EL ANTIGUO RÉGIMEN
Desde los siglos medievales se conservaban en Europa casi
las mismas formas de entender la economía y la sociedad. Frente a estas ideas
(la división de la sociedad en estamentos) que representan una concepción
tremendamente injusta, se alza la burguesía, único grupo con iniciativas
económicas (capitalismo) y con dinero fruto de su trabajo, que aspirará a crear
un mundo que le favorezca. En lo político aspirará a conseguir el poder
político, en lo económico que las leyes le favorezcan a la hora de desarrollar
sus proyectos.
El término Antiguo Régimen se utiliza para designar las
formas específicas de sociedad, de economía y de instituciones políticas que
caracterizan a la historia europea desde mediados del siglo XV a finales del
siglo XVIII. A esta etapa, llamada también Edad Moderna, se le pone fin a
través de las revoluciones burguesas o liberales, proceso que se inicia en
Europa con la revolución francesa de 1789, fecha y acontecimiento que marcan el
inicio de la Edad Contemporánea. A ella le prestaremos nuestra atención en otro
tema. Ahora debemos conocer las bases sobre las que se asentaba el Antiguo
Régimen y como se produjo el cambio del Antiguo Régimen a la sociedad burguesa.
1.
La economía durante el Antiguo Régimen.
La economía de estos siglos está prácticamente anclada en la
Edad Media, aunque se ha producido algún avance técnico las condiciones no son
muy distintas de la época medieval: agricultura extensiva, rotación de
cultivos, organización gremial...
Frente a eso empiezan a aparecer nuevas formas de producción
que iban evolucionando hacia un nuevo sistema económico, el capitalismo, que
terminará implantándose con la Revolución Industrial, acontecimiento que corre
paralelo a la revolución liberal o burguesa.
La economía del Antiguo Régimen no conseguía hacer crecer de
forma sostenida la producción, por delante del aumento de la población, y todo
ello era debido a la baja productividad del trabajo que traía consigo
que la producción y el consumo por habitante fueran pequeños.
Las principales características de la economía del Antiguo
Régimen eran las siguientes:
a)
El predominio absoluto de la agricultura.
Era
el sector económico predominante. La mayor parte de la población (entre el80 y
el 90%) trabajaba en ella. La persistencia de los métodos de cultivos tradicionales
(rotación bienal o trienal con barbecho) aportaba unas tasas muy bajas de productividad.
En consecuencia, la producción era escasa y cuando venía una serie de malas
cosechas se producían hambrunas que traían consigo la caída de la población.
Buena
parte de las tierras estaban bajo la propiedad de la nobleza y el clero. En general,
ni uno ni otro explotaban directamente sus propiedades; las cedían en forma de censos
o arrendamientos a cambio de una renta. Además, en muchas zonas de Europa la
nobleza disfrutaba de un poder jurisdiccional sobre los habitantes de un pueblo
o localidad (es decir, cobrar impuestos, hacer justicia, aprobar ordenanzas…).
b)
La escasa importancia de la industria.
Los niveles de productividad eran bajos por la ausencia de
mecanización, por el uso de fuentes de energía tradicionales y por el escaso
desarrollo de la división del trabajo. Su dependencia frente a la agricultura
era clara: una crisis agrícola se traducía en una crisis de subsistencias y en
una caída de la demanda de productos industriales.
Las formas principales de organización industrial eran tres:
la industria artesanal, la industria domestica rural y la manufactura.
En las ciudades seguía presente una industria artesanal,
con técnicas tradicionales, rígidamente reglamentada por los gremios que
impedían toda forma de competencia (idea capitalista).
La industria doméstica o “sistema a domicilio” fue la
utilizada por los comerciantes para atender a la demanda de los mercados
exteriores. En el campo, lejos del control gremial, un comerciante facilitaba
materias primas (lana o algodón) a los campesinos para que elaboraran un
determinado producto que era pagado a tanto la pieza por el comerciante.
El otro modelo de producción fue la manufactura. Se
trataba de grandes talleres donde trabajaban obreros asalariados, pero la
maquinaria seguía siendo la tradicional, con predominio del trabajo manual.
Muchas manufacturas fueron financiadas por el Estado, inicialmente daban
beneficios para posteriormente acabar con pérdidas, que terminaban siendo
sufragadas por el Estado.
c)
La inexistencia de un mercado de ámbito nacional.
Para ello era necesario que aparecieran nuevos medios de
transporte. Ya era importante el transporte marítimo, en crecimiento por las
relaciones comerciales con las colonias; sin embargo, la lentitud y carestía de
los transportes terrestres y la persistencia de aduanas interiores determinaban
un escaso grado de integración económica entre los diferentes territorios de un
país.
d)
El estancamiento económico.
Era
lo que, en definitiva, caracterizaba a la economía del Antiguo Régimen.
Una serie de buenas cosechas elevaban el nivel de
vida y el ritmo de crecimiento demográfico, se aumentaba la demanda de
productos industriales y el comercio se beneficiaba también de la expansión
agraria. Por el contrario, una época de malas cosechas traía
consigo una crisis de subsistencias, una caída en la demanda de productos
industriales, extendiéndose la crisis al resto de los sectores de la economía.
Romper con este círculo vicioso era necesario para conseguir
un crecimiento sostenido de la producción. Se trataba, en definitiva, de poner
en marcha un nuevo régimen económico que será un hecho con la Revolución
Industrial.
2.
La estructura de la sociedad estamental.
La sociedad del Antiguo Régimen continuó siendo estamental;
se mantenía la división de origen medieval en estamentos: nobleza, clero
y tercer estado o estamento popular. Para cumplir las
misiones encomendadas al clero (rezar para la salvación de la comunidad) y a la
nobleza (vigilar por su defensa) estos estamentos gozaban de privilegios,
concedidos por ley, de tipo económico, social y político. Todos ellos
consolidados, a lo largo de la Edad Media, se mantendrán durante la Edad
Moderna.
La nobleza y el clero constituían el estamento
privilegiado. El primer estamento lo formaba el clero.
En su interior había importantes diferencias lo que daba lugar a un claro
escalonamiento: arzobispos, abades, curas rurales y religiosos. La Iglesia
poseía grandes propiedades de las que obtenía rentas, no pagaba impuestos y
mantenía una fuerte influencia en los comportamientos sociales (matrimonio,
paternidad, enseñanza…).
La aristocracia en teoría constituía el segundo
estamento. Su condición de privilegiado se justificaba por su misión (la
defensa militar de la comunidad y la de aconsejar a los monarcas); sin embargo,
al pasar a la Edad Moderna el Estado se fortalece, la monarquía se hace
absoluta y la nobleza ve reducir su peso político, militar o administrativo. En
cambio, mantiene sus privilegios jurídicos (no paga impuestos y goza de leyes
propias) y vive de las rentas de sus tierras. También, una parte de ellos, los
más poderosos, los que ocupan la parte alta de la nobleza o aristocracia,
disfrutan de poderes jurisdiccionales, como el cobro de impuestos, el
nombramiento de jueces o la redacción de ordenanzas para las poblaciones de su
señorío.
Por último, el estamento de los no privilegiados,
también conocido como tercer estado incluía a todos los que no
eran ni nobles ni clérigos. Un grupo social donde se incluían los
jornaleros del campo o los que habitaban en las ciudades, los artesanos, los
comerciantes y los profesionales liberales. Entre ellos había fuertes
diferencias económicas, pero a todos les unía la obligación de pagar impuestos,
la necesidad de trabajar, y la carencia de privilegios.
Bajo un proceso lento, desde el siglo XIII se venía
consolidando un grupo social dentro de lo que luego pasaría a llamarse tercer
estado. Este nuevo grupo, cada vez más influyente y rico, era la burguesía
que nació como consecuencia del desarrollo del comercio, del crecimiento de las
ciudades, de los descubrimientos geográficos y de la consiguiente apertura de
los mercados exteriores.
Esta burguesía, a lo largo del siglo XVIII, fue poco a poco
adquiriendo conciencia de su fuerza y de su marginación. Apartada del
poder político, acabó rechazando el absolutismo monárquico y la
desigualdad ante la ley. Estamos, por tanto, ante la clase social que, alzada
en revolución, acabará con las bases del Antiguo Régimen y pondrá los cimientos
de las del mundo contemporáneo.
3. La Ilustración. El Despotismo Ilustrado y la crisis del
Antiguo Régimen.
Desde mediados del siglo XVIII un grupo de pensadores, en su
mayoría franceses, desarrollaron una corriente de pensamiento nuevo, a la que
se dio en llamar Ilustración, que terminó siendo un arma formidable para
destruir las bases del Antiguo Régimen. Partían del supuesto de que el
hombre había nacido para ser feliz y de que la razón humana, única fuente de
conocimiento, era capaz de alcanzar por sí sola la verdad. Advertían que si los
hombres habían sido creados para alcanzar la felicidad, las relaciones entre
ellos tenían que estar basadas en la tolerancia y en la igualdad ante la ley
(con la consiguiente desaparición de los privilegios estamentales). Defendían,
a su vez, una nueva forma de Estado basado en los ideales de igualdad, libertad
y tolerancia.
Entre estos filósofos, que prepararon el fin del Antiguo
Régimen, destacaron Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Montesquieu
advertía que para evitar que el Estado cayera en la tiranía y el despotismo
debía organizarse sobre la separación de poderes: legislativo (en manos del
Parlamento), ejecutivo (en las del rey y sus ministros) y judicial (ejercido
por los tribunales legalmente constituidos). Voltaire era un ferviente
defensor de la libertad de pensamiento y de la tolerancia religiosa. Rousseau expuso el principio de la
soberanía nacional: el poder reside y emana del pueblo. Pero la realidad era
otra: el rey era el soberano absoluto, Dios le había entregado todo el poder y,
en consecuencia, el monarca sólo era responsable de sus actos ante la
divinidad.
François-Marie Arouet (París, 21 de noviembre de 1694 – ibid., 30 de mayo de 1778), más conocido como Voltaire |
Las ideas de los ilustrados se difundieron, primero, por
Francia y, después, por todos los países europeos e, incluso, por las colonias americanas.
La burguesía las acogió con entusiasmo, ya que respondían a sus intereses e
ideales. Sin embargo, también tuvieron mucha aceptación entre un sector de la
nobleza y entre algunos de los monarcas absolutos, como José II de Austria,
Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y Carlos III de España. Sus medidas
de gobierno han dado lugar al llamado Despotismo Ilustrado,
consistente en llevar a cabo reformas, pero sin pretender una coparticipación
popular, siguiendo el principio de “todo para el pueblo pero sin el
pueblo”.
Ahora bien, el Despotismo Ilustrado venía a ser, también,
una estrategia de los mismos monarcas para enfrenarse a la crisis del Antiguo
Régimen, sistema sociopolítico que venía teniendo una larga vida y que, en la
segunda mitad del siglo XVIII entró en crisis por diversos factores: Por las transformaciones
económicas, que exigían una libertad de producción, por las aspiraciones
de la burguesía, dispuesta a poner fin a la sociedad estamental y al
absolutismo monárquico, y por las críticas de los ilustrados, que
mostraban al Antiguo Régimen como un sistema injusto, irracional y poco
adecuado para lograr la felicidad del hombre y el progreso de la sociedad.
La revolución francesa será la encargada de
materializar el cambio, de acabar con el Antiguo Régimen; por su trascendencia
la fecha de su inicio, 1789, sirve para poner fin a la Edad Moderna y
para marcar el comienzo de otra nueva Edad, la Contemporánea. Del
sistema sociopolítico del Antiguo Régimen se va a pasar a otro nuevo: al
sistema liberal, donde la burguesía organiza un nuevo Estado basado en
el reconocimiento de las libertades, en la división de poderes y en el
principio de la soberanía nacional.