UD 15- EL FRANQUISMO: UNA LARGA POSGUERRA (1939-1959)

EL FRANQUISMO: UNA LARGA POSGUERRA (1939-1959) 

INTRODUCCIÓN. 

Tras el final de la Guerra Civil, se instaura en España un régimen dictatorial autoritario que estará vigente durante casi cuarenta años. Aunque en tan largo periodo de tiempo hay una evolución importante, una constante permanece: el control absoluto del poder político por parte del dictador Francisco Franco. En todo este periodo distinguiremos dos etapas fundamentales: el primer franquismo (1939-1959) y el segundo franquismo (1959-1975).

Estudiaremos en este tema el primer franquismo caracterizado en lo político por el predominio de Falange en un primer momento y por los católicos tras la derrota de los fascismos en la II Guerra Mundial en un segundo acto. Se pasa en esta etapa del aislamiento al régimen de Franco por parte de un gran número de países, a la plena integración en las instituciones internacionales. En lo económico se asiste a los duros años de la autarquía y el inicio de la liberalización económica. Mientras, el aparato desmantela cualquier conato de oposición en el interior con una represión  brutal, quedando ésta reducida a la clandestinidad.

I. FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS.

1.  Las bases sociales y políticas del franquismo. 

De 1939 a 1975, España vivió bajo un régimen autoritario, de dictadura personal, encarnada por el general Franco que mantuvo un férreo control sobre la sociedad española.

A pesar del monolitismo ideológico del régimen, Franco tuvo que apoyarse en distintos sectores sociales o familias que integraban el bloque dominante: falangistas, monárquicos, representantes de la Iglesia, militares, franquistas puros y tecnócratas.

Cada una de estas familias fue ganando o perdiendo influencia a lo largo de la dictadura, pero en última instancia era Franco quien movía por propia voluntad las piezas del tablero. Hay que diferenciar entre las familias institucionales del régimen (el Ejército, la Falange y la Iglesia) y familias políticas (integradas por los franquistas puros, los monárquicos y los tecnócratas), aunque, a efectos de constitución de los gobiernos, hay que incluir también a la Falange, al Ejército y a los representantes de la Iglesia. Franco no dio a ninguna familia el monopolio del poder y ninguna fue excluida de los cargos; el régimen se acomodó a los distintos tiempos con un objetivo claro: acaparar el poder y perdurar en el tiempo; ambas cosas las consiguió Franco. 

a) Las familias institucionales. 

El Ejército fue hasta el último momento defensor del régimen y de su ordenamiento legal. La mayoría, sobre todo los altos mandos, compartía con Franco la ideología de la victoria de 1939: el anticomunismo, su rechazo al separatismo y su dureza en cuestiones de orden público.

La Falange, su fundador, José Antonio Primo de Rivera, fue ejecutado por los republicanos en noviembre de 1936; su recuerdo debía quedar perpetuado a través de las lápidas adosadas a la fachada de todas las iglesias. Ideológicamente se mostró crítico con  el capitalismo y con el marxismo y defendía la nacionalización de los bancos y la reforma agraria.

Con el Decreto de Unificación de 1937, Franco se adueñó del partido, incluyendo en él a los carlistas y pasó a denominarse el Movimiento. La Falange perdió su proyecto “revolucionario”, pero recibió de Franco las bendiciones para establecer una nueva organización de la sociedad con la creación de los sindicatos verticales, el SEU o Sindicato Español Universitario, el Frente de Juventudes, la Sección Femenina y el control de gran parte de los medios de comunicación.

La Iglesia Católica representó el elemento sancionador de la legitimidad del franquismo: la guerra civil fue una cruzada contra el ateísmo marxista y el Concordato de 1953 consolidaba la presencia de la Iglesia en la enseñanza media y en la vida intelectual, convirtiéndose en propagadora de la ideología del régimen.

Además, dos organizaciones católicas, la ACNP y el Opus Dei, se infiltran en el régimen para influir en las direcciones de su política.

La ACNP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas) entra en los gobiernos a partir de 1945, negociaron el Concordato de 1953 pero su influencia se debilitó, a partir de 1956, cuando el Opus Dei apareció como apoyo católico al franquismo, con el respaldo del ministro de mayor confianza por parte de Franco: el almirante Carrero Blanco. 

b) Las familias políticas. 

Los monárquicos, desde los años treinta de siglo XIX, los monárquicos habían estado divididos entre los partidarios de la monarquía constitucional, siendo su último representante Alfonso XIII, y los de la monarquía tradicional; ambos apoyaron a Franco en la guerra civil. Después, cuando Franco declaró, en 1947, que España era un Reino se abrió la posibilidad de restaurar la monarquía en la persona de un Rey. En cuanto al candidato carlista (don Javier de Borbón), Franco no contaba con él para darle el trono; sobre los monárquicos partidarios de don Juan, hijo de Alfonso XIII, al estar a favor de la restauración de una monarquía constitucional, parlamentaria, resultaba incompatible, por supuesto, con los principios del Movimiento y de la democracia orgánica.

A la vista de Franco, los donjuanistas se excluían ellos mismos; solo quedaba otra vía: dejar la restauración de la monarquía en manos de Franco, que según sus planteamientos debía ser fiel a los principios del Movimiento. En 1969, Franco logró su objetivo cuando don Juan Carlos de Borbón, hijo de don Juan, juró fidelidad a Franco y a los principios del Movimiento al ser declarado heredero del trono.

Los tecnócratas hicieron su aparición en la década de 1960. Muchos de ellos eran monárquicos “franquistas”, que encarnaría el joven Juan Carlos, o miembros del Opus Dei. Se hacen cargo de la economía del país en esa época. Para ellos el desarrollo económico del país contribuiría a modernizar y a legitimar al régimen.

Los franquistas puros o integrales, cuya seña de identidad era la "adhesión incondicional" al Caudillo. El representante más claro de este grupo fue el almirante Carrero Blanco. Para este grupo el franquismo aparecía como inalterable.

Podemos decir que lo único que unía a estos grupos era la fidelidad al Caudillo. Por esta razón, el franquismo no será posible sin Franco, y a su muerte, lo que debía estar “atado y bien atado” -en frase del general-, o sea, el franquismo político-institucional, tuvo que ceder su lugar a un proceso democratizador que la propia sociedad española exigía. 

2. Los principios ideológicos del régimen. 

La dictadura de Franco no fue una dictadura fascista, ni militar, ni totalitaria, fue una dictadura de carácter personal, con rasgos de cada una de las anteriores. En la dictadura franquista no hubo un partido político, sino que existían distintas familias políticas, ante las cuales él ejercía de juez y árbitro supremo. Las distintas familias aportaban un bagaje ideológico, lo que se denomina pluralismo limitado. La preponderancia de unas u otras varía con las circunstancias políticas, al igual que la hegemonía de las distintas familias. El franquismo, pues, tuvo unas fuentes ideológicas plurales procedentes de la totalidad de la derecha, de la ideología conservadora. 

a) Principios ideológicos en los que se reconocía el franquismo.

Nacional-patriotismo. 

La principal aportación ideológica de los militares al régimen fue el nacional-patriotismo, una visión unitaria y tradicionalista de España. Firmemente anticomunistas, después de la depuración a que fue sometido por la guerra civil, era defensor a ultranza de la unidad nacional y del orden público. 

Nacional-sindicalismo. 

En el inicio de la formación del Estado franquista Franco optó por el fascismo italiano como modelo y, por tanto, la Falange, el partido fascista español, aportó un gran bagaje ideológico. Suyas son ideas como el hipernacionalismo, la idea de España como un Imperio, la exaltación del líder, la dirección paternalista de la sociedad, la organización sindical en sindicatos verticales donde se integran patronos, obreros y representantes del Estado, el adoctrinamiento político de la juventud (OJE) y la mujer (Sección femenina)... 

Nacional-catolicismo. 

El nacional catolicismo se traduce en la defensa de la religión y de la moral católicas en sus versiones más tradicionales, como algo consustancial a la propia España. El catolicismo conservador es, quizás, la fuente ideológica que más surtió al franquismo. De ahí provino la moral puritana, el tradicionalismo, el anticomunismo y el antiliberalismo. 

b) Principios ideológicos rechazados.

Liberalismo. 

Tanto los militares, como la Iglesia, como la Falange o los carlistas culpaban al sistema liberal de los males por los que había pasado España. Optan, por tanto, por un sistema sin partidos políticos, sin elecciones, sin división de poderes, sin parlamento y sin las instituciones y características de un sistema liberal. 

Conspiración judeo-masónica-comunista. 

La obsesión y fobia que Franco sentía sobre el judaísmo, la masonería y el comunismo se debía a que eran introductores de los dos grandes males del siglo XIX y XX: la democracia y la lucha de clases. Como alternativa se propone la dictadura autoritaria y los sindicatos verticales. 

II. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA. 

En un período tan largo de tiempo el país cambia y es inevitable para su estudio la división en etapas. Desde el punto de vista político distinguimos tres: la etapa azul o de predominio falangista (1939-1945), el nacional-catolicismo (1945-57), el desarrollismo (1957-1969) y la crisis del franquismo (1969-75). 

1. La etapa azul. El régimen totalitario (1939-1945).

a) El auge de la hegemonía falangista. 

El primer gobierno de la dictadura, por un lado, sigue las pautas de todos los gobiernos de Franco -participan todas las familias políticas del régimen-, pero, por otro, en esta primera fase hay un predominio cualitativo y cuantitativo de la Falange, debido al papel de Alemania en la escena internacional y a la reciente guerra civil. El hombre fuerte de esa etapa es Serrano Súñer "el Cuñadísimo".

Como ya se ha advertido, la Falange alentó un programa de encuadramiento de la sociedad típicamente fascista, a través de los sindicatos verticales, el SEU o Sindicato Español Universitario, el Frente de Juventudes, la Sección Femenina y el control de gran parte de los medios de comunicación.

Durante esta etapa, el 17 de julio de 1942, se promulgó la Ley Constitutiva de las Cortes, la segunda de las Leyes Fundamentales (la primera, el Fuero del Trabajo, era de 1938) como otro paso más para institucionalizar el régimen. Eran una especie de Cortes Corporativas, al modelo de la Asamblea Nacional de Primo de Rivera. Las funciones de las Cortes serían más técnicas que políticas, siendo una fuerza de legitimación y apoyo. No se trataba de una Cámara creada para controlar al gobierno sino para estar a su servicio, subordinada a Franco. 

b) España y la Segunda Guerra Mundial. 

Recién acabada la guerra civil empieza la Segunda Guerra Mundial.

Inicialmente, España se declara neutral, pero en 1940, ante los éxitos de Hitler, Franco abandona la neutralidad y declara la no beligerancia, que en realidad equivalía a prebeligerancia. Franco se reúne con Hitler en Hendaya en octubre de 1940 y allí se acuerda que España declararía la guerra a Gran Bretaña para recuperar Gibraltar y ocupar territorios en el norte de África, pero la difícil situación española y el desarrollo de la Guerra hizo que esa entrada no se hiciera efectiva. Lo que sí hizo España fue enviar la División Azul contra los soviéticos (julio de 1941) formada por unos 18.000 voluntarios.

A partir de 1942 con la entrada de EE.UU. en la Guerra se vio claramente que la derrota de las potencias del Eje estaba clara. Franco empieza a cambiar de postura, ante el peligro que suponía su apoyo a Hitler para su régimen. Así, en septiembre de 1942, ante el nuevo curso de la Guerra, es cesado Serrano Súñer en Exteriores, demasiado próximo a Alemania e Italia. También, en 1943, se abandona la no beligerancia y se vuelve a la neutralidad y además empiezan una serie de cambios trascendentales para adaptarse a la nueva situación internacional y salvar su régimen. 

c) El inicio del declive falangista. 

El cambio de la situación internacional y la oposición al predominio de la Falange por parte de la Iglesia y del Ejército, hacen que Franco dé un rumbo nuevo a su gobierno.

Continuaron existiendo ministros miembros de todas las familias, pero la Falange empezó a perder protagonismo, eso sí, nunca tanto que significara su desaparición. A partir de ese momento el protagonismo lo asumirían los católicos, en concreto los de la ACNP. 

2. El nacional-catolicismo (1945-1957). 

La derrota de las potencias del Eje (Alemania e Italia) suponía una verdadera amenaza para la supervivencia de la dictadura en España. Franco, como haría posteriormente siempre, se adaptó a las nuevas circunstancias, siguió contando con las mismas familias políticas, pero dándoles predominio en este caso a los católicos, a la vez que modificaba la orientación política del régimen mediante ciertos cambios institucionales y una ofensiva diplomática apoyada por la Iglesia, que se convirtió en su gran apoyo internacional. A partir de la década de los cincuenta, estos cambios, junto con las circunstancias internacionales de la Guerra Fría, dieron los frutos apetecidos, consiguiendo la legitimación internacional y con ello la supervivencia de su régimen. 

a) El aislamiento internacional y el fin de éste. 

Después de la Segunda Guerra Mundial se inició una campaña internacional que dejó aislada a España del mundo exterior. Los motivos no eran solamente la posición española en la Segunda Guerra Mundial, sino también la propia guerra civil y, sobre todo, el régimen autoritario que existía en España.

En febrero de 1946 la ONU rechazó la entrada de España. El 12 de diciembre de ese año, la Asamblea de la ONU vota la resolución por la que se prohíbe al gobierno de Franco a participar en organismos de las Naciones Unidas y recomienda a los miembros de la ONU a retirar a sus embajadores de Madrid. Se retiraron, en efecto, los embajadores (sólo permanecieron los de Argentina, Portugal y el Vaticano), España quedó fuera del Plan Marshall y Francia cerró la frontera con España.

A principios de los años cincuenta llegó el tan ansiado reconocimiento internacional, motivado fundamentalmente por las circunstancias creadas por el enfrentamiento entre EE.UU. y la URSS: la Guerra Fría. En este contexto el catolicismo y el anticomunismo del régimen franquista le valieron para salir de ese aislamiento.

Volvieron los embajadores en 1951, España ingreso en la ONU en 1955 y, con anterioridad, en organismos especializados de la ONU, como la FAO y la UNESCO. En 1953 se firmaron dos importantes acuerdos: el Concordato con la Santa Sede, que regulaba las relaciones Iglesia-Estado, y el Acuerdo hispano-americano, por el que EE.UU. utilizaría de forma conjunta una serie de bases militares (en Rota, Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz) a cambio de ayuda económica.

En este momento, la dictadura franquista acuñará un nuevo concepto para denominar su régimen: “la democracia orgánica”. Era una forma propagandística y bastante burda de ocultar lo que en realidad era el régimen: una dictadura autoritaria. Se decía que España era una democracia orgánica, una democracia verdadera, en la que se eliminaban lo peor de la democracia, la pluralidad política y se facilitaba la verdadera participación a través de los órganos (de ahí el nombre) fundamentales del Estado: la familia, el municipio y el sindicato. 

b)  El nacional-catolicismo en el poder 

El  18  de  julio  de  1945,  Franco procedió  a  la  formación  de  un  nuevo gobierno. Las líneas generales fueron las mismas que el cambio del 42, cuando es cesado Serrano Súñer: pérdida cualitativa y cuantitativa de la Falange, mantenimiento de los militares y avance de los católicos, pretendiendo  el  apoyo  del  Vaticano  y reducir  la  hostilidad  de  las  democracias occidentales. A su vez se aprueban otras leyes fundamentales destinadas a lavar la cara  al  régimen,  suavizando  sus  rasgos fascistas.

En julio de 1945 se promulgó, en efecto, la tercera ley fundamental: el Fuero de  los  Españoles.  En  ella  se  pretendía imitar las constituciones democráticas, lavándole la cara al régimen para conseguir la aceptación internacional, definiendo al franquismo como  una democracia orgánica.  Aunque  recogía  una  serie  de derechos, no se articulaba un sistema que los garantizase y además se contemplaba la posibilidad de que el gobierno suspendiera temporalmente esos derechos. La  cuarta  ley  fundamental,  de octubre   de   1945,   fue   la   Ley   de Referéndum   Nacional,   de   contenido plebiscitario, es  decir, se consultaría al pueblo sobre  cuestiones importantes. La quinta fue una de las más importantes; la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado de 1947; España se definía como un Estado católico, social y representativo, declarándose constituido como Reino. La primera estrategia del régimen para adquirir legitimidad había sido acentuar sus características católicas, la segunda sería hacer mayor uso del aspecto monárquico. En esta ley, Franco quedaba como Jefe del Estado vitalicio y podía proponer a las Cortes su sucesor. Don Juan rechazó esta ley, pero en 1948 llegó con Franco al acuerdo de que don Juan Carlos se educara en España. 

c) La crisis de 1956 y el ascenso de los tecnócratas al poder. 

A mediados de los años cincuenta, por un lado, la política autárquica había llevado a una difícil situación económica y, por otra, la política de los católicos presentaba síntomas de agotamiento, al mismo tiempo que aparecían otros grupos dentro de la Iglesia católica.

El detonante político de los grandes cambios que se avecinaban fueron los sucesos de febrero de 1956 en donde hubo enfrentamientos callejeros entre estudiantes contrarios al régimen y falangistas. Se culpó de la situación al ministro de educación, Ruíz Giménez, por su política aperturista, pero Franco al hacer remodelación del gobierno no sólo dejó fuera a éste, sino también al falangista Fernández Cuesta, castigando a las dos partes, procedimiento típico que utilizaba Franco cuando había enfrentamiento entre dos familias.

A finales de la década de los cincuenta la Iglesia no era la institución monolítica que apoya sin fisuras el régimen. Había intelectuales católicos que defendían el desarrollo de las libertades; otros grupos mantenían una lucha obrerista; también estaban los tecnócratas del Opus Dei, otra opción dentro de la Iglesia, llamados a tener un gran protagonismo político y económico hasta el final del franquismo. En 1957 accedían a un nuevo gobierno con cuatro figuras claves: Navarro Rubio, Alberto Ullastres, Fernando María Castiella y López Rodó. De la mano de Carrero Blanco, se iniciaba la poderosa influencia del Opus en la España del franquismo. Estamos ante los que van a ser los protagonistas de la tercera etapa del franquismo. 

III. EL DESARROLLO SOCIOECONÓMICO DEL PRIMER FRANQUISMO (1939-1959).

1. La autarquía (1939-1959). 

El régimen de Franco, siguiendo sus principios ideológicos, aplicó la autarquía como política económica. Se entendía que para convertir a España en un país industrial, militar y políticamente fuerte, tenía que ser económicamente autosuficiente Cuando finalizaron los enfrentamientos militares, la economía estaba profundamente desarticulada. La producción agraria e industrial era muy inferior a la de 1935, las reservas de oro y divisas habían desaparecido, y la red de transporte se encontraba muy deteriorada. Las destrucciones de edificios e instalaciones fabriles fueron moderadas, aunque el régimen las utilizó como elemento de propaganda para justificar la mala situación. 

a)  Racionamiento y mercado negro. 

Terminada la guerra civil, la lentitud en la recuperación económica se vio favorecida por la política autárquica. Los años cuarenta quedaron en la memoria colectiva de los españoles como los “años del hambre”. Frente al libre funcionamiento de los mercados, el Estado se convirtió en un severo intervencionista; el régimen fijaba precios y obligaba a solicitar autorizaciones para iniciar una actividad económica. Como resultado se creó una economía muy poco competitiva donde el tráfico de influencias y la corrupción fueron elementos destacados. En el sector agrícola, la fijación de los precios por el Estado por debajo del que hubiera resultado de la fijación por la oferta y la demanda, provocó un descenso de la producción y, en consecuencia, a un desabastecimiento de alimentos, lo que obligó al régimen a establecer, desde 1939, las cartillas de racionamiento para organizar la distribución de los productos de primera necesidad.

Sin embargo, como los precios de tasa no reflejaban el valor real en el mercado, de inmediato surgieron los estraperlistas y el mercado negro, en el cual las transacciones se hacían al margen de la ley. En muchos casos, sus precios duplicaron o triplicaron los del mercado oficial. En el caso del aceite y del trigo, un tercio de todo lo producido fue comercializado a través de estos procedimientos ilegales.

La escasez energética fue también uno de los símbolos de la penuria económica. Hasta mediados de los años cincuenta, carbón y petróleo estuvieron racionados y desde 1944 hasta 1954 hubo restricciones eléctricas. 

b) Los ejes de la autarquía. 

El régimen pretendía alcanzar la autosuficiencia económica a partir del aislamiento del exterior y de la sustitución del mercado por la intervención generalizada de la Administración. El resultado fue el bloqueo del crecimiento económico, la reducción de la competitividad y el desaprovechamiento de la favorable coyuntura económica que conoció Europa tras la Segunda Guerra Mundial al aplicarse el Plan Marshall (1948-1952).

La autarquía  tuvo  dos  grandes  ejes  de  actuación.  El  primero  fue  la reglamentación  de  las  relaciones  económicas  con  el  exterior.  Importaciones  y exportaciones pasaron a estar completamente controladas, siendo necesario contar con una autorización administrativa para realizarlas. Con esta medida, se pretendía determinar los productos fundamentales y los que eran superfluos, decisión sobre la cual influyó también la escasez de oro y de divisas. Fue también esta la razón por la cual, poco después, se reguló el cambio de la peseta, estableciéndose diversos tipos, todos por encima de su valor de mercado. Como consecuencia, se encarecieron los productos que la economía tenía que importar (por ejemplo, el petróleo) y se produjo una gran escasez de bienes de consumo y de materias primas.

El segundo gran eje de la política económica de la primera etapa del franquismo fue el fomento industrial, orientado hacia las actividades de interés militar. En este caso, el principal objetivo fue alcanzar un poder suficiente para asegurar la independencia militar y política del nuevo Estado. La actuación se orientó a impulsar las industrias de bienes de equipo, que recibieron una importante y continuada ayuda pública, lo cual generó un gran gasto público con efectos inflacionistas muy importantes.

En 1941, el mismo año en que se nacionalizó la red de ferrocarriles con la creación de RENFE, se fundó el elemento fundamental de esta política industrial: el Instituto Nacional de Industria (INI), un conglomerado de empresas públicas, que intentó producir el máximo posible, con independencia de los costes, y en el mayor número de sectores, al margen de que existiesen  las condiciones favorables para desarrollar las actividades propuestas. En estos primeros años fue cuando se constituyeron las principales empresas nacionales (IBERIA, ENSIDESA, ENDESA, SEAT). 

2. Las primeras medidas liberalizadoras (1951-1956). 

La marginación de España del Plan Marshall (1948-1952), que permitió la reconstrucción de la Europa de posguerra, impidió a nuestro país acceder a créditos que hubieran facilitado una pronta recuperación económica. En 1951, la situación generada por la política de autarquía había llevado a movimientos huelguísticos en Barcelona, Madrid y Asturias. En el marco de las relaciones internacionales, el recrudecimiento de la racionamiento ya se habían eliminado en 1952). 

Las ayudas americanas fueron en paralelo a la apertura hacia el exterior del régimen (ingreso en la ONU en 1955) y a la resurrección del mercado libre, rebajándose progresivamente el intervencionismo estatal y el proteccionismo para conectar con el liberalismo capitalista, ideología económica subyacente en la Europa del momento que llevará a la creación del Mercado Común Europeo en 1957.

A pesar de los efectos positivos -entre otros, un suave crecimiento industrial-, nuestros costes de producción eran muy altos, carecíamos de bienes de equipo, la inflación era muy alta, teníamos un fuerte déficit comercial y las reservas de divisas eran cada vez menos.

En definitiva, la autarquía no funcionaba. A la altura de 1957 la economía española estaba bloqueada, necesitaba un cambio drástico de dirección. El giro vendrá de la mano del nuevo gobierno, remodelado en 1957, en el que se incorporan los tecnócratas del Opus Dei. Este gabinete pondrá fin a la política autárquica y establecerá medidas liberalizadoras (Plan de Estabilización) que propiciarán un fuerte crecimiento a la economía española. 

IV. LA OPOSICIÓN POLÍTICA DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO.

1. La oposición en el interior.

a) La oposición en los años cuarenta. 

En España destacan tres frentes en la lucha antifranquista: el movimiento obrero, los grupos monárquicos y el maquis o guerrilla.

La actividad clandestina de pequeños grupos del PCE, del PSOE y de la CNT nunca se interrumpió, como prueba la serie de encarcelamientos y de ejecuciones de militantes de estas organizaciones que se produjeron desde 1939. Con todo, la actuación de estas agrupaciones políticas, como consecuencia de la fuerte represión del régimen, disminuyó durante la década de 1950.

Los grupos monárquicos llegaron a practicar hasta la conspiración. El momento más difícil para el dictador se produjo en 1943, cuando militares monárquicos dirigieron una carta colectiva a Franco en la que le pedían la restauración de la monarquía en la persona de don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII. Dos años más tarde, Juan de Borbón hizo público en Lausana (Suiza) un manifiesto en el que solicitaba a Franco que se retirara   para   restaurar   la monarquía en su persona.

El maquis o guerrilla se constituyó a partir de dos grupos diferentes. El primero de ellos se formó a partir de núcleos que subsistían diseminados por zonas de montaña desde finales de la guerra civil. Su objetivo era continuar la guerra, que no daban por acabada, esperando el momento oportuno que permitiera una ofensiva exterior contra la dictadura. El segundo grupo lo constituían las unidades que habían luchado victoriosamente contra los alemanes en Francia, que intentaban trasplantar aquella experiencia a España. Entre 1944 y 1950 intervinieron en varias zonas, y su acción más espectacular fue el intento de penetración por el valle de Arán (octubre de 1944). Pero el aislamiento entre los diferentes grupos de guerrilleros, la represión militar y de la Guardia Civil, y el recuerdo de la guerra, experiencia que la población civil no quería repetir, explican su fracaso. Además, no hay que olvidar que en 1948 el PCE renunció a continuar la lucha guerrillera. 

b)  La oposición en los cincuenta. 

En la década de 1950, la oposición interior experimentó tres cambios significativos: (la renuncia a la práctica violenta, es decir, a la guerrilla), (la transformación social y generacional de sus miembros) y (el impulso de la actuación opositora en las universidades y en el seno de los sindicatos franquistas, para aprovechar las elecciones a enlaces sindicales y jurados de empresa, embriones del sindicato Comisiones Obreras).

Frente a estas acciones el régimen franquista reaccionó de dos maneras: de una parte, endureció la represión mediante la Ley contra el Bandidaje y el Terrorismo (1958) y la Ley de Orden Público (1959), y, de otra, aceptó cierta flexibilidad respecto a las demandas salariales con la Ley de Convenios Colectivos (1958).

Por otro lado, como ya se ha comentado, los cambios acaecidos en las relaciones internacionales, con las diferencias crecientes entre el bloque occidental liderado por Estados Unidos y el bloque soviético dirigido por la Unión Soviética, hicieron que las potencias occidentales suavizaran sus condenas al franquismo. 

2. La oposición en el exterior. 

Acabada la guerra, un gran número de diputados, figuras políticas de todos los partidos y convencidos republicanos partieron al exilio y desde el exterior intentaron mantener las instituciones republicanas en el exterior. Así, en agosto de 1945, se reunieron en México las Cortes republicanas de 1939, aunque sólo cien diputados, y eligieron a Diego Martínez Barrio como presidente de la República en el exilio y a José Giral como presidente del gobierno. Entre estos grupos destacaron: anarquistas, socialistas, comunistas, y varios representantes de partidos republicanos de izquierda. Si un adjetivo les define es: desunión. Desunión y enfrentamiento en el interior de los distintos grupos y desunión en las instituciones republicanas por la dispersión de sus miembros, principalmente en Francia y México.