AL-ÁNDALUS Y LOS PRIMEROS REINOS
CRISTIANOS (VII-XII).
INTRODUCCIÓN.
La religión islámica se originó en la
Península Arábiga de la mano de Mahoma, que según la tradición, el
arcángel Gabriel se le apareció y le ordenó predicar la religión de Alá.
Y es que el término “islam” significa “sumisión a Dios”.
El que practica esta religión se denomina musulmán, es decir, “el que
se entrega a Dios”.
A la muerte del Profeta en el año 632,
Mahoma ya ha conseguido que toda la península Arábiga esté unificada en torno
al islam. Sus primeros descendientes, los llamados califas ortodoxos o
perfectos (Destacar que “califa” significa “sucesor” y es el
título que recibieron los jefes musulmanes tras la muerte de Mahoma) llevaron
las fronteras del Islam y la nueva religión a nuevos territorios: Siria,
Mesopotamia, Egipto, etc. en un asombroso y fulminante proceso expansivo.
La conquista del título califal por la
familia siria de los Omeyas originó conquistas más lejanas, como puede ser la
Península Ibérica. Y es que en el año 711 y aprovechando la decadencia de los
visigodos, los musulmanes llegan a la actual costa andaluza comenzando un
periodo de dominación de la Península Ibérica que durará casi ochocientos años,
hasta 1492 (Ahora bien, su permanencia religiosa durará prácticamente hasta su
expulsión definitiva a principios del siglo XVII) La influencia de esta cultura
en el desarrollo de la Historia peninsular ha sido determinante.
En este tema nos centraremos en las
etapas de la evolución política de los musulmanes en la Península y acabaremos
viendo su estructura social.
I. LA EDAD MEDIA PENINSULAR.
A partir de la invasión musulmana del
año 711, gran parte de la Hispania visigoda fue sometida a la influencia del
islam, al igual que Próximo Oriente, el Mediterráneo oriental y el norte de
África. De esta forma se creaba un inmenso Imperio con capital en Damasco
(Siria) y en el que el poder político y religioso quedaba bajo la autoridad del
califa, perteneciente al clan de los Omeyas.
La conquista de las tropas musulmanas
(dirigidas por árabes, pero formadas principalmente por bereberes) fue rápida
(711-716) y no pretendía ocupar el territorio, sino controlar los puntos clave
estableciendo guarniciones militares. En su avance hacia el norte fueron
detenidos por los francos en la batalla de Poitiers (732), al sur de la
actual Francia.
Una parte de los antiguos visigodos se
refugiaron en la Cordillera Cantábrica. Dirigidos por don Pelayo
consiguieron hacer frente a las tropas musulmanas en las montañas de Covadonga
(Principado de Asturias)
De esta forma, en la Península Ibérica,
y a diferencia del resto de Europa, se van a formar dos espacios políticos muy
diferenciados:
1.
La zona musulmana,
Al-Ándalus, que inicialmente se convertirá en provincia del Imperio islámico.
2.
La zona cristiana,
reducida y al norte, con estructuras sociopolíticas parecidas al del resto de
Europa (feudalismo) y que desde el primer momento surgirá un sentimiento
de arrebatar a los musulmanas los territorios conquistados. Esto es lo que se
denominará como Reconquista, que se caracterizará por ser un proceso
lento.
A la vez, convivirán grupos de hebreos
en ambas zonas. De ahí, la especificidad de la Edad Media peninsular ya que convivirán
tres religiones, tres culturas, con sus acomodaciones y luchas: la cristiana,
la musulmana y la judía. Ello dio lugar a la existencia de mozárabes,
es decir cristianos que vivían en territorio musulmán; o muladíes (o
renegados), cristianos convertidos al Islam.
En cuanto a la evolución histórica de
al-Ándalus, veremos a continuación, sus distintas etapas o periodos.
PRIMERA
PARTE: AL-ÁNDALUS
II. LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE
AL-ANDALUS.
1. El emirato dependiente de Damasco
(711-756)
En el año 711, Tarik,
lugarteniente del gobernador del norte de África, Muza, al frente de
tropas bereberes, cruza el estrecho de Gibraltar y vence al rey visigodo don
Rodrigo en la batalla de Guadalete. Posteriormente, Tarik avanza hacia
Toledo, ciudad donde se une con Muza, con tropas árabes en su mayoría. La
conquista prosigue en dirección al valle del Ebro y a la Submeseta Norte. En
tan solo cinco años, con más tropas, los musulmanes conquistaban Hispania.
Intentan otro tanto más allá de los Pirineos, en el reino de los francos, pero
aquí son derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732)
Tras este hecho el avance musulmán se paraliza y tiende a centrarse en la Península.
Al-Andalus se convirtió en una provincia
más del califato Omeya de Damasco.
La capital se estableció en Córdoba, quedando al frente del
territorio un emir o gobernador. Durante este periodo, al-Andalus
atravesó serios problemas internos por los enfrentamientos entre árabes y
bereberes por el reparto de tierras y la organización de la conquista. Estos
conflictos internos contribuyeron a organizar la resistencia de los cristianos
del norte en las montañas asturianas.
2. El emirato independiente (756-929)
A mediados del siglo VIII la
sublevación del clan abasí en Damasco acabó con el poder de la familia
califal de los Omeyas. Los abasís trasladaron la capital a Bagdad (actual Irak)
Derrocados y asesinados, un miembro de la familia Omeya, Abderramán I
(756-788), consiguió escapar. Tras refugiarse en el norte de África, logró
apoderarse del gobierno de al-Andalus en el años 756, proclamándose emir
(príncipe) y rompiendo, por tanto, con la dependencia política con el califato
abasí. Como dato curioso decir que Abderramán I inició la construcción de la
mezquita de Córdoba.
Durante el emirato independiente, el
dominio musulmán en la Península se consolidó pero no faltaron los problemas
internos:
1.
Los gobernadores de las marcas
fronterizas no obedecieron las directrices del poder cordobés.
2.
Las tensiones entre árabes y bereberes
por el reparto de las tierras.
3.
A mediados del siglo IX se incorporó
otro, el de los mozárabes, sobre los que recaían unos impuestos
especiales por su condición de cristianos. Preocupados por la creciente
islamización de la sociedad de Al-Ándalus, los mozárabes decidieron
protagonizar actos de rebeldía, desafiando a las autoridades musulmanas, con
insultos contra el Islam y su profeta Mahoma.
4.
Revueltas locales, como la que a
finales del siglo IX y comienzos del siglo X protagonizó por el muladí Omar
Ben Hafsún, que se sublevó en la región de Ronda y Málaga. Acabó
abandonando el Islam para volver a la fe cristiana, pero ello le restó el apoyo
de numerosos muladíes.
3. El califato de
Córdoba (929-1031)
La grave crisis que venía atravesando al-Ándalus fue
superada por Abderramán III (912-961), que logró poner fin a las
sublevaciones y luchas internas. Lo hizo proclamándose califa de Córdoba
(929), es decir líder político y religioso de todos los musulmanes y
rompiendo, por tanto, la dependencia del califa de Bagdad. Restauró la unidad
del Estado islámico, estableció la hegemonía de Al-Andalus sobre la
Península Ibérica pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en
tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir las temibles aceifas.
A nivel internacional, Abderramán III
intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico promoviendo
el renacimiento artístico e intelectual de Córdoba y Medinat al-Zahra (Medina
Azahara)
El esplendor y poderío del califato
cordobés continuó bajo su hijo Alhaken II (961-976). Protector de las letras y
las artes llegó a reunir en su palacio una biblioteca, se dice, de 400.000
volúmenes, con copias procedentes de los diversos rincones del mundo islámico.
Con su sucesor, Hixem II
(976-1013), todo cambió. El nuevo califa delegó el gobierno en Al-Mansur
(Almanzor), su primer ministro o hayib. Almanzor actuó como un
dictador, reforzó el ejército con más contingentes bereberes y se dedicó a
dirigir campañas contra los cristianos. Así pues, cada año realizaba dos
expediciones, arrasando iglesias y monasterios: Zaragoza, León, Barcelona y
Santiago de Compostela fueron destruidas. Tras la muerte de Almanzor en el año
1002 (al parecer como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Calatañazor
(Soria) en donde fue derrotado) el califato entró en un periodo de crisis en el
que se sucedieron las luchas internas y los califas, faltos de autoridad, se
convirtieron en meros espectadores de un Estado que se desangraba.
En el año 1009 estalló una
revolución en Córdoba que culminó en 1031, cuando una asamblea de
notables decretó en Córdoba el final del califato.
4. Los reinos de taifas (1031-1090)
En 1031, tras la caída del califato,
Al-Ándalus se dividía en pequeños reinos, llamados de taifas. Cada uno
de ellos (Zaragoza, Sevilla, Granada, Toledo, Almería, Denia-
Baleares…) trató de engrandecerse a
costa del vecino, hechos éstos que provocaron que Al-Ándalus se debilitara.
Ello provocó que la situación se invirtiera, puesta que ahora eran las mismas
taifas quienes buscaban apoyo entre los reyes cristianos y éstos, a cambio,
impusieron tributos (parias) a cambio de la paz o por su ayuda.
De esta forma, la relación de fuerzas
entre los cristianos y los musulmanes se modificó a favor de los primeros. Así,
por ejemplo, podemos destacar la conquista de Toledo en 1085 por parte
de Alfonso VI, rey de Castilla y León.
Ello dio lugar a que el pánico se
extendiera en el Islam peninsular. Ello explica que los reyes de taifas
pidieran ayuda a los almorávides (pueblo asentado en el norte de África)
El emir Yusuf atravesó el estrecho de Gibraltar y, con un ejército
bereber y en unión del rey de la taifa de Sevilla Motamid, derrotó a
Alfonso VI en la batalla de Zalaca (Badajoz).
5. Las invasiones africanas (1090-1236)
Los almorávides, agrupación de
tribus bereberes, partidarios del radicalismo religioso, habían creado un
Estado en el norte de África. Tras el triunfo sobre Alfonso VI en Toledo, los
almorávides acabaron con las taifas, unificaron al-Ándalus y pusieron freno al
avance cristiano. A pesar de ello, no pudieron contener el avance de los
cristianos (en 1118, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, conquista Zaragoza)
y el celo por cumplir la ley islámica (que restó popularidad entre la
población) provocó el desmoronamiento de su Imperio y que surgieran los segundos
reinos de taifas.
Los almohades, que habían
sustituido a los almorávides en el norte de África y que se caracterizaban por
ser más ortodoxos e intransigentes aún, tomaron todas las taifas andalusíes
hacia 1203 y crearon un nuevo imperio cuya capital fue Sevilla. Consiguieron
frenar el avance cristiano. Así, en 1195 vencen a Alfonso VIII, rey de Castilla,
en la batalla de Alarcos. Pero, posteriormente, son derrotados en la
batalla de las Navas de Tolosa (1212), que hunde al Estado almohade y
desemboca en las terceras taifas independientes: Sevilla, Niebla,
Valencia, Murcia, Granada… Todas, salvo la taifa de Granada,
serán pronto conquistados por los reyes cristianos: Fernando III o Alfonso X el
Sabio, por Castilla; y Jaime I el Conquistador por la Corona de Aragón.
6. El reino nazarí de Granada
(1236-1492)
Comprendía las actuales provincias de
Granada, Málaga y Almería, y parte del territorio de Jaén y Cádiz. Fue fundado
por Muhammad I, que inicia la dinastía que da nombre al reino (nasríes o
nazaríes)
Los inicios del mismo fueron de
colaboración con los reinos cristianos debido a su habilidad diplomática:
pagaron tributos (parias) a Castilla, ayudaron a Fernando III en la
conquista de Córdoba y Sevilla, etc. A la historia ha pasado como un reino
rico, con una elevada densidad de población y con altas cotas intelectuales y
artísticas (construcción del Palacio de la Alhambra en Granada, por ejemplo),
etc.
A finales del siglo XV los reinos de
Castilla y Aragón se aliaron mediante el matrimonio de Isabel y Fernando (los
Reyes Católicos) Esta circunstancia, unida a los problemas internos (crisis
dinástica o guerra civil) del reino de Granada, facilitaron su conquista y
anexión por Castilla (entre 1482 y 1492) Boabdil, el último monarca de
Al-Andalus, entregó la ciudad en Enero de 1492.
III. ECONOMÍA.
La economía andalusí fue muy
floreciente en contraposición con la cristiana. Se integró en el marco general
del comercio islámico, y gracias a Al-Ándalus llegaron a Europa productos muy
preciados como el aceite, el azafrán, etc.
1. Agricultura.
La economía de Al-Ándalus se basaba
fundamentalmente en la agricultura. Sin embargo, los musulmanes
incorporaron a las técnicas agrícolas hispanorromanas importantes novedades que
convirtieron a Al-Ándalus en la sociedad agrícola más avanzada.
Destaca
la agricultura de regadío ya que incorporaron técnicas de origen
oriental para el aprovechamiento del agua: acequias, norias, etc. El uso de
estas técnicas permitió ampliar las superficies dedicadas a la agricultura de
regadío, así como su productividad. En cuento a los cultivos de secano
se siguió con la tradicional trilogía mediterránea (cereales, vid y olivo) Los
excedentes de trigo y aceite se dedicaban a la exportación, y el vino se seguía
consumiendo a pesar de las prohibiciones religiosas. Por otro lado, destacar
igualmente, que a los musulmanes se debe la introducción del arroz, algodón,
azafrán y caña de azúcar.
2. Industria y comercio.
La
artesanía adquirió una importancia excepcional en un mundo urbano como
fue al-Ándalus. Destacaron los talleres que fabricaban artículos de lujo ante
una población con un alto poder adquisitivo: marfiles, cordobanes (artículos de
cuero), tejidos, etc. Un comercio andalusí que estaba integrado en el marco
general de la economía del mundo islámico. De esta forma, los productos
peninsulares llegaban al norte de África, Próximo Oriente, etc. De la misma
manera también se comerciaba con la Europa cristiana.
IV. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL.
En
al-Ándalus, como ocurría en el mundo islámico, las ciudades adquirieron
gran importancia. Unas, eran herencia de las de la época romano-visigótica;
otras, fueron fundadas por los propios musulmanes, como Murcia, Almería,
Guadalajara, Madrid, etc.
La mayoría de la población musulmana
era libre, aunque hay que decir que también había esclavos. En la
cúspide de la población libre se encontraba la aristocracia (jassa)
Estaba formada fundamentalmente por los grandes linajes árabes (aunque también
había descendientes de bereberes o de “poderosos” muladíes plenamente
arabizados) y poseían grandes propiedades de tierra.
Por debajo de este grupo, y básicamente
en las ciudades, había una capa intermedia de comerciantes, artesanos,
médicos, juristas y pequeños propietarios de tierras. Entre ellos abundaban los
de origen muladí (cristianos convertidos al Islam).
En la base de la población libre
figuraba la plebe urbana o rural (amma), formada por
pequeños comerciantes, dueños de reducidos talleres, jornaleros y colonos, con
lazos de dependencia con los propietarios de tierras.
La situación más baja en la escala
social correspondía a los esclavos. La mayoría procedía de África,
aunque también nos encontramos en esta condición con cautivos procedentes de
luchas contra los cristianos o comprados en los mercados europeos. La mayoría
trabajaba en el campo o en los talleres de las ciudades.
Fuera de esta estructura social estaban
los no musulmanes, sobre los que pesaba un tributo especial. Hablamos de
los mozárabes (cristianos de al-Ándalus) y los judíos. Mantenían
sus estructuras administrativas y autoridades propias pero, en ambos casos, su
condición fue empeorándose con el transcurso del tiempo, fundamentalmente a
partir de las invasiones de almorávides y almohades. Ante la intolerancia, la
respuesta de estos grupos sociales fue el convertirse al Islam, o bien
trasladarse a los reinos cristianos.
SEGUNDA
PARTE: LOS PRIMEROS REINOS CRISTIANOS (VIII-XII)
INTRODUCCIÓN.
La
existencia de Al-Ándalus no impidió que se formaran una serie de pequeños
reinos cristianos en el norte montañoso de la Península. El fin del califato de
Córdoba, sumado al creciente dinamismo económico y cultural experimentado por
los reinos cristianos a partir del siglo XI, les permitió conquistar las
grandes ciudades andalusíes de los valles del Tajo, del Ebro y, finalmente, del
Guadalquivir. En el siglo XV, además de Navarra, existían en la Península
Ibérica tres poderosos reinos cristianos: Portugal, Castilla-León y la Corona
de Aragón.
En
Castilla, por su parte, la monarquía acumuló más poder que en Aragón, donde lso
reyes se vieron obligados a pactar con las Cortes mientras se lanzaban a
aventuradas conquistas en el Mediterráneo. En la cultura y el arte, desde el
siglo XI se produjo una gran apertura a Europa occidental gracias al Camino de
Santiago, por donde se introdujeron en la Península el arte románico y el
gótico y se difundió en el Occidente cristiano el saber atesorado en
Al-Ándalus.
I. LA SINGULARIDAD HISTÓRICA DE ESPAÑA.
La propia resistencia a dejarse dominar
por los musulmanes determinó la formación de diferentes reinos cristianos. En
los inicios, estos reinos no aspiraban más que a resistir ante las acometidas
musulmanas. Más adelante, tras la caída del califato, se pasó de la resistencia
a la Reconquista, con avances espectaculares para los cristianos sobre
territorios dominados por los musulmanes.
Este proceso duró más de siete siglos,
donde conviven en la Península Ibérica cristianos y musulmanes, pero sin darse
la fusión entre ambos, como ocurrió con los visigodos en la sociedad
hispanorromana. Hubo momentos de convivencia pacífica, pero también los hubo de
enfrentamiento. Visto en conjunto, los comienzos fueron de un claro predominio
musulmán, siguió una fase de equilibrio para concluir con otra etapa de
predominio cristiano, que se cierra en 1492 con la conquista de Granada.
Los
cristianos fueron avanzando, lentamente, hacia el sur, a través de una lucha
armada, a la que se le llama Reconquista, acompañada, a su vez, de la repoblación
de los territorios conquistados. Así pues, el enfrentamiento militar iba
seguido del asentamiento humano aunque, a veces, el proceso se dio al revés: se
colonizaban nuevas tierras y los pobladores debían defenderse de los posibles
ataques musulmanes.
Lo
que está claro es que la Reconquista contribuyó a singularizar nuestra historia
en el contexto europeo.
II. NACIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DE LOS
NÚCLEOS CRISTIANOS (SIGLOS VIII A X)
Tras
la invasión musulmana de la Península Ibérica, quedaron sin ocupar distintas
zonas montañosas del norte. Protegidos por la cordillera Cantábrica, astures,
cántabros y vascones ya venían demostrando una actitud contraria
a verse sometidos por cualquier invasor. Es aquí, en el siglo VIII,
donde se constituye el primer núcleo de resistencia, el reino de Asturias.
Más tarde, en el siglo IX, en la parte oriental, en la zona de los Pirineos,
aparecen otros núcleos cristianos (Pamplona, Aragón y condados catalanes)
En
esta parte, sin embargo, el impulso antimusulmán que les llevó a constituirse
como núcleos de resistencia les vino del exterior: en concreto, a través del
interés de Carlomagno, rey de los francos, interesado en establecer una marca o
frontera fortificada con los musulmanes entre los Pirineos y el valle del Ebro.
2.1. EL REINO ASTURLEONÉS Y EL
NACIMIENTO DE CASTILLA.
El
primer reino que surgió fue en la Cordillera Cantábrica y fue el reino de Asturias (entre los años 718 y
722) En ese lugar se refugiaron nobles visigodos huidos de los musulmanes. Uno
de ellos, Pelayo (718-737), promovió una revuelta en la que derrotó a
los musulmanes en la batalla de Covadonga (batalla de Covadonga, 722)
Los
sucesores de Pelayo, Alfonso I (739-757) y Alfonso II (791-842),
ampliaron el reino hacia el Oeste (Galicia) y el Este (Álava y norte de Burgos)
Con Alfonso II se estableció la capital en Oviedo consolidando el nuevo reino
ya que reestableció la legislación visigoda y organizó la Iglesia católica con
independencia del arzobispado de Toledo. Igualmente, durante su reinado se
descubrió una tumba identificada con la del apóstol Santiago. En ese lugar
surgió la ciudad de Santiago de Compostela y, a la vez, la peregrinación a la
misma (camino de Santiago) que servirá de impuso religioso en la lucha contra
los musulmanes.
Poco a poco, el reino avanzó hacia el
sur: con Alfonso III (866-910) la frontera llegó hasta el río Duero; su
sucesor García I (910-914) trasladó la capital a León, dando lugar al reino
de León.
En el siglo X el reino de León entra en
crisis económica, social y política. Se debe tanto a factores externos como
interno:
a) Factores externos. La
proclamación del Califato de Córdoba y el restablecimiento del
poderío musulmán que llevaba aparejado el pago de parias. Situación que se
intensificará con la política de Almanzor.
b) Factores internos. Enfrentamientos
de los nobles con los reyes.
En este contexto triunfa la
independencia del condado de Castilla. Éste ocupaba la parte oriental
del reino, una zona fronteriza frente a los ataques musulmanes por el valle del
Duero. Al frente de ellos había jefes militares que recibían el título de
condes y dependían del rey de León.
A mediados del siglo X el conde Fernán
González consiguió unir en su persona diversos condados castellanos y
obtener la independencia de Castilla (960)
2.2. LOS NÚCLEOS CRISTIANOS DEL PIRINEO: PAMPLONA, ARAGÓN Y
CONDADOS CATALANAS.
Al otro lado de los Pirineos se
encontraba el reino de los francos, que ya había detenido el avance de
los musulmanes en la batalla de Poitiers (732)
En la frontera entre Al-Ándalus y el
reino de los francos, desafiando a ambos, surgieron diversos Estados
pirenaicos, no sin ciertas tensiones: ya que Carlomagno (768-814) quiso
llevar la frontera del Estado carolingio hasta Zaragoza pero en su retirada su
ejército fue derrotado por vascones en Roncesvalles (778) Los reinos son
los siguientes:
El reino de Pamplona. En el Pirineo occidental, el reino de
Pamplona (luego llamado de Navarra) habitado por pobladores vascones,
peleaba para no ser ocupado por musulmanes o por los francos. En el control del
territorio se sucedieron diversas familias hasta que, a comienzos del siglo X,
la familia Jimena logró ponerse al frente del reino con Sancho Garcés
I (905-925)
Condado de Aragón. En los altos valles del Pirineo central
se formaron desde el siglo IX los condados de Aragón (llamado así
por el río que lo atravesaba), Sobrarbe y Ribagorza.
Los
condados catalanes. El noreste de la Península Ibérica fue conquistado por los
musulmanes. Pero los francos tras la derrota en Roncesvalles regresan a la
Península y conquistan el norte de la actual Cataluña, hasta Barcelona
(801), quedando agregada al Imperio carolingio como una franja protectora
frente a los musulmanes, a la que se denominó Marca Hispánica. El
territorio catalán quedó dividido en condados (Rosellón, Cerdaña, Ampurias,
Barcelona…) dependientes de los monarcas carolingios que, según su
conveniencia, ponían y quitaban condes. Al entrar el Imperio carolingio en
crisis a finales del siglo IX, los condes catalanes aprovecharon la situación y
actuaron al margen de los reyes francos. Finalmente Wilfredo I el Velloso,
conde de Barcelona, logró imponer su hegemonía sobre el resto de los condados.
En el siglo X, sus sucesores se independizaron de los francos consiguiendo la
independencia política.
2.3. LOS REINOS DE LA REPOBLACIÓN.
Esta
etapa ocupa desde el siglo VIII al X y abarca el territorio del río Duero, el
alto valle del Ebro, los valles pirenaicos y la Plana de Vic en Cataluña. Como
hemos dicho con anterioridad, la reconquista llevo aparejada un proceso de
repoblación. Una repoblación que consolida el avance territorial, aunque nunca
estuve sujeta de diversas complicaciones: la instalación de los nuevos
pobladores cristianos, cultivar las tierras, organizar la administración o
defender el territorio.
La
repoblación fue, en un principio, espontánea para, después, estar controlada
por el rey, ayudado por la nobleza y la Iglesia. Los pioneros de dicha
repoblación fueron los colonos campesinos que emigraron a esas
nuevas tierras en base a la promesa de que conseguirían la apropiación
privada de la tierra (“presura” o “aprisio”);
tierras vacías que ponían en explotación; etc. La nobleza y la Iglesia también
participó de este proeso, dando lugar a grandes propiedades o señoríos.
III. LA EXPANSIÓN TERRITORIAL DE LOS
SIGLOS XI Y XII.
3.1. LOS AVANCES DEL SIGLO XI.
El
siglo se inicia con el reinado de Sancho III el Mayor de Navarra
(1000-1035), que coincide con la crisis del califato cordobés. Bajo su mandato
el reino de Navarra alcanza su mayor apogeo convirtiéndose en el Estado más
influyente de la España cristiana. Sancho III incorporó a Navarra los condados
de Castilla y los de Sobrarbe y
Ribagorza. A su muerte, dividió el reino entre sus hijos:
a)
Navarra, a García, el primogénito.
b)
Castilla, a Fernando, que tomará el título de rey.
c)
Aragón, a Ramiro, que también será rey.
d)
Sobrarbe y Ribagorza, a Gonzalo.
Por
tanto, a partir de este momento se crearon dos nuevos reinos, Castilla y
Aragón, que irán extendiéndose hacia el sur, ahogando a Navarra en la zona
pirenaica, sin posibilidad de expansión.
Los
reinos occidentales: Castilla y León.
En la parte occidental de la Península
Ibérica la característica fundamental es el engrandecimiento del reino
de Castilla. Fernando I
(1035-1065)
consiguió unir en su persona los reinos de Castilla y León y, aprovechando la
debilidad de Al-Ándalus (primeros reinos taifas) les cobró parias e inició la
Reconquista de las tierras portuguesas (conquista de Coímbra).
Su
hijo Alfonso VI (1072-1109) da el gran salto apoderándose de Toledo
(1085) Los reyes de taifas, alarmados, solicitaron la ayuda de los almorávides
del norte de África, que logran derrotar a Alfonso VI y frenar la Reconquista
cristiana. En este contexto de derrota destacó el caballero castellano Rodrigo
Díaz de Vivar, el Cid Campeador, desterrado de Castilla por el rey
Alfonso VI, que logró apoderarse de Valencia y gobernarla hasta su muerte
(1099) para terminar pasando a los almorávides.
Los reinos orientales: los progresos de
Aragón. En
esta zona, la característica principal es la crisis de Navarra,
hasta el punto de ser repartida entre Castilla y Aragón, y la lenta expansión
territorial de Aragón. Ramiro I (1035-1063) incorporó los condados
de Sobrarbe y Ribagorza tras el fallecimiento de su hermano Gonzalo. Sin
embargo, no pudo avanzar hacia el sur debido a la fuerte presencia de
musulmanes en la cuenca del Ebro. Hay que esperar a finales de siglo para que Pedro
I (1094-1104), nieto de Ramiro I, ponga las bases con la conquista de Huesca
(1096) y Barbastro (1100)
3.2.
EL SIGLO XII: LA SEPARACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN Y EL NACIMIENTO DE LA CORONA DE
ARAGÓN.
La
primera mitad del siglo XII.
Alfonso VII (1126-1157), nieto de Alfonso VI, decidió
a su muerte repartir el reino entre sus hijos: Castilla, para Sancho
III (1157-1158), y León, para Fernando II (1157-1188)
En
la parte oriental de la Península destaca el papel de Aragón que casi logra
poner fin a la Reconquista del valle del Ebro. Destaca Alfonso I el
Batallador (1104-1134) conquistó Zaragoza (1118) y el valle medio
del Ebro. Al morir éste sin descendencia hubo una importante crisis sucesoria
que fue aprovechada por la alta nobleza navarra para volver a convertir a Navarra
en reino independiente de Aragón. El problema sucesorio se resolvió a
favor de Ramiro II el Monje (1134-1137), hermano de Alfonso I, que tuvo
una hija, Petronila que se casó con el conde de Barcelona Ramón Berenguer
IV. Se formó así una nueva entidad política, la Corona de Aragón,
constituida por la unión dinástica de Aragón y Cataluña.
La
segunda mitad del siglo XII.
La presencia en al-Andalus de los
almohades vino otra vez a frenar la ofensiva cristiana. Aparecen, por
estas fechas, las primeras órdenes militares hispánicas para
combatir a los musulmanes y para participar en la actividad repobladora
de las tierras de la Meseta sur.
Importante de esta etapa es la derrota
cristiana en la batalla de Alarcos que, sin embargo, contribuyó a organizar una
cruzada contra los almohades (predicada por el papa Inocencio III y puesta bajo
la dirección de Alfonso VIII con la colaboración de Pedro II de Aragón, Sancho
VII el Fuerte de Navarra y caballeros franceses y alemanes) El resultado fue la
victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212) donde fueron derrotados
los almohades, se abrió la puerta a la entrada cristiana al valle del
Guadalquivir, etc.
3.3. UNA SOCIEDAD EN EXPANSIÓN.
A partir del siglo XI, la sociedad de la Europa
cristiana experimentó un crecimiento demográfico, un desarrollo
económico y un gran dinamismo social. Este proceso continuo
de forma ininterrumpida hasta el siglo XIII. Además, y como hemos visto,
Castilla y León y la Corona de Aragón triplicaron su extensión.
La repoblación de estos territorios no
fue siempre igual, ya que dichas tierras tenían características muy diferentes
entre ellas y a las que habían sido repobladas con anterioridad, ya que contaba
con numerosa población musulmana y judía, ciudades de gran tamaño y, en
algunas áreas, una enorme riqueza agrícola.
Como consecuencia, los procesos de colonización
y repoblación de estas regiones fueron menos espontáneos, y en ellos intervinieron
muy activamente los monarcas. Los instrumentos empleados para la
colonización de las tierras conquistadas fueron los siguientes:
a)
Capitulaciones.
Eran acuerdos o pactos con
las poblaciones sometidas en los que se respetaban las leyes,
creencias, costumbres y casi todas las propiedades. A cambio, se les imponían
impuestos especiales. Se aplicó en los valles del Tajo y del Ebro, así como en
el Levante.
b)
Privilegios
y fueros. Su objetivo era atraer a
nuevos colonos para que se establecieran en la zona. Se aplicó en
Sierra Morena y en la zona del Duero. Entre los privilegios y fueros se
encontraban las cartas pueblas o de población, que establecían las condiciones
para el cultivo de las tierras; etc.