectura civil en Mérida y Toledo, las dos principales ciudades del reino visigodo.

La arquitectura hispano-visigoda del siglo VII es un antecedente directo del estilo prerrománico, tanto asturiano como mozárabe, gracias tal vez a que se difundió el mito del precedente visigodo como legitimador de la monarquía en la España cristiana medieval. Además, influyó en la arquitectura mozárabe pues la constante restauración de los edificios por los hispanorromanos en época islámica permitió que no se olvidaran sus técnicas. También influyó en el arte hispano-musulmán mediante el uso del arco de herradura; incluso el tipo magrebí de mihrab procederá del ábside visigótico, con un arco de herradura bajo en la entrada.

Características generales.

Sus características principales son:

-La tipología de la planta eclesial cuenta con tres modelos:

1) La planta basilical clásica, muy abierta. Tiene un espacio interior de gran claridad y apertura, con ligeras modificaciones. Los mejores ejemplos son San Juan de Baños, San Pedro de Balsemao y Alcalá de Gazules.

2) La planta cruciforme, de cruz latina, con un espacio muy compartimentado, en San Pedro de la Nave, San Pedro de la Mata, Santa Comba de Bande y Quintanilla de las Viñas.

3) La planta centralizada de cruz griega, inscrita o no en un cuadrado, de influencia oriental, con el mejor ejemplo en San Fructuoso de Montelios (Portugal).

-El espacio es muy compartimentado, con cabecera, cámaras y canceles (pretiles con función de transepto).

-La cabecera, a veces cuadrada, siempre tiene el ábside orientado al este, está abovedada y termina en testero recto.

Generalmente a ambos lados de la cabecera aparecen dos cámaras que compartimentan todavía más el espacio. A veces comunican con el ábside por entradas muy pequeñas y se ha interpretado que cuando la abertura al ábside es la de un vano de dimensiones normales la cámara pudiera ser una sacristía, pero cuando es excesivamente reducida pudiesen ser celdas monásticas en donde los monjes eremitas realizaban penitencia.

A veces las cámaras (o camarillas si son muy pequeñas) no están al lado del ábside sino del presbiterio, en el pórtico e incluso sobre la bóveda del ábside, a donde se accede por una escalera de mano. Son de dudosa función; se ha insinuado que tal vez tendría esta compartimentación, tan frecuente en Hispania, una función religiosa de liturgia secreta. Parece que las cámaras en el suelo serían residencias de los monjes (Palol, Yarza, Schunk), pero las del piso superior es más probable que tengan una función simbólica (Yarza) o un simple granero (Schunk).

-Se emplean buenos materiales, como el sillar, bien cortado y escuadrado, con aparejo de soga y tizón, montado a hueso (sin unión por argamasa) en grandes paramentos, aunque las hiladas son irregulares. En ocasiones se usa el ladrillo. Sillería y ladrillo son herencia de la arquitectura romana; San Isidoro muestra su contento por el retorno a la «buena construcción romana», a excepción de alguna cubierta de bóveda con ladrillo o madera.

-Los muros son gruesos, por lo que no se necesitan contrafuertes exteriores (sí los hay en San Juan de Baños), y tienen pocos y pequeños vanos, lo que explica que la luz de los templos sea muy escasa. En el ábside normalmente hay una sola ventana, de tamaño mayor que las otras.

-Se utiliza la bóveda, aunque la cubierta en las naves es plana, realizada en madera. Hay bóvedas para los pequeños espacios más importantes, el ábside y el crucero. Los tipos de bóvedas son de medio cañón (la más usual) y de arista; hay cúpulas vaídas en los cruceros.

-Se utiliza el arco como elemento de soporte principal, configurando unas arquerías clásicas romanas apoyadas en pilares y en columnas sólo decorativas. Los arcos son de medio punto y, sobre todo, de herradura. El arco de herradura, una herencia de la arquitectura hispano-romana, es menos circular que el islámico, con un centro alzado un tercio del radio y un trasdós desviado puesto que cae recto a partir de la circunferencia; el arco cuenta con doble dovela como clave (es la denominada “ausencia de clave”).

-Los capiteles pueden ser de orden corintio muy esquemático o el de tronco de pirámide invertido, de influencia bizantina.

-Según los textos de San Isidoro la belleza del edificio radica no tanto en la buena estructura o en su distribución como en su adorno, por lo que decoraron los muros con frisos a base de elementos geométricos o florales repetitivos, tallos ondulantes de vid y estrellas o figuras de animales; se cubrieron grandes superficies con artesonados de madera dorados; se usaron mármoles en los canceles, en las placas, en los muros, en los iconostasios y en las columnas, para lo que se aprovecharon los materiales de mármol de antiguos edificios romanos; y además se disponía de una multitud de lámparas votivas, velos colgantes y objetos sagrados.

San Juan de Baños.

La iglesia de San Juan de Baños de Cerrato, en Palencia, fue erigida hacia 661 por el rey Recesvinto. Se discute su novedad: para Palol es una mera iglesia paleocristiana y para Yarza es el primer ejemplo de arquitectura hispano-visigoda. El consenso actual es que es muy original y representa la conjunción entre dos tendencias características de la época altomedieval: la continuidad de la planta basilical de origen paleocristiano, con una cabecera rectangular tripartita, representativa de la influencia oriental y africana; y la nueva corriente visigoda que tiende a la ruptura de la planta basilical mediante el empleo de arquerías con arcos de herradura que compartimentan el espacio.

Tiene una planta de tres naves, con una original cabecera con ábside rectangular y dos cámaras al final de los dos lados del crucero y sin comunicación con el ábside principal. La cabecera tripartita es, pues, muy compartimentada, sin claridad visual.

El volumen interior se refleja en el exterior, dotado con contrafuertes, y tiene pórticos adosados a las naves laterales y a los pies de las naves.

Tiene arcos de herradura sobre columnas monolíticas de mármol con capiteles corintios, cubierta plana de madera y una espadaña (añadida en el periodo del arte asturiano).

La decoración es austera: cruz en la dovela central de la entrada, friso en pared absidal con motivos geométricos, rosetones, y cancel con calado. Los muros lisos alternan con bandas decorativas. Los temas más frecuentes son las combinaciones de círculos, reticulados, aspas y otras combinaciones geométricas elementales. Se puede observar una composición homogénea y rigurosa de círculos secantes que crean cuadrifolios.

Santa Lucía del Trampal.

La iglesia monacal de Santa Lucía del Trampal, en Alcúescar (Cáceres) no estuvo documentada hasta 1981 (por el profesor Juan Rosco y su esposa Luisa Téllez) y tiene una datación dudosa. Unos autores la datan en el siglo VII y otros la consideran mozárabe del siglo IX. Los sillares tienen inscripciones de una diosa prerromana, Ataecina, lo que sugiere que se cristianizó un santuario pagano.

Tiene una planta de tres naves muy estrechas, separadas entonces por pilares que ya no existen, un estrecho coro central que comunica con un crucero, y un cabecera tripartita, con tres ábsides rectangulares exentos (independientes) muy semejantes a San Juan de Baños.

Disponía de pórticos laterales con compartimentos monásticos, formando una estructura muy compleja, que fue simplificada en una reconstrucción en el siglo XV que elimino las arquerías de separación de las naves, dejándola en una nave única cubierta por arquerías ojivales de un típico estilo gótico.

San Fructuoso de Montelios.

La iglesia de San Fructuoso de Montelios, en Portugal, fue construida en la segunda mitad del siglo VII, por orden del propio San Fructuoso, obispo de Braga, siguiendo los modelos del mausoleo de Gala Placidia y San Vital, ambos en Rávena, para ser enterrado en él.

Es el primer edificio cruciforme de esa época y su estructura en cruz griega dio origen al grupo de iglesia visigodas cruciformes, seguida por Santa Comba de Bande, que también pertenecía al obispado de Braga.

Los cuatro ábsides son rectos en el exterior, mientras que en el interior tres son semicirculares ultrapasados y el otro, que sirve de acceso, es recto. Los brazos de la cruz tienen exactamente la misma longitud de 13 metros.

Santa Comba de Bande.

La iglesia de Santa Comba de Bande (Orense) está construida con grandes sillares graníticos, y pese a sus reformas posteriores todavía se adivina su compartimentación interior gracias a la armónica conjunción de volúmenes.

La planta del tempo es cruciforme inscrita en un rectángulo, del que sobresale el ábside cuadrangular. Posee un atrio a los pies que se comunica con sendas habitaciones laterales. La zona cuadrada central se cubre con un gran cimborrio, con bóveda de aristas. El ladrillo de la bóveda contrasta con los sillares del muro.

Tiene una planta de cruz griega, anteriormente inscrita en un cuadrado o rectángulo. Tenía cámaras laterales al presbiterio que compartimentaban el espacio, y una cámara suprabsidal (para Schunk era solo un granero).

Los arcos de herradura son relativamente bajos, sostenidos sobre dobles columnas de función decorativa. Los volúmenes escalonados se iluminan con una luz irregular por las ventanas.

Las dos naves cruzadas se cubren con cuatro bóvedas de cañón con forma de herradura, construidas con ladrillo del tipo romano. Así, el sistema de bóveda de cañón cubre la nave, el ábside y los brazos del crucero, menos en el cimborrio del crucero, que cuenta con bóveda de arista con ladrillo (para Yarza posterior; para Palol y Schunk de la misma época visigoda).

Cuenta con una sobria decoración escultórica en unos pocos capiteles, cimacios, el cancel y un friso.

El templo y la escultura del siglo VII de San Pedro de la Nave.

San Pedro de la Nave (Zamora) es el mejor modelo, por su excelente conservación, de la segunda mitad del siglo VII. Fue una iglesia monasterial y en época contemporánea ha sido desmontada y trasladada con motivo de la construcción de un embalse, lo que ha favorecido el conocimiento de la excelente calidad de sus sillares grandes y bien tallados, así como sus interesantes innovaciones arquitectónicas, destacando la búsqueda de la verticalidad y la evolución en el arco de herradura, y sus numerosas esculturas.

Su original planta de cruz griega, inscrita en un rectángulo, con los pies de la iglesia mirando a Occidente, es un compromiso entre la planta basilical hispano-romana con sus tres naves longitudinales y la planta visigoda muy compartimentada mediante cámaras en el transepto y sobre el ábside rectangular (una típica cámara supraabsidal no accesible desde el interior) que finaliza la nave central, que sobresale en altura sobre las laterales, las tres con cubierta plana sin bóveda, con una torre cimborrio en el crucero.

Tiene pilares, columnas decorativas, arcos de herradura con esculturas longitudinales. Se reutilizaron los capiteles corintios.

La escultura ornamental más destacada del arte hispano-visigodo es la de San Pedro de la Nave. Son relieves planos que descuidan las proporciones y mantienen rasgos muy primitivos en la cabeza y los pies de perfil y el cuerpo de frente, los ojos almendrados, el esquematismo, el seguimiento de la ley de adaptación al marco arquitectónico y los primeros capiteles historiados. Son características que pervivirán en el Románico.

Se han distinguido dos talleres, uno arcaizante y el del maestro de San Pedro de la Nave.

1) El taller arcaizante desarrolla motivos geométricos y vegetales, y los coloca en los frisos del muro absidal, en la pared del transepto y algunos capiteles.

2) El Maestro de San Pedro de la Nave sobresale por sus relieves figurativos, que están en los nuevos capiteles (de tipo bizantino) del crucero y en las basas de las columnas. Destacan los relieves de los Cuatro Evangelistas en las basas. En los capiteles historiados (los primeros) de las columnas en las naves hay temas bíblicos como el Sacrificio de Isaac con la Mano de Dios, y el Sacrificio de Isaac y Daniel en actitud orante en el foso con dos leones. Aparecen los rostros de los apóstoles Pedro, Pablo, Tomás y Felipe y otros santos, más una notable decoración vegetal y zoomórfica. En los capiteles más próximos al presbiterio hay decoración bizantina con animales, con unos rostros desconocidos.

La iconografía es de discutido origen. Para Fontaine (1972) se resuelve con la ordenada ubicación de los motivos: figuración a los pies de la iglesia, disminuyendo su presencia en dirección al altar, como símbolo del acercamiento o de elevación a lo sagrado. La fuente de esta iconografía (según Yarza) es el libro de las Etimologías de San Isidoro que explica que la base de la Iglesia son los Cuatro Evangelistas (por ello figuran en las basas).

El templo y la escultura del siglo VIII de Quintanilla de las Viñas.

La iglesia del monasterio de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos) fue construida a finales del siglo VII o a principios del siglo VIII, aunque tal vez la obra fue suspendida por la invasión islámica y se completó en época mozárabe, y de ella sólo queda parte de la cabecera de planta rectangular con ábside y el crucero con parte del transepto, porque al parecer las naves se desplomaron en el siglo XIV.

Originalmente, este templo debió pertenecer a un monasterio, lo que explicaría sus grandes dimensiones, con tres grandes naves (a tenor de las huellas de los pilares del suelo y la cimentación), un transepto y una cabecera con ábside rectangular. El interior debió estar muy compartimentado, probablemente debido al complejo rito hispánico de celebración de la misa.

Los materiales son grandísimos sillares de caliza y arenisca colocados a hueso (sin argamasa, al modo visigodo).

Destaca por su escultura en la que se mezcla la influencia oriental con la visigoda y que está repartida en los frisos que anillan el edificio y los arcos de herradura del interior. Es de relieve muy plano, con representación frontal y de perfil a la vez, con esquematismo de los rasgos faciales y de las manos.

En el exterior de la cabecera y los muros del crucero hay tres frisos con una lacería de motivos vegetales como árboles, flores y racimos dátiles u uvas; animales como pájaros (espléndidos los faisanes) y cuadrúpedos; y motivos geométricos y monogramas de tradición bizantina.

Los arcos de herradura del interior también están decorados con vegetales, animales, figuras humanas y decoración de soga, con una novedosas representaciones cristológicas, con temas como la Luna y el Sol, de influencia bizantina (el modelo eran monedas), situados en clípeos con ángeles a los lados; un Jesucristo rodeado de ángeles.

Resaltan las dovelas del arco triunfal decoradas mediante roleos con racimos, aves y palmetas.

También destacan los bloques o sillares que funcionan a modo de capiteles (capiteles-imposta), y los bloques de sillares tallados con ángeles y personajes bíblicos.

Los dos bloques que soportan el arco triunfal son similares, con parejas de ángeles sujetando sendos medallones, un medallón para el sol y otro para la luna; esta iconografía proviene de Bizancio, de la Patrística y de San Isidoro con la asociación de Jesucristo/Sol e Iglesia/Luna.

Otros dos bloques presentan ángeles en los laterales son ángeles y en los frontales unos personajes, probablemente uno es Cristo portando una cruz y el otro una mujer, tal vez María.

Como se ha indicado, exteriormente, la cabecera y muros del crucero de la iglesia de Quintanilla de las Viñas también cuentan con tres bellos frisos escultóricos con

LAS ARTES MENORES. LA ORFEBRERÍA HISPANO-VISIGODA.

Se trabajó con gran calidad la cerámica, el vidrio, el tejido, la metalistería (armas) y la orfebrería.

De la excelente orfebrería del siglo VII nos han llegado abundantes restos debido a las ocultaciones de tesoros que provocaron los continuos conflictos dinásticos y, sobre todo, la invasión musulmana. A la base de metal le añaden esmaltes con la técnica de esmalte en frío: encajan en un agujero hecho en el metal el esmalte previamente realizado. La utilización de diferentes piedras, llamadas cabujones, de diferentes colores ha hecho que se le llame “estilo coloreado”.

Hay dos grupos: objetos litúrgicos (cruces procesionales y ofrendas votivas en forma de coronas), objetos de adorno personal (fíbulas, pulsera, collares, pendientes...).

Las numerosas fíbulas para abrochar la ropa se clasifican en dos tipos:

-Fíbula de puente: que tiene dos piezas, una rectangular y otra cuadrada unidas por un elemento curvado. El ejemplo que vemos es una Fíbula de hoja o puente, en bronce, losa. Rota la paleta. Altura: 72 mm. Probable procedencia de Castiltierra (Museo Lázaro Galdiano, Madrid).

-Fíbula aquiliforme: con forma de águila, que se relaciona con la imagen del dios Odín, sobrecargada de esmaltes. El ejemplo que vemos son las de Alovera (Guadalajara) siglo VII (museo Arqueológico Nacional de Madrid).

Los mejores tesoros de objetos litúrgicos son los de Guarrazar y Torredonjimeno.

El Tesoro de Guarrazar (649-672) fue enterrado durante la ocupación musulmana por unos clérigos visigodos en el monasterio de Santa María de Sorbaces, en la Huerta de Guarrazar, cerca de Guadamur, localidad a pocos kilómetros de Toledo, donde fue encontrado a mediados del siglo XIX y se han perdido algunas piezas por robos y ventas parciales. El conjunto fue donado entre otros por los reyes Suintila y Recesvinto a la iglesia de Toledo como ofrendas votivas. Está compuesto por cinco cruces y seis coronas en un estilo bizantino con influencias germánicas y estaban destinadas a ser colgadas del techo. Son de oro repujado, con piedras preciosas y cristal de roca sin tallar; con perlas, cadenas y letras colgantes que constituyen los epígrafes.

La pieza más sobresaliente de Guarrazar es, sin duda, la corona de Recesvinto, que tiene veintitrés letras que forman la frase RECCESVINTHUS-REX-OFFERET.



El Tesoro de Torredonjimeno (Jaén) es también del siglo VII e igualmente fue escondido de los musulmanes, hasta que fue hallado en 1926. Tiene al menos 35 cruces y fragmentos de otro centenar. Destaca la magnífica Cruz de Torredonjimeno, realizada en oro con incrustaciones. 

EL ARTE MOZÁRABE.

Introducción.

El arte mozárabe es el realizado por los constructores y artistas cristianos en Al-Andalus y por los emigrados del territorio musulmán a los reinos cristianos del norte, en los que se aúnan características del arte hispano-visigodo e islámico, junto a influencias bizantinas, carolingias, asturianas. Se considera que su datación se extiende por los siglos VIII a X y que su mejor periodo es esta última centuria.

LA ARQUITECTURA.

La arquitectura mozárabe se desarrolla sobre todo en el siglo X. Se caracteriza por el influjo islámico, con una pervivencia de la tradición visigótica, con elementos del arte carolingio. Hay una gran anarquía constructiva, con gran variedad de tipos, debido a la división política del norte cristiano de España. En la zona islámica tenemos los tempranos edificios de las iglesias de Bobastro (en Huesca) y de Santa Maria de Melque (Toledo), en el siglo IX, todavía de fuerte influencia visigótica.

Es característico el arco de herradura, más cerrado que el visigótico, con un alfiz islámico. El pilar compuesto es frecuente. Las columnas son monolíticas, de capitel corintio visigótico bizantinizante, con collarino de doble soga. Las bóvedas son de cañón y las cúpulas son sobre todo de gallones y de nervios, y también las hay de cascos, capialzadas y vaídas. Hay pocos contrafuertes, pero los muros son muy gruesos para compensar esta debilidad. Los materiales son modestos: de mampostería, ladrillo y sillar.

Las plantas son de reducidas dimensiones, de plantas latina o griega, con una o varias naves, y las estructuras son muy complicadas, con superposición de volúmenes, con muchos espacios pequeños, con altas cubiertas de valor constructivo y decorativo a la vez. El espacio interior es, por consiguiente, muy compartimentado, con cámaras de planta cuadrada o rectangular y canceles en el suelo.

Los aleros y cornisas (con canecillos) tienen como soportes a modillones de rollos islámicos, decorados con rosetas y otros motivos tallados a bisel visigóticos.

La iglesia del monasterio de San Miguel de Escalada (León) fue erigida hacia el año 900 por monjes cordobeses huidos de la represión religiosa, que montaron un conocido scriptorium monacal. Es el mejor modelo de la arquitectura mozárabe, con sus proporciones armoniosas debido a la división de la nave en tres espacios, los dos mayores con dos cuadrados perfectos de desiguales dimensiones. El cuadrado mayor es la nave principal, mientras que el menor, la iconostasis, se proyecta en su diagonal en un ábside lateral perteneciente al primer espacio, en la cabecera. Todo esto implica la típica compartimentación hispánica (Chueca).

Es de tres naves, tiene cabecera tripartita con ábsides de planta de herradura, con una iconostasis en el crucero en nivel alto, con canceles. El interior tiene un paramento liso, columnas con capiteles corintios que soportan arquerías de arcos de herradura. Cubierta de madera a doble vertiente en la nave central. A los pies hay un contraábside, para uso de panteón.

Cuenta con un precioso pórtico exterior lateral de sentido longitudinal, con 11 arcos de herradura. Los volúmenes exteriores ascienden con un movimiento rítmico. Las ventanas son de diversos tipos: con dobles arcos de herradura inscritos, peraltadas, geminadas en la parte baja.

La decoración en relieve de la iconostasis tiene tallos recurvados, con frutos y pájaros enfrentados.

San Cebrián (o Cipriano) de Mazote (Valladolid) es una basílica con crucero bien marcado al exterior, con los extremos cerrados en semicírculo. Perdido el ábside, conserva aún el contraábside. Hay un relieve con los bustos de dos personajes, con rigidez bizantina, así como uno pocos capiteles y canceles mozárabes.

Santiago de Peñalba (León) es de una sola nave, cruz latina exenta, con excelente cúpula gallonada en el crucero y contraábside para función de enterramiento.

San Baudel (o Baudilio) de Berlanga (Soria) cuenta con una planta cuadrada, con una enorme columna en el centro, que se abre en arcos de herradura como las ramas de una palmera. Encima de la columna hay una cámara aislada (posiblemente para el tesoro). Los dos arcos torales inscritos del ábside son arcos de herradura. Las bóvedas de los espacios pequeños son nervadas, al modo islámico. Las columnas que sostienen la tribuna situada a los pies para los monjes tienen arcos de herradura muy abiertos (casi peraltados). En el exterior destacan sus modillones de rollos en la cornisa.

Otros edificios son San Miguel de Celanova (Orense), muestra de la difusión por el Noroeste, y San Millán de la Cogolla (Logroño), con sus bóvedas nervadas y modillones cordobeses.

LA MINIATURA.

Desde fines del siglo IX la actividad miniaturista de los artistas mozárabes alcanza su cima. Los monasterios serán centros muy activos en la creación de miniaturas, que tienen un gran papel en la difusión cultural.

Hay dos ámbitos: el dominio islámico en el que destacan los códices andaluces y toledanos, y el dominio castellano con sus notables Beatos.

Las miniaturas mozárabes son casi todas ilustraciones del Apocalipsis de San Juan y de los comentarios a este texto de Beato, abad del monasterio de Liébana, de Asturias, redactado antes del 785, para combatir la herejía adopcionista y que devino el texto más ilustrado de la España medieval. Por ello se les llama Apocalipsis del Beato de Liébana.

Los Beatos ilustrados de los siglos X y XI son unos 28, completos o en fragmentos. El más antiguo conservado es el Beato de la Pierpont Morgan Library, miniado por el monje Magius c. 926 (originario de Córdoba, muerto en 968), posiblemente en el monasterio de San Miguel de Escalada. Emeterio, discípulo suyo, acabó en 970 el Beato de Tábara. Emeterio, Senior y la pintora Eude terminaron en 975 el Apocalipsis de Gerona. En museos y bibliotecas se conservan casi todos.

También se iluminaron Biblias, como la de la Catedral de León, c. 920, pero no tuvieron el mismo éxito.

En sus colofones hay abundantes datos sobre la fecha del manuscrito ilustrado, el lugar y a veces los nombres de los escribas-pintores, como prueba de su conciencia de ser artistas, como Vigila, que se autorretrata.

La temática abunda en el Diablo y el Infierno, como contraste con el Bien, para un público popular.

La escuela mozárabe tiene características que la diferencian de las otras escuelas europeas: su cromatismo y expresionismo, con ilustraciones de figuras fantásticas, alejadas del naturalismo clásico. Este gran énfasis en el cromatismo y lo expresivo le diferencia del excelente dibujo anglosajón.

No hay perspectiva, superponiéndose las figuras para dar una ilusión espacial. El dibujo, firme y redondeado, aunque de sólo regular calidad, está cargado de un intenso dramatismo. Los rostros tienen ojos de exorbitada mirada. Los rostros son frontales. Los pies están separados.

Hay pervivencias hispano-visigóticas, con entrelazado laberíntico, con terminaciones zoomórficas (de origen carolingio o irlandés) y motivos islámicos: ornamentación, arcos de herradura, vestidos...

Es el más antiguo ejemplo de un ciclo de imágenes religiosas realizadas en la Alta Edad Media. Son obras imaginativas y fantásticas, no narrativas-descriptivas (de acuerdo fielmente a un texto). Son imágenes-comentario (según Grabar), que se inspiran libremente en las obras científicas antiguas, como en árboles genealógicos, perspectivas desde un borde de la página, mapas geográficos con personajes y escenas, etc. Este modelo mozárabe será muy imitado en la Edad Media europea.
Además, el detallismo del mobiliario, del vestido, etc., es una preciosa fuente histórica (como comentaba el historiador Claudio Sánchez Albornoz) para el conocimiento de la vida cotidiana de la época. 

ARTE PRERROMÁNICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: EL ARTE ASTURIANO.

Introducción.

La arquitectura del arte asturiano se desarrolla en los siglos VIII y IX, en el reino de Oviedo, luego llamado de Asturias, uno de los principales reductos cristianos en la España dominada en su mayor parte por los musulmanes.Las influencias predominantes en el arte prerrománico asturiano son la tradición romana, la céltica (motivos de soga), la carolingia y la bizantina (verticalidad).

Características de la arquitectura.

Prevalece el tipo basilical, elevado, con cabecera por lo común tripartita (que no existía en la arquitectura visigótica), con ábsides rectangulares (como los visigóticos, al contrario de los semicirculares carolingios), el central con una cámara secreta en lo alto, sólo con acceso exterior, para el tesoro. Es frecuente un largo pórtico lateral, con funciones de habitación y enterramiento.

Los materiales son de menos calidad que el visigótico, con mampostería por lo común, con sillares en los contrafuertes y esquinas. Se compensa esta pobreza de material con medallones, alfices y celosías, junto a las pinturas.

Se usa la bóveda de medio cañón, a veces peraltada, para los espacios pequeños, en el periodo de Alfonso II, mientras que en el de Ramiro I cubre toda la nave, apoyada en arcos fajones, en pilastras interiores y en contrafuertes exteriores (a veces llamados estribos por su escaso resalte).

Las columnas son sustituidas generalmente por pilares sin capitel. En los edificios con columnas, estas sostienen arcos de medio punto peraltados (por lo común). El arco de herradura es poco frecuente y no es decorativo. Los fustes son estriados en espiral. Se usan capiteles corintios y de pirámide invertida (de influencia bizantino), con motivos de cuerda.

Evolución.

Durante el reinado de Silo (774-783) se edifica la iglesia de Santiañes de Pravia (la primera capital), con la primera cabecera tripartita y un pórtico habilitado como panteón real, con decoración visigótica.

Alfonso II (793-842) edifica entre otras la Cámara Santa, San Tirso y San Julián de Prados, ambas en Oviedo.

La Cámara Santa, como es llamada la capilla de Santa Leocadia, con dos naves superpuestas, de la que se ha conservado la inferior, habilitada como cripta o panteón (¿inspirada en la iglesia paleocristiana de La Alberca?).

San Tirso tiene una ventana de tres arcos abarcados por un recuadro (alfiz) de influjo islámico.

La iglesia de San Julián de Prados (Santullano, cerca de Oviedo) es el mayor templo prerrománico de España, con un amplio crucero. La cabecera tripartita de ábsides rectangulares es cuadrada por fuera, con esbeltas pilastras y celosías geométricas. A los pies hay un vestíbulo exterior. El sistema de soportes tiene grandes pilares, de tradición romana. Hay arquerías ciegas en el interior y abundantes estribos en el exterior. La cubierta es de madera. Hay una habitación sobre el ábside (¿para un monje?), sin comunicación con el interior. En el lado del Evangelio del crucero (a la izquierda de los fieles) hay una habitación alta, como posible tribuna real. Los materiales son muy pobres en el exterior, con sillares en las esquinas y sencilla mampostería o sillarejo en el pedimento.

La decoración de pintura es bellísima, con motivos geométricos, de entrelazado, vegetales, cruces, piedras..., imitando el estilo pompeyano de las incrustaciones. La figura humana es muy escasa. Lo más notable es la pintura arquitectónica, ilusionista, con una perspectiva que asemeja real, de inspiración romana. Los edificios se refieren a las Siete Iglesias y los cortinajes son una versión de la iconostasis bizantina.

San Pedro de Nora, con habitación supraabsidal.

Santa María de Bendones, con cabecera tripartita (típica del arte asturiano).

San Miguel (Orense), es un pequeño edificio, ejemplo de la influencia asturiana en Galicia. Hay arcos de herradura insertos en otros y en un alfiz. Cúpula gallonada. Las paredes interiores cuentan con impostas que decoran el muro.

Destaca el periodo de Ramiro I (842-850), llamado ramirense, con una decoración escultórica ligada a la arquitectura, sin la reutilización de materiales romanos y visigodos del periodo anterior:

Santa María del Naranco, fue el palacio real (Aula Regia), como un doble mirador en los extremos, salón alargado para las fiestas y como capilla, con planta inferior para sala de baños. Se inspiró en la Cámara Santa, con sus pisos superpuestos, unidos por escaleras exteriores, pero en la tradición de los palacios romanos. La sala grande tiene bóveda de cañón, apoyada en arcos fajones que descargan dentro en columnas y fuera en contrafuertes (estribos numerosos pero poco robustos, como casi todos los asturianos). Las columnas (con fustes estriados en espiral) están unidas por arcos y sus capiteles son macizos. La decoración escultórica tiene medallones en el nacimiento de los arcos fajones.

San Miguel de Lillo fue la iglesia del palacio. Se conserva sólo su monumental fachada, con poderosa elevación, soportada por contrafuertes. Hay una tribuna detrás de la fachada. Es del mismo arquitecto anterior. La decoración en relieve de las jambas de la puerta es muy plana, con figuras humanas y animales, de una escena romana de circo. La pintura tiene figuras humanas, con un estilo cercano a las miniaturas.

Santa Cristina de Lena, con el tramo anterior al altar en alto, separado por una cancela o iconostasis (la compartimentación es un rasgo pronto general del arte asturiano), perforada por tres arcos con celosías, separando la nave para los fieles y el presbiterio para el clero. A los pies hay una tribuna.

Alfonso III (866-916) manda edificar el monasterio y la iglesia de San Salvador de Valdediós, con el mismo modelo de San Miguel de Lillo, pero basilical, con cabecera tripartita, de ábsides rectangulares. Cuenta con una perfecta bóveda y los primeros arcos de herradura de influencia mozárabe. Hay un pórtico lateral cubierto por fajones apoyados en columnas. Hay la misma tribuna a los pies.

San Adriano de Tuñón es muy rústica y modesta.

ARTE PRERROMÁNICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: ARTE EN CATALUÑA 

El arte medieval catalán se divide en tres grandes etapas: prerrománico, románico y gótico.

Para comprender mejor sus inicios se debe tener en cuenta los siguientes elementos:
  • La anterior presencia y ocupación romana como un periodo homogeneizador. 
  • Con los visigodos pervivirá la herencia romana. 
  • La influencia y conquista musulmana (desde el 715 hasta mediados del siglo XII, al menos en parte de Cataluña).
Sólo durante la Reconquista será cuando se concreten los elementos distintivos de los diversos reinos en los que se dividirá la península Ibérica, combinado con un proceso de cristianización, que se arraiga en las montañas entre la población autóctona poco romanizada y las poblaciones visigodas huidas y refugiadas del invasión musulmana.
Mientras que en el reino de Castilla se hizo primero una repoblación con hombres libres y sólo al final se feudalizará el sur, en Cataluña es distinto: hay un proceso claramente feudal, impulsado por los nobles carolingios fruto de una conquista que busca una frontera segura frente del Islam e incorpora todo tipo de elementos de la estructura del Imperio Carolingio. Las razias musulmanas realizaban incursiones y ataques en el reino Franco (siglo VIII) y la respuesta franca fue la conquista de Gerona (785), Barcelona (801) y otros lugares hasta el Llobregat, constituyendo la Marca Hispánica, ddividida en cinco condados: Barcelona, ​​Gerona, Ampurias, Rosellón y Urgell-Cerdaña. Los condados estaban gobernados por los condes (funcionarios nombrados por los reyes francos), asistidos por un número de aristócratas intermediarios (vizcondes, veguers, jueces, etc.), conviviendo con propietarios libres (de la población anterior) y grandes propietarios (desde los mismos condes y altos funcionarios hasta la Iglesia), en una situación que se prolongó hasta el siglo XI, cuando ya dominó plenamente el feudalismo. Mientras, la Iglesia creaba una estructura territorial con obispados y parroquias.

La crisis del Reino Franco en los siglos IX-X y la inseguridad por las razias de Almanzor, hicieron que los condes intentaran hacer hereditarios sus cargos ya desde finales del siglo IX (con Wifredo el Velloso) aunque continuaron dependiente de los reyes hasta el 985, cuando los francos denegaron a Borrell II la ayuda necesaria para rechazar a Almanzor.

Las interpretaciones.

Durante la Edad Media en Cataluña hay una voluntad de continuidad de los elementos formales del Bajo Imperio Romano, para volver a los orígenes.

Históricamente se pueden señalar las siguientes etapas:

Bajo Imperio en los siglos IV-V.

Dominio e integración visigoda en los siglos VI-VII.

Dominación musulmana del sur en los siglos VIII-X, junto al dominio carolingio en el norte en los siglos IX-X.

1) El profesor Palol piensa que la población, a la caída del Imperio Romano, está constituida por campesinos huidos de Francia o de las llanuras hacia las montañas, entre la que penetra el cristianismo desde el siglo III, dando un arte paleocristiano que profundiza elementos tardorromanos con elementos cristianos, en mosaicos, sarcófagos, esculturas, etc. Sobre todo desde 313 (Edicto Milán).

En el siglo IV los talleres romanos exportan a Cataluña los sarcófagos en San Félix de Gerona, casi todos de friso continuo o también de estrígiles, con menos naturalismo. Los sarcófagos de Tarragona también destacan. Luego los talleres locales sustituirrámel lugar a los talleres romanos, ya en el siglo V, dejando el relieve tridimensional por biselado en dos planos, con esquematización y elementos geométricos. En los siglos V-VI aparecen influencias norteafricanas y de Oriente. Se conserva el mausoleo de Centcelles (en Tarragona), como una gran villa de la época.

2) La invasión visigoda se estudia en dos tendencias:

A) Visigodos como clase dirigente que no introduce cambios en la población,

B) Una alianza (tesis de Miquel Barceló) de los visigodos con la nobleza autóctona de terratenientes, para crear una nueva clase dirigente, perviviendo la antigua estructura territorial, el fisco y la administración, como por el cristianismo, que será la ideología jerarquizante y que tendrá una fuerte impronta en el arte.

En los siglos VI-VII aún pervive el arte paleocristiano (con soluciones constructivas tardorromanas) entre los visigodos, porque sólo tienen un arte utilitario, con influencias germánicas posiblemente en la esquematización y la geometría aplicadas a la decoración, nunca a la arquitectura.

3) En cuanto a los musulmanes no dejaron una obra significativa, sobre todo porque su poblamiento en Cataluña fue muy débil y la dominación poco duradera. Sólo hay debate sobre la posible influencia posterior de los mozárabes en el arte catalán.

4) El período de los siglos IX-X ha sido estudiado por muchos investigadores: Josep Puig i Cadafalch, y Gómez Moreno defendieron la presencia de influencias de mozárabes y carolingios, pero ahora se rechazan estas teorías (Xavier Barral, Yarza).

Así el presunto mozarabismo, centrado en el uso de los arcos rebasados ​​(de herradura) sería: A) pervivencia de lo romano (Dalmases, Pitarch), B) arquitectura procalifal (Cirici Pellicer), con una técnica de arcos de herradura que llevarían constructores emigrados o por intercambio cultural, C) el mozarabismo se daría sólo en Castilla y León (Yarza), mientras que a Cataluña llegarían artistas cristianos que habrían contemplado edificios visigóticos, en un intercambio cultural y económico.

También ahora se descarta la influencia carolingia, cuando una corriente historiográfica la defendía, por la presencia técnicas de construcción en los aparejos, con sillares en las esquinas, pero hoy se piensa que es una tradición tardo-romana.

Las teorías actuales, seguidas por Dalmases y Pitarch sobre todo, destacan que tan solo se han estudiado los restos conservados, que no eran los más importantes en ese momento: son pequeñas iglesias, casi siempre rurales, olvidando los núcleos principales que fueron destruidos o en los que se superpusieron construcciones posteriores hasta desfigurar los mismos. Pero hay dos casos excepcionales que se han conservado: el Conjunto de Tarrasa (siglo IX) y la iglesia del monasterio de San Miguel de Cuixà (siglo X).

Para estudiar estas y otras obras del periodo se cuenta con la documentación de las concesiones de privilegios por los condes y reyes, para fundar iglesias o monasterios, que contaban con inmunidades y privilegios por tres motivos básicos: A) la evangelización, B) el control de una población rural, y C) para crear nuevos núcleos de población, como comunidades estables, bien administradas, donde se cultivarán las tierras.



ARQUITECTURA

La arquitectura conservada del período es fundamentalmente religiosa.

En la arquitectura civil sólo cabe citar los restos del posible palacio de un terrateniente, el Palacio Viejo de la Coma de Bergús. El probable palacio es de siglo X, único en su tipo en la península y fue descubierto en el Puig y Palà en Cardona por un grupo de arqueólogos de la Universidad de Barcelona, ​​dirigido por J.I. Padilla. Existe documentación del año 981, de los que los vizcondes de Osona y donde se cita que tuvieron una gran propiedad en Bergús (Cardona). El conjunto tiene una torre circular, rodeada por viviendas. Al sur de la torre aparece una habitación de 3 x 7 metros, con muros de 90 y 100 cm, que podría ser la principal del palacio.

La tipología.

Se dividen las iglesias del siglo X en pequeñas y grandes:

A) Pequeñas: Sant Quirze de Pedret, San Genís las Fuentes, San Andrés de Sureda, San Julián de Boada, Santa María de Marquet, San Miguel de Olèrdola (estas dos añadidas por Yarza), las de Tarrasa.

B) Grandes (de las instituciones monásticas): San Miguel de Cuixà (en Conflent), Santa María de Ripoll (reformada en el siglo XI, por el abad Oliba), San Martín de Canigó (más del siglo XI realmente).

El Conjunto de iglesias de San Pedro de Tarrasa (Barcelona) tiene una larga historia. Desde el año 450 al menos fue una sede episcopal importante (se celebró un concilio en 614) pero parece que las construcciones más antiguas que se conservan son posiblemente del siglo X (posiblemente rehechas encima de otras anteriores) y que según Junyent el conjunto quizás pueda retrotraerse al siglo IX (reconquista hacia el 874, y ya antes del 977 se recuperó la calidad de diócesis). Son dos iglesias y un baptisterio: Santa María (la más grande, de tipo basilical, a la derecha), San Miguel (el baptisterio en el centro, el edificio mejor conservado) y San Pedro (a la izquierda, de tipo martirial- funerario según Yarza).

Santa María (hoy un espacio de culto de la comunidad monástica) tiene una planta basilical de cruz latina, con ábside cuadrado al exterior, y en el interior una planta de herradura, con una bóveda cubriendo el ábside. La última consagración es del año 1112, ya románica. Otra tesis (Pitarch): el ábside debía formar parte de una iglesia de tres naves de crucero, cubierta de madera, sustituida antes del siglo XII por la actual planta de cruz latina.

San Pedro (antigua iglesia parroquial, por lo que da el nombre al conjunto de las tres iglesias), tiene un original ábside trilobulado (casi en forma de absidiolos) y el crucero. Se levanta, como la anterior, aparejo grande en las esquinas e hiladas de ladrillos y mampostería (se decía que de influencia carolingia).

San Miguel es la más singular, de gran calidad en la construcción, con planta cuadrada y ábside poligonal (heptagonal) en el exterior y semicircular en el interior con arco rebasado. Hay una pequeña cripta trilobulada justo debajo del ábside. Antes se pensaba que era el baptisterio de la antigua catedral visigótica, consagrado a Juan el Bautista.

Tiene ocho columnas en el centro (cuatro grandes los ángulos y cuatro pequeñas en medio de cada lado), realizadas de una sola pieza. Los capiteles son seis, reutilizados de tipo corintio (de procedencia muy diversa) y dos originales. Los arcos son peraltados (con el centro bastante por encima de la imposta), y encima se levantan cuatro paredes, con cuatro hornacinas de descarga de la cúpula a los cuatro ángulos (parecen trompas por su función pero no lo son, pues aligeran la carga sobre las dovelas de la llave, mientras que si fueran trompas descargarían sobre la parte baja de las dovelas). El centro está cubierto por esta cúpula por aproximación de hiladas concéntricas de sillares hasta cerrar, y en la que se abre una ventana en cada uno de los lados. La bóveda está hecha con ladrillos (como se ve en las bóvedas de arista).

Así hay tres tipos de cubierta: bóvedas de horno (1/4 de esfera) en  los ángulos de las esquinas (las cuatro hornacinas y el ábside), bóvedas de arista en los cuatro brazos de la cruz griega, y una cúpula en el espacio central, el cual da un espacio muy rico en perspectivas.

El conjunto monástico de San Miguel de Cuixà tiene un edificio muy bien conservado: la iglesia de la abadía, comenzada en 956 y consagrada en 972 por el abad Garí, de planta de cruz latina (según Yarza), de planta basilical (según Pitarch), con tres naves (la central más larga y el doble de ancho que las laterales), un transepto muy pronunciado y una cabecera de cinco ábsides (el principal es rectangular y los otros cuatro son semicirculares, peraltados, con comunicación entre cada pareja).

La cubierta es de bóveda, realizada originalmente de madera (alabada por el monje Garsias en un poema hacia el año 1040), y con arcos de diafragma. El transepto es más bajo que la nave central, pero un poco más alto que las naves laterales. Predomina el espacio basilical alargado, con cuatro arcadas sobrepasadas a cada lado, de gruesos pilares rectangulares (en el siglo XVI se rebajarían las esquinas y por ello parecen semicirculares), con unos arcos más grandes al separar el transepto. Se piensa en una influencia mozárabe, califal o visigoda en el aparejo de los arcos, de piedras inclinadas y sillares irregulares unidos con mortero para llenar el muro y sillares escuadrados toscamente en las esquinas. También hay parte del opus spicatum. Los encofrados han dejado la marca de los listones de madera, como otras construcciones del periodo.

Iglesia de Santa María de Ripoll. Con reconstrucciones en los años 888, 935, 977 y 1032 (esta por el abad Oliba). Tal vez esta iglesia ha sido demasiado restaurada por el arquitecto Elías Rogent (añadiendo el cimborrio, inexistente en la época). La plata presenta cinco naves (año 977), la principal separada de las otras por pilares rectangulares, mientras que las naves laterales están separadas entre sí por siete columnas y siete pilares pequeños en cada fila. Los capiteles decorados de las columnas son de tipo califal, de posible procedencia cordobesa, lo cual Yarza defiende como prueba de la importancia de Ripoll como centro comercial y cultural. La cubierta es de madera, con arcos de diafragma. El transepto es más alto que la nave central (a la inversa de Cuixà).

La iglesia de Sant Genís de las Fuentes, reedificada el 981. Se conserva el transepto y un ábside lateral. Una planta de cruz latina muy marcada, de una nave con tres ábsides comunicados. Cubierta de madera (como casi siempre en aquella época). Un muro de hiladas de guijarros (cantos rodados) y  opus spicatum. Arcos rebasados.

La iglesia de   San Andrés de Sureda, consagrada tarde, en el año 1127, se conserva mejor. Una nave única con transepto un poco más bajo. Cabecera de tres ábsides semicirculares, mayor el central que los laterales. La planta de arcos de medio punto, peraltados. Un aparejo irregular de bloques grandes y opus spicatum. Es importante la presencia de arcos torales para la bóveda de cañón (para poder suportarla). Se debe entender la distinción entre el arco toral castellano, que circunda el crucero, mientras que el arco perpiaño soporta la nave. El exterior del ábside hecho de opus spicatum. Las bandas lombardas que se ven hoy son posteriores al siglo X.





La iglesia de   Sant Quirze de Pedret. Se debate sobre sí tendría tres naves o una. Tiene tres ábsides (el central es trapezoidal y los laterales son de herradura). Las naves laterales son más bajas que la central, con arcos rebasados. Cubierta de madera. En el exterior tiene una espadaña sobre la entrada.

La iglesia de   San Julián de Boada es muy pequeña. De una nave, con cubierta de cañón con un arco toral de diafragma, de montantes atrasados. La planta no es del todo rectangular y no tiene contrafuertes. La entrada es lateral. También tiene un arco triunfal para dar acceso al ábside, con montante avanzado y decoración en las impostas. Las dovelas del arco están muy bien labradas (la bóveda de cañón tiene todavía las huellas del encañizado que se utilizaba para sostener la bóveda mientras se hacía la obra de mortero y también para reducir el peso de los materiales).

LOS ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS LOS SIGLOS IX-X.

Plantas. La nave es rectangular con cubierta de madera y ábside rectangular o poligonal, con un paramento lineal de cantos rodados u opus spicatum, y sillares tallados en las esquinas.

1) La planta basilical predomina: rectangular sin transepto (Santa Coloma de Andorra).

2) También hay de planta basilical de cruz latina, tal vez de dos tipos: A) alargada con crucero más bajo que la nave central (San Vicente Obiols), B) con crucero más alto que la nave central (San Pedro de Tarrasa y Ripoll).

3) De planta centralizada (San Miguel de Tarrasa).

Naves. Hay dos tipos básicos: 1) iglesias de una nave: son las más comunes. 2) iglesias de tres naves: Sant Quirze de Pedret. 3) una excepción de cinco naves: Santa María de Ripoll.

Cabeceras. Según Eduard Junyent dos tipos que enlazan con la tradición tardo-romana: 1) semicircular, tanto en el interior como en el exterior o no. 2) trilobulada (San Pedro de Tarrasa).

Ábside. Hay dos tipos también: 1) semicircular. 2) de herradura o sobrepasado (Santa María de Orfa), en una técnica que siempre es prerrománica (luego no se hará).

Alturas. Hay variantes, según si los soportes sean pilares o columnas: 1) pilares rectangulares (San Miguel de Cuixà). 2) columnas (San Miguel de Tarrasa).

Arcos. 1) triunfales (para situarse en el transepto). 2) medio punto (que pueden ser de medio punto o peraltados). 3) arcos rebasados ​​(de herradura, que pueden ser montantes o atrasados).

Ventanas. Poco abundantes, son estrechas y de poca luz, pues ésta entra más bien por la puerta: 1) aspillera: apertura vertical muy estrecha. 2) derrame (de alféizar o tronera en castellano): que se abre y es más ancha hacia el interior. 3) geminada: separada por columnas.

Cubiertas. Es un tema muy estudiado y controvertido:

1) de madera: A) vigas planas (San Miguel de Bess). B) vigas a dos vertientes, a menudo con arcos de diafragma.

2) de piedra: A) bóveda de cañón (San Julián de Boada). B) bóveda de herradura (ábside de Sant Miquel de Cuixà). C) bóveda de horno (San Miguel de Tarrasa). D) bóveda de arista (idem). E) vuelta sobre nichos u hornacinas (idem).

Aparejo. Es casi siempre de tipo irregular, poco trabajado, en trozos o partes, con cantos rodados u opus spicatum (se utiliza sólo como elemento decorativo). Todo está unido con mortero, según  técnica de filiación claramente romana.

ESCULTURA

Se concentra en cornisas, impostas, bases y sobre todo en los capiteles, siempre en el interior, siguen el modelo tardorromano (corintio con hojas de acanto); hay pocas excepciones, como el capitel de Sant Benet de Bages, único con una figura humana (de forma bizantina según Yarza, desconocida según Pitarch). Las impostas pueden ser molduradas o decoradas con una geometría sencilla (que podrían ser influencia visigoda).

PINTURA

Sólo se conservan cinco muestras en buen estado de conservación: en Sant Quirze de Pedret dos piezas, a las tres iglesias del conjunto de Tarrasa y una obra perdida en San Cristóbal de Campdevànol (se conserva un dibujo de Abadal de esta obra primaria).

En Sant Quirze, debajo de las pinturas románicas se encontaron dos piezas. Los personajes (el Orante, el Caballero...), antinaturales, insertados en orlas de motivos vegetales o geométricos. Son para Yarza continuidad del  modelo paleocristiano tosco y popular, no del culto.

En las tres iglesias de Tarrasa las pinturas son de influencia tardorromana por la disposición en enmarcamiento, de cortina falsa (San Miguel), imitación del "segundo estilo pompeyano", como alguna pintura asturiana. Destaca la linealidad en los personajes. Según Yarza y Pitarch forman parte del modelo culto, derivado del mundo antiguo y clásico.

CONCLUSIONES.

La pervivencia de una serie de modelos tardorromanos, con variantes y un progresivo enriquecimiento de nuevas ideas. La técnica constructiva es también tardorromana (bóveda de cañón con encofrado, aparejo y materiales con mortero), al igual que las formas. Y esto continúa en el primer tercio del siglo XI en Cataluña, conviviendo con influencias lombardas, que al final triunfaran en el estilo siguiente.