UD 14- ESPAÑA: LA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO.

ESPAÑA: LA DICTADURA DEL GENERAL FRANCO

INTRODUCCIÓN. 

La unidad trata sobre el régimen político del franquismo y su evolución social y económica entre 1939 y 1975, por lo que se descartan dos procesos muy directamente relacionados: la Guerra Civil en 1936-1939 que lo fundamentó y el proceso de la Transición democrática posterior a la muerte de Franco en 1975.

El régimen franquista se estudia de un modo sincrónico, como un sistema básicamente estable, de modo que su evolución política interna será muy lenta, aunque su política exterior sí sufrió importantes cambios.

RESUMEN.

Desde 1936 en la zona nacional y 1939 en todo el país y hasta la muerte de Franco, en noviembre de 1975, España padeció los efectos de una dictadura política. Coincidiendo con una dura posguerra que se alargó hasta los años 50, se consolidó un régimen político basado en la concentración del poder en manos del jefe del Estado. Se estableció entonces un único cauce de acceso a la vida política, primero a través del partido FET y de las JONS, y más tarde de su sucesor, el Movimiento Nacional. Casi de inmediato se impuso una política económica autárquica, con fuerte intervención del Estado, que estancó en la pobreza al país. El régimen fue criticado internacionalmente e, incluso, sancionado en el aspecto diplomático y económico.

Pero el inicio de la guerra fría a finales de los 40 conllevó una actitud internacional más benévola hacia el régimen franquista por parte del mundo occidental, que, a cambio de la entrada de España en su sistema defensivo, en los años 50 puso fin al bloqueo económico y reanudó las relaciones diplomáticas. Pero, además, se esperaba de Franco una apertura política hacia la democracia, lo que no se produjo.

Los años 60 fueron años de fuerte expansión de la economía capitalista, y sus efectos penetraron también en el país (crecimiento industrial y comercial, descenso del paro, migraciones a la ciudad, consumismo...). En los años 60 se aprobaron una serie de leyes que mostraban ciertos atisbos aperturistas, como la Ley de Prensa (que establecía la autocensura, en vez de la censura previa) y la designación en 1969 por Franco de su sucesor, el príncipe Juan Carlos de Borbón, en la Jefatura del Estado con el título de rey.

El atentado de ETA de 20 de diciembre de 1973 en el que pereció el almirante Luis Carrero Blanco, reciente presidente del gobierno, eliminó al hombre que aseguraba un futuro de continuidad política al morir Franco y precipitó la disolución del régimen en sus últimos años, hasta el fallecimiento del dictador el 20 de noviembre de 1975. Sobrevino entonces no una ruptura, sino un proceso reformista pactado entre las fuerzas dominantes del régimen y de la oposición, en lo que fue un exitoso modelo histórico de transición de la dictadura a la democracia. 

1. EL RÉGIMEN POLÍTICO: EL FRANQUISMO.

1.1. CARACTERÍSTICAS DEL RÉGIMEN. 

Se trata, en resumen, de una dictadura autoritaria, un régimen diferente a las democracias  europeas occidentales y muy cercano al portugués. 

Un régimen personal.

Durante casi 40 años el general Franco gobernó España con un régimen personal en que todos los poderes estaban acumulados en sus manos. Este régimen posee en su origen dos particularidades que lo diferencian del resto de los regímenes europeos: su origen en una guerra civil y su carencia de un acto constituyente. La ideología de Franco era militarista, nacionalista, católica, ultraconservadora en lo político y social, con un gran pragmatismo. Según el historiador Raymond Carr sólo le preocupaba mantener el orden público y la soberanía exterior, y combatir el liberalismo y la partitocracia, sus enemigos. En cambio, nunca se preocupó de la política económica y social, que dejó en manos de sus ministros. Siempre repartió el poder entre los clanes y familias del ré­gimen, de modo que ninguno fuese demasiado poderoso para predominar ni demasiado débil para desaparecer. Siempre se resistió a cualquier reforma real del régimen político, porque creía (como tantos dictadores) que una dictadura que se reformase al final siempre se hundiría. Sólo desde 1969, cuando se le declaró el mal de Parkinson y apoyado en su mano derecha, Carrero Blanco, se retiró parcialmente a la vida familiar. 

La concentración de poderes.

Además de por sus orígenes atípicos el régimen se caracterizó por la concentración de poder en una sola persona. Franco se autoproclamó y era a la vez el Jefe del Estado, el Presidente del Gobierno, el Generalísimo de los Ejércitos, el Jefe Nacional del Movimiento.

Se le rendía un auténtico culto, al ser considerado el Caudillo de España, una fi­gura de corte fascista similar al Führer (Hitler en Alemania) y al Duce (Mussolini en Italia) de la Europa de los años de entreguerras. La propaganda se consagró a exaltar las virtudes de un Franco, que era presentado como un hombre providencial. Los historiadores estudian la “francolatría”, el culto a Franco: el régimen mostró evidente afición para las concentraciones multitudinarias en las que se vitoreaba el nombre del Jefe.

Con Franco no existió la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; encarnaba la soberanía del Estado e incluso podía nombrar a su sucesor (lo hizo en 1969, nombrando al príncipe Juan Carlos de Borbón, que procedería a “desmontar” el régimen desde su cargo).

Franco tenía los principales poderes.

  • El poder legislativo: podía legislar por decreto o decreto-ley. Hasta 1942 no existieron Cortes, pero cuando se abrieron se convirtieron únicamente en un órgano cor­porativo, compuesto por procuradores franquistas, que se limitaba a respaldar las indicaciones del Jefe del Estado, quien les había nombrado. No existía debate y los acuerdos se tomaron, durante muchos años, por unanimidad.
  • El poder ejecutivo: como presidente del Gobierno nombraba los ministros y todos los cargos importantes, aprobaba los presupuestos, las inversiones y las medidas de política económica.
  • El poder judicial supremo, por cuanto administraba el derecho de gracia y designaba o revocaba a los jueces. 

El proceso fáctico de legitimación legal.

El régimen careció de un acto constituyente “clásico”, como, por ejemplo, unas elecciones y una votación en el Parlamento (así subieron al poder Hitler y Mussolini) o una transmisión por herencia (como en la monarquía). Simplemente el general en jefe del bando ganador en la guerra civil fue designado sucesivamente para encabezar los ejércitos, ocupar la presidencia del gobierno y la jefatura del Estado, y jefe del partido único, en un proceso muy rápido:

  • La Junta de Defensa de la zona nacional, presidida por el general Cabanellas, nombró a Franco como Generalísimo de los Ejércitos (12-IX-1936), Jefe de Gobierno (29-IX) y Jefe de Estado (1-X). Poco después, Franco se autonombró Jefe Nacional del partido único, gracias al Decreto de Reunificación (19-IV- 1937) que unió a todas las fuerzas políticas de la derecha (falangistas, carlistas, cedistas y monárquicos) en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y que suprimió al resto de los partidos y organizaciones nacionales. 

La legitimación ideológica: Victoria, Patria y Dios.

La legitimación del régimen se asentó en tres pilares ideológicos, estrechamente ligados entre sí: el militarismo, el nacionalismo y el catolicismo. Estos tres pilares se ligaban entre sí: la Victoria se presentaba como un milagro “querido por Dios” para salvar a la Patria católica por excelencia.

El franquismo fue el resultado de una Victoria en una guerra civil. Por lo tanto, fue un régimen de vencedores que deseaban obtener una compensación por su triunfo y que legitimaban el poder en que lo habían conquistado por la fuerza. Esto explica en gran parte que el Ejército asumiera durante mucho tiempo unas funciones ejecutivas y de policía.

Defendía la ideología ultranacionalista (Patria). La Patria era Una, Grande y Libre: Una para evitar todo separatismo o nacionalismo disgregador, Grande para extenderse (en los primeros años de soñado imperialismo) o para engrandecerse interiormente, Libre del comunismo y la masonería que la debilitasen.

Defendía la ideología religiosa del catolicismo (Dios). El franquismo se caracterizó por un catolicismo conservador, a diferencia del nazismo y del fascismo (oficialmente laicos).

La suma de la ideología nacionalista y religiosa desembocó en lo que se ha venido llamando nacionalcatolicismo.

Además, en teoría el régimen se nutría ideológicamente del ideario corporativista de la Falange, pero en la práctica lo que hizo fue adaptar el falangismo a sus propios intereses (lo que se evidencia en los sindicatos). 

Las restricciones a las libertades.

Al rechazar el liberalismo y el sufragio universal se negaron los derechos de expresión, reunión, asociación, manifestación, huelga...

La prensa fue sometida a la censura previa, hasta la ley de Prensa de 1966, que mejoró algo la situación, al prever penas posteriores por los artículos críticos al régimen (era una autocensura). La Televisión y la Radio fueron controladas estrechamente y este control permitió una propaganda tenaz, en la que se aseguraba que España era la admiración del mundo y mucho más adelantada que Europa.

Para que un grupo de 20 personas pudiera reunirse legalmente se necesitaba un permiso del gobernador civil.

Estuvieron prohibidos los partidos políticos, acusados de sembradores de divisiones.

Los cargos políticos no eran ocupados mediante elección sino mediante designación. 

1.2. INSTITUCIONES DEL RÉGIMEN.

Leyes Fundamentales del régimen: carencia de Constitución.

El régimen nunca se dotó de una Constitución al estilo occidental y la misma palabra parecía sospechosa, por sus connotaciones liberales, por lo que no deben interpretarse las Leyes Fundamentales como una Constitución bis, sino como una recopilación de las normas estatales más importantes, pues regulaban las instituciones del Estado y sus relaciones internas. 

Las instituciones políticas y sociales.

  1. El Jefe del Estado. Concentraba todos los poderes.
  2. El Consejo del Reino. El órgano consultivo máximo.
  3. Las Cortes. Se instauraron el 17-VII-1942. Sus miembros, según la Ley de Cortes, sólo tenían poderes de deliberación y asesoramiento, dentro de una “democracia orgánica”.
  4. El Movimiento Nacional (inicialmente FET y de las JONS). Aunque se presentaba como una “comunión de principios”, de hecho era el partido único, la única vía de acceso a la vida política.
  5. El Gobierno. Tenía el poder político y administrativo.
  6. Los gobernadores civiles. Eran los jefes provinciales de la Administración y del Movimiento.
  7. Los sindicatos verticales. Se basaban en la concepción falangista de unos sin­dicatos únicos en los que estuvieran encuadrados patronos y obreros (por esto llamados verticales), para impedir la lucha de clases y resolver por arbitraje los conflictos sociales. Estaban regulados por la Ley de Unidad Sindical. Controlaban a los obreros y regulando los salarios y, a cambio, se impuso un contrato laboral prácticamente vitalicio. El sistema se completó con la subordinación de los sindicatos al gobierno porque el delegado nacional de sindicatos tuvo cargo de ministro. Se prohibieron las huelgas e incluso la utilización de la palabra “huelga” en la prensa.
  8. La Justicia. Era un poder mediatizado por el poder político, que nombraba a los jueces. 

1.3. LOS APOYOS SOCIALES Y POLÍTICOS DEL RÉGIMEN. 

Franco consiguió hábilmente un equilibrio entre las fuerzas políticas y sociales que le apoyaban, aunque no había partidos políticos. El bando nacional, durante la guerra civil, reunió a los partidos monárquicos (borbónicos y carlistas), católicos, conservadores y la CEDA, junto a la Falange y los pequeños partidos fascistas. Su base social era el ejército, el clero, los terratenientes, la alta burguesía y la pequeña burguesía. 

La Iglesia católica.

  • La Iglesia católica gozó de un inmenso protagonismo en la vida política y social, sobre todo porque recuperó sus antiguos privilegios en la educación, y su impronta ideológica se manifestaba en asociaciones católicas que formaban parte importante de las instituciones.
  • El grupo político de los católicos procedía de la Editorial Católica y constituyó la fuerza predominante en los ministerios de Educación y Asuntos Exteriores. En los años 60 le sucedió la influencia del Opus Dei, con varios ministros.
  • A pesar de ello, otros sectores católicos mantuvieron actitudes críticas frente al régimen, sobre todo al final, cuando la Iglesia, dirigida por el cardenal Tarancón, abogó por la democracia, influida por la doctrina del Concilio Vaticano II y una firma colectiva, Tácito, solicitaba desde el diario “Ya” la reforma política. 

El Ejército.

El apoyo de Franco en el ejército vencedor fue muy fuerte desde el principio. La mayoría de los oficiales y jefes militares le profesaron una gran devoción, afirmada por la gloria militar y las ventajas que gozaron de prestigio social, poder político y beneficios económicos.

En los gabinetes llegó en los primeros años a ocupar seis carteras, de un total de 14, proporción que disminuyó después. En principio jugaron un papel influyente los principales generales vencedores en la guerra, como Varela y Yagüe; más tarde, los amigos personales de Franco, como Camilo Alonso Vega y el almirante Carrero Blanco. Muchos otros militares asumieron en los primeros años destacados puestos en la administración civil y las empresas. A los tribunales militares se les encomendó la per­secución de los delitos políticos, de oposición al régimen.

No obstante, al no dar Franco paso a la monarquía, como se esperaba, a partir de 1945 los generales monárquicos se distanciaron del régimen, aunque no peligró el dominio franquista sobre el ejército. Desde 1950 la participación militar en la vida política disminuye progresivamente, a fin de hacer más presentable al régimen en el exterior. Habremos de esperar al final del régimen, cuando ya muchos militares no hayan participado en la guerra civil, para que el ejército no se alinee masivamente con el régimen franquista. 

La Falange.

Los falangistas protagonizaron la primera etapa junto a los militares. La mayoría de sus figuras provenían de la pequeña burguesía urbana y de los medianos propietarios de Castilla, una clase social que temía confundirse con el proletariado. Franco les encomendó dentro del régimen las áreas de los medios de comunicación y los sindicatos. Los falangistas accedieron a los ministerios en plena juventud, alrededor de los 30 años, lo que permitió gestiones prolongadas, como la de Girón en el Ministerio de Trabajo, que desarrolló una política social realmente avanzada en algunos aspectos. Girón llegó a afirmar: “La Falange es, en su doctrina, el Estado mismo”. Pero la apertura gradual del régimen, que deseaba borrar su imagen totalitaria del principio, implicó que la Falange perdiera influencia con los años, sobre todo después de 1950, y derivara en una estructura burocrática de control cada vez menos eficaz de la sociedad. 

Los monárquicos.

Tras una temprana etapa de colaboración ante la esperanza del regreso de la monarquía borbónica, se apartaron a finales de los años 40 por lealtad al pretendiente Don Juan de Borbón, aunque mantuvieron cierta presencia en el ejército y la alta administración.

Algunas personalidades de la rama carlista ocuparon la cartera de Justicia y la presidencia de las Cortes. 

Los tecnócratas.

Son los vinculados al mundo de los negocios y la Banca, a de la alta burguesía. Ocuparon desde el principio los cargos principales en los ministerios económicos y técnicos.

A partir de 1957 surge un grupo de personas que ya se autodenominan “tecnócratas”: se consideran apolíticos, pero en realidad pretenden una apertura económica sin reforma política. La mayoría son miembros del Opus Dei (lo que les en­laza con el grupo católico, al que en realidad suceden) y los encabeza Laureano López Rodó, autor de los Planes de Desarrollo y del Plan de Estabilización de 1959 que abrió España a la prosperidad de los años 60. En 1969 este grupo chocó con los falangistas y ambos fueron alejados del poder. 

1.4. LA OPOSICIÓN POLÍTICA Y SINDICAL. 

Durante el franquismo el partido dominante en la izquierda, por su mejor organi­zación, fue el comunista PCE, que padeció, junto al PSOE y otras organizaciones, una eficaz represión. Asimismo los sindicatos UGT y CNT fueron muy débiles en la oposición, desde que fueron casi aniquilados en los años 40 y 50 y no se volvieron a reconstruir hasta mediados de los años 60, sobre todo alrededor del sindicato comunista CCOO.

Hay tres fases en la oposición: 1) 1939-1952. 2) 1952-1966. 3) 1966-1975.

1) 1939-1952. Los partidos y los sindicatos sufrieron una dura represión y fueron aplastados, fracasando el maquis (guerrilla) del norte, que duró unos años (1946-1949).

2) 1952-1966. En esta etapa la oposición, muy débil, promovió huelgas y disturbios, también duramente reprimidos (1952, 1962...).

3) 1966-1975. En esta etapa la oposición despliega su actividad con creciente fuerza, sobre todo con el PCE (PSUC en Cataluña) y el sindicato Comisiones Obreras (CCOO), nacido en 1966, con una ideología comunista. La actividad de la oposición comenzó a crecer en las universidades, las empresas, la calle, con el apoyo de los jóvenes universitarios, los obreros y de la burguesía urbana.

La oposición se fue radicalizando a medida que el régimen se desmoronaba y desaparecían sus figuras históricas, Carrero Blanco y, por fin, Franco. 

2. EVOLUCIÓN POLÍTICA, SOCIAL Y ECONÓMICA. 

A continuación vamos a seguir la política interior y exterior del país en conexión con los periodos más importantes de su evolución social y económica.

El régimen político franquista no cambió significativamente entre los años 40 y 70. En el interior fue muy estable: un Estado unitario, autoritario, sin participación democrática, muy represivo. Hubo, naturalmente, cambios en las personas y adaptaciones ideológicas, pero sus políticas sólo variaron esencial­mente en los aspectos exterior y económico.

En cambio, hubo una intensa evolución social y económica durante el franquis­mo. Posiblemente fue una auténtica revolución, aunque no prevista por el régimen, que conllevaría unas transformaciones que disolverían finalmente el franquismo. 

2.1. EL PERIODO 1939-1950: LA AUTARQUÍA.

POLÍTICA INTERIOR.

El Gobierno.

En este periodo Franco gobernó con un equilibrio entre los distintos sectores que habían luchado en el bando vencedor. Mantenía los ministros según su confianza personal, pero cuidando la composición del Gobierno, cuyas funciones parecen repartidas en funciones según su ideología:
  • Los falan­gistas solían ocupar las carteras de Trabajo, Agricultura y Sindicatos (unida a la Secretaría General de FET y las JONS); los carlistas ocupaban Justicia; los católicos Educación; los militares las tres de Defensa; unas personalidades técnicas y conservadoras las de Hacienda, Obras Públicas, Industria y Comercio. 

La política interior.

La ideología externa del régimen cambia en estos años, al socaire de la política exterior. Si los primeros son años de preparación para una “misión imperial” lo segundos son de moderación. Por qué este cambio? Al principio, los países del Eje parece que ganarán la guerra y el franquismo toma características fascistas, sobre todo tras el nombramiento del falangista Serrano Suñer para el ministerio de Asuntos Ex­teriores (17-X-1940). Pero desde mediados de 1942, con las primeras previsiones de la victoria de los aliados, el régimen franquista evoluciona para ofrecer un rostro más amable al exterior y reduce la represión interna de la oposición, aparentemente des­mantelada, y Serrano Suñer cesa en agosto de 1942, mientras que la Falange pierde poder político.

Los primeros años (1939-1941) son de implacable represión sobre los republicanos: Ley de Responsabilidades Políticas (1939), Ley de represión de la Masonería y el Comunismo (1940), Ley de Seguridad del Estado (1940). Los opositores son purgados, encarcelados, a menudo ejecutados. Las libertades clásicas del régimen liberal son restringidas.

La política cultural es tradicionalista pues los valores católicos, históricos e imperiales son exaltados. Es una política represora de los valores modernos, lo que causa el exilio o depuración de los intelectuales liberales; se prohíbe la enseñanza y el uso público de las lenguas vasca y catalana. El Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC, 1939), sigue las pautas del neotomismo.

La política educativa favorece la enseñanza privada, en manos de órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, que alcanzan su apogeo en los años 50.

Entre 1945 y 1948 se realizaron varios intentos de acabar con el franquismo, aprovechando el apoyo internacional. El príncipe Juan de Borbón lanzó el Manifiesto de Estoril (una propuesta de restauración de la monarquía) y los republicanos reanudaron el maquis en el Norte.

La respuesta del régimen fue la represión interior contra el maquis y la exaltación del nacionalismo, presentando la presión internacional como una injerencia (masiva manifestación de diciembre de 1945 en Madrid). Al mismo tiempo se procedió a institucionalizar el régimen, mediante leyes que le presentasen exteriormente como una democracia al menos parcial: Ley de Cortes (1942), Fuero de los Españoles (1945) formulando los derechos básicos democráticos, aunque no eran reales por las fuertes limitaciones de sus leyes de desarrollo, Ley Municipal, Ley de Referéndum (1945), Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947) que establecía que a Franco le sucedería la monarquía. Era un modo de encauzar la participación política sin aceptar la democracia liberal y de separarse de la imagen fascista de la guerra civil. 

POLÍTICA EXTERIOR.

Neutralidad durante la II Guerra Mundial (1939-1945).

Durante la guerra mundial España fue oficialmente neutral, pero hubo una evolución en esta neutralidad, en dos etapas:

A.-) En una primera etapa el régimen mostró su simpatía por Alemania e Italia, que habían ayudado a los nacionales en la guerra civil y que tenían muchos apoyos entre los militares y los falangistas. Durante años España suministró minerales estratégicos (wolframio sobre todo) a Alemania, y al final de la guerra su territorio sirvió de asilo a muchos nazis.

Antes de acabada la Guerra Civil la España ‘nacional’ ya estaba alienada con el Eje y poco después se salió de la Sociedad de Naciones (8-V-1939). Cuando estalló la guerra mundial en septiembre, al principio se aseguró la neutralidad, con la “declaración de neutralidad” (IX-1939 a VI-1940). Se temía que los aliados invadiesen España para restablecer la República, pero la victoria alemana en Francia alejó el peligro y se pasó a una declaración de “no beligerancia”, que era de no agresión contra los aliados, pero apoyo al Eje. Se ocupó Tánger (VI-1940) y se planeó la intervención en la guerra a cambio de territorios en Marruecos y la recuperación de Gibraltar.

Esta línea política se profundizó cuando el falangista Serrano Suñer, cuñado de Franco, desempeñó la cartera de Asuntos Exteriores (17-X-1940 a IX-1942). En la entrevista de Hendaya entre Hitler y Franco (X-1940), este propuso entrar en la guerra a cambio de suministros bélicos y el Marruecos francés, lo que Hitler no aceptó. De haberlo hecho, España hubiera figurado en el bando del Eje y el régimen franquista hubiera sucumbido hacia 1944. En el segundo semestre de 1941 el Estado Mayor alemán preparó la “Operación Isabella”, que preveía la ocupación de la Península para conquistar Gibraltar, pero Hitler desistió ante la falta de preparación militar de España.

Cuando la URSS fue invadida por el ejército nazi en junio de 1941, Franco decidió el envío de la División Azul al frente ruso, constituida en general por voluntarios.

B.-) En una segunda etapa, se evolucionó hacia una neutralidad más clara porque se comprendió que el fascismo iba a perder la guerra. Jordana, nuevo ministro de Asuntos Exteriores desde septiembre de 1942, mostró ser un aliadófilo. En octubre de 1943 Franco cambió su política de “no beligerancia” a “neutralidad” y retira del frente ruso la División Azul (XII-1943). Desde entonces, sin romper con Alemania, se procuró un acercamiento a los aliados. 

Aislamiento internacional del régimen (1945-1949).

Al acabar la guerra, en 1945, y sobre todo en 1946, a los ojos de los vencedores el régimen español constituía un residuo del fascismo al que había que aislar para favorecer su caída.

El 18 de julio de 1945 Franco nombra nuevo gobierno en España, con fuerte participación de católicos, para ofrecer una imagen más favorable. Comienza por entonces el maquis en España, hasta que es derrotado hacia 1948.

Comienzan las sanciones internacionales al régimen, con cierre de fronteras, sanciones comerciales, retirada general de embajadores... La ONU rechaza (18-VI-1945) la adhesión de Es­paña y en febrero de 1946 condena al régimen franquista (resolución nº 32) y Francia cierra su frontera con España. En abril hay una moción de Polonia para que se declare que la supervivencia del régimen de Franco es una amenaza para la paz. El 2 de diciembre la ONU recomienda la retirada de embajadores (resolución nº 39). En la sesión del 4 de diciembre, Dinamarca y Suecia apoyan un cambio de régimen. El 12 de diciembre de 1946 la ONU condena otra vez al régimen y afirma que la dictadura de Franco es ‹‹por su origen, naturaleza, estructura y comportamiento general un régimen fascista, organizado e implantado en gran parte gracias a la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista de Mussolini››. Pronto se retiran los embajadores, salvo los de la Santa Sede, Portugal, Suiza y Argentina.

El aislamiento provocó graves problemas económicos. El único intercambio internacional en este periodo fue con Portugal y las remesas de trigo argentino ordenadas por Perón, que ayudaron a paliar la escasez de grano.

Pero desde 1948 (crisis de Berlín, Guerra Fría) mejoran las relaciones de EE UU con España. Francia abre la frontera con España también en 1948. 

ECONOMÍA Y SOCIEDAD. 

Hubo una vuelta a un régimen económico autárquico e ineficiente, que arruinó las mejoras que había registrado la economía desde 1917, de modo que sólo en 1951 se recuperó el nivel económico de 1935. La pobreza era terrible: hambre, racionamiento de productos básicos (hasta 1953), mercado negro... y no había la válvula de escape de la emigración a las ciudades o al extranjero. 

La política económica autárquica de los años 40.

La política económica se movió entre dos hechos: la necesidad de reconstruir el país y la imposibilidad de hallar apoyo exterior para hacerlo. Esto se debía al ais­lamiento comercial por la crisis mundial que provocó la II Guerra durante la guerra y la posguerra, así como al boicot internacional desde 1945. Por ello, se impuso la solución de la autarquía económica: el Estado era muy intervencionista: precios, salarios, em­presas públicas, nacionalizaciones, obras hidráulicas...

Aunque se logró reconstruir (hacia 1945) la mayor parte de lo destruido en la guerra, es evidente que, en general, este sistema fracasó lastimosamente, ahondando la crisis española de los años 40 y 50, como señalan Fusi y Palafox:

‹‹La instauración de un Estado Nuevo basado en los denominados ideales del 18 de julio tras la guerra civil supuso una abrupta y decisiva ruptura histórica. Las repercusiones económicas fueron tan significativas como destacadas, al pretender lograr la autosuficiencia frente al exterior, y aspirar también a sustituir los precios de mercado por los decididos en los despachos de la Administración. En el corto plazo, la política económica del franquismo dejó a España fuera de la primera fase del milagro económico europeo, condujo a la etapa de estancamiento económico más prolongada del siglo XX y sumió a buena parte de los españoles en el hambre y la miseria. En el largo plazo, la discrecionalidad de las autoridades, cuando no la pura arbitrariedad, aumentó considerablemente el peso de las actividades no competitivas, y, sobre todo, modificó profundamente las pautas de comportamiento de los agentes económicos, consolidando como elementos relevantes de la actuación de no pocos la especulación, el tráfico de influencias disfrazado bajo justificaciones ideológicas y, en bastantes ocasiones, la corrupción.›› [Fusi, Juan Pablo; Palafox, Jordi. España: el desafío de la modernidad. “El País” (14-XI-1997) 15. Ambos consideran positivo el balance de España en los s. XIX y XX, cuando se construyó un Estado liberal y una economía desarrollada, pese a los problemas políticos y económicos de políticas autárquicas y antiliberales.]

Entre las medidas intervencionistas destacan:
  • La nacionalización de las industrias bélicas y de la red de ferrocarriles (RENFE, 1941). 
  • La industrialización con el fomento estatal, con la creación de muchas industrias nuevas (ENDESA, ENHER, ENSIDESA, ENASA, SEAT...) y del Instituto Nacional de Industria (INI). 
  • Un control estricto del escaso comercio exterior (licencias de importación y exportación). 
  • Una política moderada de fomento agrario: creación del Instituto Nacional de Colonización (1939), asentamiento de colonos, concentración parcelaria, regadíos... que fracasó por múltiples causas: falta de auténtica voluntad política, lentitud e ineficacia burocrática, la resistencia del latifundismo, técnicas anticuadas, poca maquinaria, escasos abonos, escasos rendimientos, malas condiciones climáticas... 
  • El hambre y la escasez intentaron ser suplidos con el racionamiento y los precios de tasa, pero se produjeron especulación, contrabando, mercado negro... 

La política social falangista.

Si la sociedad vivía una profunda miseria, en cambio la política social del régimen era relativamente avanzada aunque dentro de un régimen conservador, recogiendo la ideología falangista (el ministro de Trabajo entre 1941 y 1957 fue el falangista José Antonio Girón): el “nacionalsindicalismo” o corporativismo, que intentaba superar tanto al socialismo como al capitalismo, mediante el intervencionismo del Estado en las relaciones entre empresarios y trabajadores, y el control de los derechos y obligaciones laborales.
  • Supresión de los sindicatos obreros y de las patronales, e integración en sindicatos verticales, que reunían empresarios y trabajadores.
  • El Gobierno fijaba los salarios en cada rama de la producción.
  • Supresión del derecho de huelga. Se compensaba con la casi prohibición del despido.
  • Desarrollo de la Seguridad Social: pensiones de Seguro Obligatorio de Enfermedad, Maternidad, Vejez, Invalidez, Accidentes y Enfermedades Profesionales, Desempleo, Seguridad Social Agraria.

Pese la redistribución de la renta era mínima, porque la capacidad financiera del Estado era escasa, ya que el sistema tributario era poco progresivo, gravando sobre todo las rentas del trabajo y el consumo, mientras que era usual el fraude fiscal en las rentas del capital y los beneficios empresariales. 

2.2. EL PERIODO 1950-1959: LA APERTURA.

POLÍTICA INTERIOR. 

Desde 1945 el régimen se había ido alejando de la parafernalia fascista,  y recon­vertido en un régimen autoritario, católico y anticomunista. En los años 50 este proceso de cambio de imagen se profundiza, a fin de legitimar al régimen. La represión es igual de dura pero cada vez más selectiva, concentrada en los dirigentes políticos y sindicales de la oposición.

Desde 1948 Franco se había acercado a los monárquicos (llega a España el príncipe Juan Carlos para iniciar su educación con vistas a suceder a Franco). Cuando cambie el gobierno en 1951 es el principio del declive de los falangistas y del auge de los “católicos”. El 18 de julio de 1951 se nombra nuevo gobierno, con personalidades católicas aperturistas como el ministro de Educación, Joaquín Ruiz Giménez, que promueve la I Bienal Hispanoamericana de Arte e inicia la apertura artística y cultural, y el de Comercio, Manuel Arburúa, que comienza la liberalización económica. La figura clave, como segundo hombre del régimen desde 1951, será el almirante Luis Carrero Blanco, ministro Subsecretario de la Presidencia, el primer ministro de hecho, cargo para el que será nombrado oficialmente en 1973.

Comienzan las primeras huelgas: en marzo de 1951 en Barcelona hay una huelga del transporte público y conflictos en fábricas y la universidad, promovidos por los anarquistas, que son reprimidos. La represión policial desarticula en 1953 la UGT y el PSOE clandestinos.

El conflicto más grave estalla en febrero de 1956: agitación universitaria con luchas callejeras entre estudiantes demócratas y falangistas; el 10 de febrero se suspenden varios derechos civiles y al poco son cesados los ministros Ruiz Giménez, de Educación, y Fernández Cuesta, del Movimiento. Al mismo tiempo hay una crisis económica y social (1956-1957), con huelgas, por lo que Franco nombra nuevo gobierno en febrero de 1957. El Opus Dei y los tecnócratas alcanzan el poder político.

 POLÍTICA EXTERIOR.

Apertura y acuerdos con los EE UU (1950-1959).

El anticomunismo del régimen y la Guerra Fría permitieron cambiar la situación internacional de España. EE UU comenzó a considerar a Franco, en vez de cabeza de un régimen fascista, como líder anticomunista, y por tanto a España como un posible aliado en la lucha para frenar la expansión del comunismo. La Asamblea General de la ONU anuló (X-1950) su resolución de 1946 y comenzó el regreso de los embajadores, con lo que finaliza el aislamiento de España y recomienzan las relaciones diplomáticas con EE UU (I-1951) y los otros países occidentales.

El proceso de inserción en la vida internacional continuó con los acuerdos firmados con EE UU y el Concordato con el Vaticano (ambos en 1953) y culminó con la entrada en la ONU (1955).

Los acuerdos con EE UU constituyen el pivote de esta etapa. El texto habla de un tratado defensivo, que supone la ayuda militar mutua y la ayuda económica de EE UU a España. No obstante, fue acompañado de pactos secretos que suponían recortes de la soberanía española; así la decisión de activar las bases conjuntas de Torrejón, Rota y Zaragoza, en caso de emergencia, correspondía a los norteamericanos. 

ECONOMÍA Y SOCIEDAD. 

Comienza una tímida apertura económica, apoyada en el comercio exterior, el naciente turismo, préstamos de EE UU, una fuerte emigración a Europa y Latinoamérica. El crecimiento permite terminar el racionamiento (marzo-abril 1952). La inflación y el primer éxodo a las ciudades promueven los primeros disturbios en 1952.

La economía crece hasta que entra en crisis en 1956 por la inflación (40% en 1956-1957), las huelgas, el grave déficit exterior, la caída de las reservas de divisas, la falta de productividad. El gran capital catalán comienza a reivindicar más liberalización económica en el interior pero proteccionismo aduanero contra el exterior.

La situación del campo no había mejorado. Seguía habiendo superpoblación rural y las rentas agrarias eran muy bajas. El principal problema era el desequilibrio social, por el latifundismo del sur y el minifundismo del norte. En 1959 los latifundios de más de 300 hectáreas ocupaban el 41% de las tierras, los de más de 100 hectáreas ocupaban el 53,5% con sólo el 0,86% de los propietarios. En cambio, los minifundios de menos de 10 hectáreas ocupaban el 19% de las tierras con el 91,5% de los propietarios. Esta desigualdad explica la baja productividad y rentabilidad de la agricultura y el inicio de su éxodo rural en este decenio, que se convierte en masivo en los años 60.

Pero, en conjunto, hacia 1960 la economía y la sociedad españolas habían mejorado mucho respecto a la situación de 1940, aun teniendo en cuenta el bajo nivel de partida después de la guerra civil. La población española había crecido significati­vamente en 1940-1960, al pasar de 26 millones a casi 31 millones de habitantes. La población activa agraria había bajado del 51% al 41%. La población en las ciudades de más de 100.000 habitantes era ya un tercio del total. La renta nacional se había doblado. El consumo de electricidad se había multiplicado (de 4.000 millones Kw/h a 18.600 millones). Era un desarrollo muy inferior al de las sociedades occidentales en el mismo periodo, pese a que estas habían comenzado a recuperarse más tarde, en 1945, pero en España, en suma, estaban sentadas las bases para el gran desarrollo de los años 60. 

2.3. EL PERIODO 1959-1973: EL DESARROLLO.

POLÍTICA INTERIOR.

El contraste del estancamiento político y la modernización económico-social.

Los mayores aciertos de la política interior del régimen en este periodo son los cambios en la política económica, cuya liberalización promueve el desarrollo, aunque  no exento de claroscuros. Es una política de modernización económica y social, para satisfacer las necesidades materiales de la población, pero sin conceder cambios políticos para satisfacer sus necesidades democráticas, un proceso similar al del despotismo ilustrado del siglo XVIII y al actual de la China comunista. Pero este desfase llevó a una polarización de la vida política del país, entre los afectos al régimen autoritario y la oposición democrática, que se organizó eficazmente. Además, la falta de democracia impedía la plena entrada de España en la CEE (solicitada en II-1962). 

Los cambios legislativos.

En el aspecto legislativo hubo una tímida apertura:
  • Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958), que establecía que el Estado era una monarquía católica y orgánica.
  • Ley de Convenios Colectivos (1958), que dejaba la fijación de salarios en manos de la negociación de patrones y trabajadores.
  • Ley de Prensa (1966), que suprimía la censura previa.
  • Ley Orgánica del Estado (1966), que regulaba la “democracia orgánica” (familia, municipio y sindicato), con la elección de 1/3 de las Cortes por votación de cabezas de familia y mujeres casadas.
  • La reforma en 1967 de las leyes de Cortes de 1942 y del Fuero de los Españoles de 1945.
  • Ley de Libertad Religiosa (1967).
  • Ley de Educación (1970) que extendía la educación hasta los 14 años.

Por contra, se limitaba el régimen a una “democracia orgánica”: Ley de Principios Fundamentales del Movimiento (1958), Ley Orgánica del Estado (1966), Ley Sindical (1971). 

La evolución del gobierno y la oposición.

Tras unos años de tranquilidad, desde 1962 se mueve la vida política.

En 1962 renace la organización sindical clandestina. Hay huelgas (IV-VI 1962) en Asturias, Madrid, Cataluña... En junio se reúne la oposición en Múnich, excepto el PCE, y los participantes son represaliados. Se nombra (10-VII-1962) nuevo gobierno, con fuerte participación del Opus Dei y con Manuel Fraga como ministro de Infor­mación y Turismo.

En 1963 se intensifica la represión sobre las organizaciones de izquierdas. Es fusilado (IV-1963) el líder comunista Julián Grimau.

En 1964 la oposición avanza. Nacen las CCOO de Cataluña (XI-1964), primer grupo obrero bien estructurado desde 1939. Aparece la revista “Cuadernos para el diálo­go”, promovida por Ruiz Giménez, con una ideología demócrata cristiana de izquierda, abierta a toda la oposición y la revista “Triunfo” comienza también su labor progresista.

En 1965 es suprimido el oficial Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU), al fracasar en organizar y adoctrinar a los estudiantes.

En 1966 se funda el Sindicat Democràtic d'Estudiants en la Universidad de Barcelona y comienza la oposición de los estudiantes al régimen. La Ley de Prensa inicia una apertura informativa. Comienza en diciembre la represión contra CCOO.

En 1967 se promulga la Ley Orgánica del Estado, que sienta nuevas bases institucionales del régimen franquista y continúa la represión de la creciente oposición. Las CCOO son declaradas ilegales. ETA, una organización terrorista vasca fundada en 1959 que abogaba por el independentismo, se radicaliza y comienza sus atentados en serie.

En 1968, se reproducen las huelgas y manifestaciones estudiantiles. La revista “Destino” es suspendida dos meses y su director, Néstor Luján, cesado. Se declara el “estado de excepción” (sólo se hizo en 1968 y 1975).

En 1969 se intenta perpetuar el régimen. Franco nombra sucesor al príncipe Juan Carlos (22-VII-1969). Ante los rumores de pronta sucesión estalla la lucha en el Gobierno entre el Opus Dei y el grupo liderado por Fraga. Triunfa (29-X-1969) el Opus Dei y Fraga es cesado en el nuevo Gobierno, sustituido en Información por Sánchez Bella (hasta 1974). Fraga inicia acto seguido su dominio del reformismo conservador.

En 1970 y los años siguientes la represión continúa: desde el 3 de diciembre de 1970 se juzga a 16 separatistas vascos en el proceso de Burgos. Durante esas semanas se multiplican los actos de protesta: huelgas, manifestaciones, actos públicos entre los que destaca el encierro voluntario de opositores en el monasterio de Montserrat. La presión interior e internacional consigue la conmutación de las penas de muerte.

En 1971 sigue la represión.

En 1972 estalla una huelga masiva en la Universidad española, comenzada en Madrid. Aparece un conflicto social en el campo con protestas de los pequeños campesinos. Nacen movimientos reivindicativos de asociaciones de vecinos en las ciudades.

En 1973 Franco cede la Jefatura de Gobierno a Carrero Blanco (VI a XII-1973), reservándose la del Estado. En el nuevo gobierno desaparece el Opus Dei. Pero al poco Carrero Blanco es asesinado en un atentado de ETA (20-XII-1973).

POLÍTICA EXTERIOR.

La política exterior estuvo dirigida con eficacia por Castiella, ministro de Asuntos Exteriores (1957-1969), que mejoró las relaciones diplomáticas con casi todos los países, incluso con los comunistas del Este. En el periodo final (1974-1975) la política exterior no varió, por lo que se incluye aquí. 

Orientación europea (1959-1975).

En la década de los 60 España necesitaba completar la amistad norteamericana con la participación en los movimientos de unificación de Europa, y en 1962 solicitó la entrada en la Comunidad Económica Europea, en vano, porque esta entendió que Es­paña no reunía los requisitos democráticos. 

La descolonización en África.

Se completó la descolonización:

  • España entregó en 1954 el protectorado del Rif al nuevo reino de Marruecos, reservándose Ceuta y Melilla.
  • Cedió el territorio de Ifni (1968) a Marruecos. Antes se sufrió un breve conflicto (XI-1957), cuando los marroquíes atacaron el territorio.
  • Concedió la independencia a Guinea Ecuatorial (1968).
  • Se evacuó el Sahara Occidental (1975) en beneficio de Marruecos y Mauritania, impelidos por la Marcha Verde de 100.000 marroquíes, realizada durante la agonía de Franco.
  • Únicamente subsistieron los problemas coloniales de Gibraltar (el gran reto de la política exterior española) y las plazas norteafricanas, porque Marruecos mantenía su reclamación sobre Ceuta y Melilla.

ECONOMÍA Y SOCIEDAD. 

España vive en este periodo un espectacular desarrollo económico y social, el más elevado del mundo occidental tras Japón. Es el llamado “milagro español”, que será aprovechado por el régimen para legitimarse ante la opinión pública. Sus causas princi­pales son tres:

  • El aceptable nivel de partida alcanzado hacia 1960.
  • La liberalización de las fuerzas económicas latentes en el país que se realiza por el gobierno entre 1957 y 1961 y que rompe los últimos restos de la autarquía.
  • Una favorable coyuntura económica internacional. 

La apertura económica.

Hacia 1957, para superar la crisis económica iniciada en 1956, se comienza una clara apertura económica al exterior, que llevará al Plan de estabilización de 1959 que fue el aldabonazo definitivo para la liberalización económica y el abandono de la autarquía. Básicamente consistió en una gran liberalización interna (eliminación de reglamentos burocráticos) y exterior (reducción de tasas aduaneras, cambio real de moneda a 60 pesetas/un dólar, aceptación de inversiones extranjeras). Primero provocó una crisis deflacionaria pero pronto se reinició la expansión económica. La economía se abrió al exterior, con un enorme aumento de las importaciones y ex­portaciones.

Los Planes de Desarrollo (el primero de 1964-1967, el segundo en 1969-1972) fijaron los objetivos y las medidas para conseguir estos: polos de desarrollo regional, regadíos, comunicaciones... Pero en conjunto tuvieron poco éxito.

Son años de gran crecimiento económico. El PIB industrial creció en 1960-1973 al 10% de media anual. La población activa agraria bajó del 41% en 1960 al 25% en 1970.

El capital para las inversiones y la importación de bienes de equipo procedió de los ingresos del turismo, las remesas de los inmigrantes y las inversiones y créditos extranjeros. Aumentaron sobre todo las inversiones extranjeras, atraídas por los bajos salarios, la inexistencia de huelgas y la facilidad de controlar el mercado español.

La modernización de la agricultura (mecanización, abonos, regadíos, comercialización...) aumentó la productividad agrícola, lo que posibilitó el éxodo rural.

La industrialización y terciarización de la economía avanzaron en los años 60, gracias al desarrollo del turismo y de las industrias de la siderurgia, química, textil, construcción naval, construcción, etc. Las obras públicas mejoraron notablemente las comunicaciones en carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, para cuidar el turismo. Las empresas de banca y seguros se expandieron.

Aspectos negativos fueron el retraso tecnológico, la dependencia del exterior, el elevado déficit de la balanza comercial, la incapacidad de generar suficiente empleo (aliviado por la emigración), la insuficiencia del aparato financiero, el retraso del sistema de transportes y comunicaciones. 

La modernización social.

Son años de aumento de la población obrera y estudiantil (en la Universidad se dobla entre 1962 y 1968, al pasar de 87.000 a 169.000 estudiantes), que se opondrán más tarde al franquismo.

Continuó la emigración a Europa (2 millones de personas), así como un gran éxodo rural a las ciudades: millones de campesinos abandonan el campo para buscar su futuro, primero en la emigración al extranjero y desde finales de los años 50 en las regiones industriales.

Aumentó el desarrollo urbano: las ciudades y las zonas costeras se expanden en detrimento de las zonas rurales. Madrid pasa de 2,26 millones de habitantes en 1960 a 3 millones en 1970.

Queda atrás la miseria y España se occidentaliza en sus gustos. El consumismo se manifiesta en los años 60 en la difusión de electrodomésticos, televisores, automóviles... En 1960 sólo el 4% de las familias tenían automóvil y el 1% televisor, y en 1970 ya son el 40% y el 85%, en un salto espectacular.

En suma, hubo una modernización social:

  • El definitivo ascenso de la burguesía como clase social hegemónica.
  • La expansión de las clases medias y de los obreros industriales.
  • La disminución de los jornaleros agrarios...
  • El cambio de la familia tradicional (rural) a la moderna, más móvil y con miembros más independientes.
  • La incorporación de la mujer al mundo laboral.
  • La extensión de la educación secundaria y universitaria a amplias capas sociales, junto al aumento de la información y del consumo cultural. 

2.4. EL PERIODO 1974-1975: LA CRISIS FINAL.

La crisis económico-social.

La crisis económica internacional provocada por el aumento de precios del petróleo (desde X-1973) se unió a la crisis interior del régimen para precipitar el inicio de una fuerte crisis económico-social. La económica era todavía pequeña, porque la política económica expansiva permitió frenarla unos años, al precio de que esta fuese mucho más profunda después. Pero la social es rápida, por el cierre de los países europeos a la inmigración, más la destrucción de empleos en el campo y en las industrias obsoletas, que produce desde entonces un terrible y constante aumento del paro, que ha pervivido hasta finales de siglo como un problema estructural de la sociedad y la economía del país. 

La crisis política.

Tras el asesinato del almirante Carrero Blanco el nuevo gobierno es presidido por Arias Navarro (I-1974 a 1-VII-1976), que se enfrenta a la oposición democrática, a los sindicatos obreros y a los estudiantes, mientras que ha perdido el apoyo de la Iglesia y la burguesía. Mientras, la sucesión de Franco se acerca.

En 1974 Arias Navarro dirige un nuevo gobierno, con bastantes aperturistas y lanza un tímido programa de liberalización política: el “programa del 12 de febrero”, que fracasará por la irresolución de Arias y por su represión de la oposición más radical. Con todo, en esta etapa se liberaliza bastante la vida política gracias a la mayor libertad de prensa auspiciada por el ministro Pío Cabanillas y a la tolerancia respecto a la oposición moderada (desde la democracia cristiana hasta al PSOE). Surge un conflicto con la Iglesia, por una pastoral del obispo de Bilbao, Añoveros (al que se intenta ex­pulsar del país), en defensa de los derechos del pueblo vasco (II-1974). Es ejecutado el anarquista Puig Antich (III-1974), acusado de terrorismo. Se forma la Junta Democrá­tica (VII-1974), que reúne a gran parte de la oposición. El aperturista Pío Cabanillas, ministro de Información desde enero, dimite (X-1974) por la debilidad reformista de Navarro.

En 1975 fracasan los intentos de abrir la participación a nuevos sectores sociales, ante la insuficiencia del Estatuto de Asociaciones que Arias presenta: no sólo es rechazado por la oposición, sino incluso por los reformistas más cercanos al régimen como Areilza, Fraga, Cabanillas o Fernández Ordóñez.

Se constituye la Plataforma Democrática (VI-1975), con los otros partidos de la oposición. La Junta y la Plataforma exigen unos puntos mínimos: amnistía, libertad de partidos políticos y convocatoria de Cortes constituyentes.

Se produce una oleada terrorista (verano 1975). Se ejecuta (27-IX-1975) a dos militantes de ETA y tres del FRAP. Llega la última enfermedad de Franco, que fallece (20-XI-1975). 


Después de Franco: el inicio de la Transición.

La muerte de Franco y la sucesión del rey Juan Carlos permitieron iniciar el dificilísimo pero exitoso proceso de la Transición a un régimen democrático. Perdido el apoyo de la Iglesia y la burguesía, la situación de falta de legitimidad y consenso social del régimen se había hecho insostenible y era evidente la necesidad de una reforma o de una ruptura:

  • Reforma desde las instituciones franquistas, con dos opciones: a) hacia una democracia limitada (es la tesis de Arias Navarro y los partidarios de un franquismo bis), b) hacia una democracia plena (propugnada por los reformistas más conscientes, siendo uno de los principales inspiradores de esta transición pacífica el monárquico Torcuato Fernández Miranda, vicepresidente del gobierno Carrero entre 1969 y 1973, y presidente de las Cortes en esta etapa.
  • Ruptura con un régimen nuevo, democrático, sea monárquico o republicano. Es la tesis de la oposición.
  • Ganará la primera opción. El 25-XII-1975 se da el indulto de una parte de los prisioneros políticos y de los dirigentes sindicales. El 27-XII se produce la coronación del rey Juan Carlos e inicio de una difícil transición a la democracia, primero con Arias Navarro como jefe de su segundo gobierno, con reformistas como Fraga, Areilza y Garrigues.
  • En 1976 la presión popular debilita al gobierno de Arias, que se niega a legalizar a todos los partidos políticos. En enero y febrero estalla la mayor oleada huelguística desde la Guerra Civil. Se unen la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia en un solo organismo de la oposición, Coordinación Democrática (III-1976), que pide la ruptura y lucha por la amnistía. La represión se endurece y peligra la situación.

Entonces el rey consigue la dimisión de Arias y nombra como nuevo jefe de gobierno al joven ministro del Movimiento, Adolfo Suárez (VII-1976), que pese a los temores de que sea un hombre del pasado, relanza la reforma con éxito con la Ley de Reforma Política, que acepta la convocatoria de Cortes Constituyentes. Suárez legaliza progresivamente a todos los partidos y da una amnistía a los presos políticos, uniendo así los programas de la Reforma y la Ruptura. La Transición, difícil, no exenta de problemas, será un éxito y asienta el régimen de libertades que gozará el país desde entonces.