UD 5- LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS.

LAS GRANDES POTENCIAS EUROPEAS. 

LA EVOLUCIÓN DE LOS ESTADOS EUROPEOS HASTA 1914. 

Como se ha visto en el tema 2, de 1815 a 1870 la vida política europea estuvo caracterizada por las insurrecciones liberales para lograr el establecimiento de gobiernos constitucionales; desde 1871 a 1914 el nuevo objetivo político será la extensión de la democracia a través del voto a la clase obrera (la adopción del sufragio universal). Otro rasgo es que esta medida será adoptada por los diversos gobiernos sin que tenga que venir como consecuencia de una rebelión popular. 

1. Francia: la instauración de la III República. 

Con la caída de Napoleón III, tras la derrota francesa en la guerra con Prusia, se instaura en Francia la III República. Sus inicios fueron difíciles, costó consolidarla pues amplios sectores de la sociedad francesa veían el republicanismo como un sistema radical, anticlerical y partidario de la igualdad en cuanto al disfrute de la propiedad y de la riqueza privada. Con todo, la República terminó contando con el apoyo de la mayoría del pueblo francés. Aprobó medidas sociales (jornada laboral para las mujeres y los niños, ley sobre accidentes laborales…) y, en 1905, leyes laicas destinadas a reducir la influencia social de la Iglesia, con la consiguiente separación de la Iglesia y el Estado. Con estas medidas se ponía fin a la estrecha relación que el Concordato de Napoleón, un siglo antes, había establecido entre la Iglesia y el Estado francés.

En el exterior, Francia extendió su influencia colonial en África y Asia; sin embargo, seguía sin resolverse su contencioso con Alemania: la pérdida de Alsacia y Lorena que Francia deseaba recuperar. 

2. Gran Bretaña. 

Gran Bretaña era una monarquía constitucional. Durante más de sesenta años la reina Victoria reinó (1837-1901) y dio su nombre a una época – la era victoriana—caracterizada por el progreso económico y la estabilidad política, protagonizada por dos grandes partidos políticos, el Conservador, liderado por Benjamín Disraeli, y el Liberal, dirigido por William E. Gladstone.

A comienzos del siglo XX, los liberales, desde el gobierno, presionados por el Partido Laborista, que acababa de constituirse, aprobó un programa de bienestar social (seguros contra enfermedades, accidentes, vejez y desempleo).

El problema político más grave de Gran Bretaña seguía siendo Irlanda que deseaba a toda costa separarse de Gran Bretaña. Al fin, en 1914, fue concedida la autonomía a Irlanda, pero el Ulster, Irlanda del Norte, se apuso a ser incluida en una Irlanda autónoma. Durante la Primera Guerra Mundial se suspendió la autonomía y tras una fuerte violencia, la Irlanda católica (Eire) recibió el status de dominio (1921), convirtiéndose en el “Estado Libre de Irlanda”, con Parlamento propio y gobierno independiente, pero los diputados debían jurar fidelidad a la Corona, juramento que quedó suprimido en 1933. 

3. El Imperio alemán.



En 1871, con la unificación, se instauró el II Reich (II Imperio alemán). Guillermo I fue el emperador (káiser) y Otto von Bismarck siguió siendo el canciller, ahora del Imperio, sus decisiones políticas le convirtieron en el árbitro de Europa entre 1871 y 1890.

De acuerdo con la Constitución, promulgada en 1871, el Imperio era de estructura federal, compuesto de 25 Estados.

El poder ejecutivo pertenecía al Emperador asistido por un canciller del Imperio nombrado por él y responsable, también, ante el Emperador. El Reichstag (o Parlamento) era elegido por sufragio universal. La circunstancia de ser Guillermo I un emperador cuyo entendimiento con Bismarck era absoluto, ello transformó a éste en dueño efectivo de la política germana durante veinte años. También a Bismarck se debe la aprobación de la primera legislación social a favor de la clase trabajadora; las tres S: seguro de accidentes, seguro de enfermedad y seguro de vejez e invalidez.

En 1888 fallece el emperador Guillermo I y tras el corto reinado del emperador Federico III, enfermo de cáncer que moriría meses después, le sucede Guillermo II, hijo del anterior, en el mismo año 1888. Dos años después destituía al canciller Bismarck por sus diferencias con él en cuanto al diseño de la política internacional de Alemania, ahora a favor de un replanteamiento del reparto colonial. 

4. El Imperio Austro-Húngaro. 

El Imperio austríaco era un Estado multinacional bajo la corona de los Habsburgo. Dentro del Imperio vivían pueblos muy diferentes entre sí que constituían verdaderas nacionalidades. Había alemanes, húngaros, eslavos (del norte: checos, polacos y eslovacos; y del sur: eslovenos, croatas y serbios), rumanos e italianos. Esta heterogeneidad de pueblos restaba solidez al Estado imperial cuya política era centralista y unificadora.

Desde 1848 hasta su muerte en 1916 este Imperio estuvo bajo la dirección del emperador Francisco José I. Inicialmente mantuvo un sistema político centralista, sin atender las peticiones de autogobierno, siendo la de los magiares (húngaros) la más demandada. Más adelante, tras la derrota frente a Prusia (1866), enfrentamiento en el que se decidía la unificación de Alemania, el Imperio austríaco, por el Compromiso de 1867, se convirtió en una monarquía dual, el Imperio de Austria-Hungría, formado por dos grandes Estados donde Francisco José I era emperador en Austria y rey en Hungría. Cada uno de los dos contaba con una administración y un Parlamento propio. El Compromiso era bueno para los alemanes (de Austria-Bohemia) y magiares (de Hungría), pero desventajoso para los eslavos y Serbia sabrá sacarle partido a esta situación, desarrollando un nacionalismo que pondrá en peligro la estabilidad del Imperio de Austria-Hungría.

Al final el Imperio declarará la guerra a Serbia pero ello desencadenará la Primera Guerra Mundial, que supondrá la liquidación del Imperio austro-húngaro en 1918. 

5. El Imperio ruso. 

El Imperio ruso constituía un Estado pluriterritorial (desde Europa central por Asia septentrional hasta el Pacífico, y desde el océano Glacial Ártico hasta el Cáucaso y Asia central) y multinacional, habitado por diferentes pueblos que formaban distintas nacionalidades.

En el plano político, el Estado ruso era un imperio autocrático donde el zar gobernaba bajo un absolutismo de origen divino, con poderes ilimitados. Sobre la oposición –liberales, demócratas, populistas, anarquistas, marxistas—se actuaba con firmeza obligando a sus líderes a abandonar el país, o bien a pasar una temporada, bajo vigilancia, en Siberia.

A Nicolás I (1825-1851), que se opuso a las reformas de tipo liberal, le sucedió su hijo Alejandro II (1855-1881), que sí aplicó una política reformista con objeto de moderar el absolutismo imperial. Entre las medidas destacan la abolición de la servidumbre (campesinos dependientes de sus amos), en 1861, la reforma judicial y la de la enseñanza.

En 1881, el zar Alejandro II murió por un atentado terrorista sucediéndole su hijo Alejandro III, que reinó hasta 1894. El nuevo zar decidió frenar el proceso de reformas. En cambio, el país empezaba a conocer un proceso de industrialización y con él comenzaba a formarse un proletariado industrial, que más adelante, los marxistas, con Lenin a la cabeza, sabrán movilizar para alcanzar el poder.

Sucedió a Alejandro III su hijo Nicolás II (1894-1917) dispuesto, como el anterior, a mantener los principios de la autocracia. Así, mientras el país cambiaba socialmente (desaparecen los siervos y aparece el proletariado industrial) y económicamente (avance industrial, desarrollo de los transportes, formación de un mercado nacional…) no lo hacía políticamente. El zarismo seguía autocrático. Los problemas terminaron sobrepasándole y llevaron al desencadenamiento del proceso revolucionario que, iniciado en 1905, desemboca en la caída de la monarquía y el final del Imperio en 1917. 

6. La “cuestión de Oriente” y el Imperio turco. 

La “cuestión de Oriente” es como se denomina al más complicado problema de política internacional hasta 1914, problema surgido de la descomposición del Imperio turco, ahora sin fuerza para mantener los territorios que, desde los siglos XV y XVI, ocupaba en la zona de los Balcanes. La que en otro tiempo fue una gran potencia, ahora, en el siglo XIX, el Imperio turco constituía un Estado débil: “el hombre enfermo de Europa”, en expresión de Nicolás I. Sobre sus territorios balcánicos se van a proyectar los objetivos expansionistas de dos potencias: Austria-Hungría y Rusia.

Ahora bien, frente a estas apetencias estaban los diversos pueblos que, sometidos a los turcos, aspiraban también a crear su propio Estado independiente: griegos, serbios, búlgaros, húngaros y rumanos. El resultado venía siendo la pérdida de territorios del Imperio turco en Europa: Grecia (en 1830), Serbia (en 1830, confirmada en 1878), Rumanía (en 1856), Montenegro y Bulgaria (en 1878).

A partir de la década de 1880 Turquía ha desaparecido prácticamente de los Balcanes; todavía le pertenece una franja meridional entre el Adriático y el Egeo, pero los nuevos países (Serbia, Bulgaria, Grecia y Montenegro) también se van a interesar por extenderse por ese espacio, rivalizando entre ellos. A todo esto, el Imperio austro-húngaro y el Imperio ruso siguen manteniendo una política destinada a acrecentar su influencia en la zona de los Balcanes. Las diferencias terminarán creando un clima de hostilidad que va a llevar al estallido de la Primera Guerra Mundial.