TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL S. XIX (I): ECONOMÍA
INTRODUCCIÓN
España, como gran parte del sur y del este de los países europeos, conoció importantes transformaciones en su economía a lo largo del siglo XIX, pero no consiguió subirse al tren de la industrialización al mismo ritmo que Gran Bretaña, Francia, Alemania o Bélgica.
A finales de siglo XIX, España mantenía una economía predominantemente agraria, con un sector industrial limitado y poco capaz de competir en el mercado exterior. Sin embargo, la sociedad española presentaba los rasgos característicos de una sociedad capitalista, aunque el nivel de riqueza por habitante era notablemente inferior al de los países industrializados, en especial al de Gran Bretaña, convertida en la fábrica del mundo.
1.- ANTECEDENTES HISTÓRICOS
A
mediados del s. XIX se inicia la Segunda Revolución Industrial en países
europeos (Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Alemania, EEUU y Japón), se acelera
la carrera imperialista y se crea un gran mercado mundial con nuevos medios de
transporte: ferrocarril, barco de vapor,… Es en este momento cuando la economía
española también experimenta cambios importantes (consolidación de la industria
textil catalana, inicio del ferrocarril, incremento de las tierras cultivadas)
aunque estos cambios no fueron suficientemente intensos para propiciar un
despegue industrial semejante al de otros países europeos.
Hasta
mediados de 1840 y 1850 España vivió un profundo estancamiento económico por
causa de las guerras y pérdida de las colonias americanas.
Historiadores
como Nadal habla de fracaso de la Revolución Industrial en España y Tusell
prefiere hablar de atraso porque hubo cambios pero fueron lentos y tardíos.
En
resumen, España se incorporó deficientemente a la industrialización. A finales
del s.XIX frente a núcleos industriales del Norte (Cataluña, País Vasco
y zonas de Asturias), así como Madrid y la periferia, nos encontramos con una España
rural, con métodos de producción anticuados (Galicia, las dos Castillas,
Extremadura, Andalucía y gran parte del Levante).
2.- EVOLUCION DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA (1833-1930)
Desde
la 2ª mitad del siglo XVIII a las primeras décadas del siglo XIX, la población
europea realizó la transformación del antiguo al nuevo ciclo demográfico. El
proceso económico, ligado a la revolución industrial llevó a un brusco
descenso de la mortalidad y a otro más leve de la natalidad, que
condujo a un aumento espectacular de la población.
La
población española experimentó un crecimiento que, sin alcanzar las cotas de
los países industrializados, supuso un incremento del 70%. Sin embargo este
incremento no fue regular ni constante, siendo más intenso entre los años 1834
y 1857.
Este
comportamiento de la población española se debió a: las mejoras en la
alimentación por la extensión de los cultivos cerealísticos /cultivo del maíz y
la patata), los avances de una incipiente medicina preventiva (vacunaciones,
medidas higiénicas y profilácticas) y las mejoras en la red viaria que
favoreció los intercambios comerciales entre las distintas regiones españolas.
2.1.- Dinámica demográfica: mortalidad y
natalidad
La
tasa de mortalidad se mantuvo en cotas elevadas todo el siglo XIX debido a:
la baja productividad agraria, deficiente red de transportes, la ignorancia en
las causas y mecanismos de transmisión de enfermedades. Todo ello provocó:
- Crisis de subsistencias y hambrunas (Fluctuaciones climáticas provocaban malas cosechas o pérdida y como consecuencia, el hambre y la muerte).
- Epidemias: Fiebre amarilla (afectó a la población joven), cólera (mujeres y niños), gripe, relacionadas con la falta de higiene, la pobreza y la ignorancia.
La tasa de mortalidad infantil se situaba, a mediados del XIX en torno al 200 por mil aunque con fuertes contrastes entre las regiones del noroeste y cornisa cantábrica (155 por mil) y las del centro y sur (300 por mil) que se veían afectados por enfermedades como la tosferina, el sarampión, el tifus o la tuberculosis.
La tasa de natalidad fue elevada durante todo el siglo XIX. Su lento descenso se inicia en la segunda mitad del siglo manifestándose primeramente en las regiones más avanzadas de la periferia peninsular. En el siglo XX fue descendiendo progresivamente desde el 33,8 por mil en 1900 al 25,7 por mil en 1935.
2.2.- Distribución de la población
Ofrecía una distribución disimétrica ya que existió un desigual comportamiento entre la periferia litoral, más poblada, y el centro peninsular.
Paralelamente se produjo un desplazamiento de población del campo a la ciudad. La causa del éxodo rural fue el incremento de las tasas de natalidad en los medios rurales y la incapacidad económica de las actividades económicas para absorber los excedentes demográficos, por lo que las ciudades que experimentaron un incipiente desarrollo industrial se convirtieron en focos de inmigración. Esto provocará problemas de índole social.
La emigración exterior se oriento en tres direcciones:
- Norte de África: En los años treinta, se dirigieron a Argelia procedentes del levante español y muchos regresaron al terminar el siglo.
- Argentina y Brasil: emigración más tardía procedente del noroeste peninsular.
- Francia: Después de la I Guerra Mundial creándose una colonia en el sudoeste francés de más de 350.000 personas en 1930.
3.- LA ESTRUCTURA AGRARIA
3.1.- Análisis de la estructura agraria
La agricultura fue la actividad económica más importante a lo largo del siglo XIX porque empleaba a unos 2/3 del total de la población activa como por el volumen de riqueza generada.
Hasta mediados del s. XVIII la agricultura presenta los mismos rasgos que el siglo anterior (despoblamiento, epidemias de hambre, bajo rendimiento). Solo se produjeron mejoras en la red viaria y la red de cabotaje.
El rendimiento del campo era bajo, causado entre otras cosas por el atraso técnico (técnicas tradicionales: arado romano, rotación bienal,..), los malos años climáticos y las crisis agrícolas. Se seguía utilizando el arado romano y se cultivaba con el sistema de “año y vez” (se divide el terreno en dos partes, una se cultiva y la otra se deja en barbecho); el agricultor disponía de escaso capital para mejorar su equipo y pocos medios auxiliares, era una economía de autoabastecimiento.
Analfabetismo de campesinos hizo que se mantuvieran los antiguos sistemas de cultivos.
Claro predominio de economía agraria de autoabastecimiento.
Sistema de arriendo inadecuado.
Escasa articulación del mercado agrario español, lo que se traduce en la disparidad de precios entre distintas regiones y dificultades de intercambios limitado a mercados comerciales y locales.
Limitaciones jurídicas sobre la libre disposición de los bienes por parte de los propietarios, por lo que se puede hablar de una injusta distribución de la propiedad de la tierra pues existían tierras amortizadas o vinculadas, es decir podían percibir rentas pero no podían enajenarlas o venderlas.
A esto hay que sumar el desarrollo de ganados mesteños (S. XVII – XVIII). Al salir de la crisis europea aumenta la demanda de lana, lo que unido a una bajada de los precios del grano, hizo que muchas tierras se dejaran para el pasto propiciando un desarrollo ganadero espectacular.
La propiedad de la tierra en la España del Antiguo Régimen estaba en manos de la nobleza, la Iglesia y de los municipios.
La nobleza gracias al mayorazgo, tenía un patrimonio de bienes rústicos y urbanos sustraídos al libre comercio debido a que no podía enajenar sus propiedades ni dividirlas, sino que debían transmitirlas íntegras al primogénito.
La Iglesia, era propietaria de extensiones de tierra como consecuencia de numerosas donaciones de que había sido objeto durante siglos. Las tierras quedaban inmovilizadas en tierras de “manos muertas”.
Los municipios poseían tierras concedidas por los reyes durante los siglos de la Reconquista. Solían ser bosques o terrenos áridos (montes y baldíos) que se utilizaban de dos formas: tierras de uso colectivo (baldíos o tierras comunales), pastos, terrenos sin cultivar de las que se obtenían los rendimientos imprescindibles para subsistir; y tierras de propios que, siendo del común, eran arrendadas a particulares. Los ingresos obtenidos de su explotación se incorporaban a los presupuestos municipales.
Por tanto, la cantidad de tierra a la que se podía acceder como propietario fue disminuyendo y encareciéndose con el paso del tiempo.
3.2.- Proyectos de reforma de la estructura agraria:
A mediados del s.XVIII, cierto aumento de la población chocaba con una agricultura deficitaria de manera que se pusieron en práctica PROYECTOS DE REFORMA para acabar con la situación de malestar social del campo:
- Carlos III legisló sobre arrendamientos agrarios y decretó que los pueblos enajenaran sus bienes concejiles y baldíos entre los jornaleros y braceros
- Floridablanca en el Expediente de la Ley Agraria de 1771 plantea una reforma que propugnaba constituir un fondo formado por el capital procedente de bienes eclesiásticos vacantes para el fomento de la agricultura y repoblación del país.
- Campomanes estudia el Expediente de Floridablanca y publica el llamado Memorial Ajustado en el que plantea la creación de cotos redondos (fincas próximas pertenecientes a un mismo dueño) indivisibles e inalienables como base del patrimonio familiar.
- Jovellanos, más radical, publica un Informe sobre la Ley Agraria (1795): toda la propiedad vinculada y de manos muertas debía desamortizarse porque, según el, la propiedad es un derecho natural, y solo el trabajo de la tierra hace productiva la tierra.
- Godoy en 1789 es el que lleva a cabo las primeras expropiaciones de bienes.
REFORMA AGRARIA LIBERAL:
En el s. XIX se puede hablar de grandes transformaciones agrarias pero dentro de la Reforma Agraria Liberal, siguiendo los planteamientos intelectuales de la España ilustrada. Esta RAL es llevada a cabo por gobiernos liberales y sobre todo de forma irreversible con Isabel II encaminadas a:
1) Introducir en el campo relaciones de producción netamente capitalistas, partiendo del principio de propiedad privada e individual.
2) Se trataba de acabar con el viejo sistema feudal de explotación del Antiguo Régimen.
Tras los intentos frustrados de las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal, entre 1836 y 1837, las medidas jurídicas más importantes que engloban la Reforma son:
- En 1836 se suprime el mayorazgo, y por tanto, se consigue la definitiva desvinculación de las tierras señoriales de la que ya pueden disponer libremente sus propietarios. La consecuencia es que fueron desvinculadas pero no expropiadas siendo los beneficiarios los propios nobles.
- En 1837, la abolición de los señoríos jurisdiccionales o régimen señorial. Esta medida plantea el problema de la propiedad de la tierra. El articulo 5 establecía la distinción entre:
- Señorío jurisdiccional: el señor administra justicia y cuenta con otros poderes por delegación real.
- Señorío territorial: el señor cuenta con la propiedad de la tierra que era explotada por vasallos a cambio de tributos.
Esta distinción dará lugar al enfrentamiento de muchos pueblos contra los antiguos señores:
Los campesinos y los pueblos alegaban que todos los señoríos eran jurisdiccionales y que por tanto al abolirse la jurisdicción, la tierra pasaría a ser propiedad del municipio y por lo tanto de los vecinos. Y los señores alegaban que había dos tipos de dominio dentro de un señorío y que solo era abolido el señorío jurisdiccional.
- La desamortización será uno de los hechos históricos más importantes en la evolución económica y social del s.XIX, y es sobre el que llamaremos más atención
- Otras disposiciones:
- Reparto de tierras comunales
- Desaparición de privilegios gremiales que regulaban las faenas agrícolas
- Autorización de cerrar y acotar fincas
- Libre contratación de trabajadores
3.3.- La desamortización: medidas adoptadas:
DEFINICIÓN: Incautación
por parte del Estado de bienes raíces pertenecientes en su mayoría a la Iglesia
y a los municipios (entendida como propiedad acumulada en instituciones de
manos muertas). Estos bienes nacionalizados fueron vendidos en pública subasta
para que fueran adquiridas por propietarios individuales y además para aumentar
los ingresos del presupuesto del Estado.
EL PROCESO DESAMORTIZADOR
Las primeras expropiaciones de bienes de la Iglesia por el Estado español se produjeron con Godoy en época de Carlos IV por motivos fiscales.
José Bonaparte llevó a cabo una proceso desamortizador a expensas sobre todo de bienes del clero y de los aristócratas que se resistieron a la dominación francesa con el fin de favorecer y comprometer a los “adictos” al régimen.
Hubo dos proyectos frustrados:
Las primeras expropiaciones de bienes de la Iglesia por el Estado español se produjeron con Godoy en época de Carlos IV por motivos fiscales.
José Bonaparte llevó a cabo una proceso desamortizador a expensas sobre todo de bienes del clero y de los aristócratas que se resistieron a la dominación francesa con el fin de favorecer y comprometer a los “adictos” al régimen.
Hubo dos proyectos frustrados:
- Las Cortes de Cádiz: entre la labor legislativa se incluía un decreto general de desamortización de bienes confiscados a los afrancesados y jesuitas, órdenes militares, órdenes religiosas y parte del patrimonio de la Corona y baldíos. Pero no entra en vigor porque Fernando VII anuló a su llegada en 1814 toda la labor de las Cortes iniciándose el sexenio absolutista.
- Trienio Liberal: Se aplica la desamortización como una medida fiscal no como reforma agraria sobre las tierras propiedad del clero regular. Sin embargo, Fernando VII volverá anular esta medida cuando implantó de nuevo el absolutismo entre 1823 y 1833. Aunque en realidad, no todos los bienes confiscados volvieron a sus dueños.
El
proceso desamortizador del s.XIX se fundamenta en medidas impulsadas sobre todo
por los liberales progresistas: Mendizábal (1835 – 37) y Madoz (1855)
Desamortización de Mendizábal:
Desamortización de Mendizábal:
Se trata de un
Decreto de Febrero de 1836 en el que se establecía que los bienes del
clero regular (OORR) fueron nacionalizados y puestos en venta.
Se beneficiaron los terratenientes y la burguesía urbana adinerada, y fueron las clases modestas del campo los perjudicados.
Esta desamortización sería completada por el propio Mendizábal durante la regencia de Espartero en 1841 cuando se ordenó la venta de las propiedades del clero secular, que jurídicamente se habían declarado bienes nacionalizados desde 1837 (se refiere a la Ley de Bienes Nacionales de 1837).
Sin embargo, con la vuelta al poder del partido moderado en 1844, las ventas quedaron prácticamente suspendidas, se confirmaba la legítima propiedad a quienes habían adquirido los bienes y se normalizaban las relaciones con la Iglesia al firmarse el Concordato de 1851: La Iglesia aceptaba el hecho consumado de la desamortización pero el régimen liberal se comprometía a mantener económicamente al clero y se le devuelven a la Iglesia los bienes confiscados pero no vendidos.
Entre las causas o fines de esta desamortización:
Se beneficiaron los terratenientes y la burguesía urbana adinerada, y fueron las clases modestas del campo los perjudicados.
Esta desamortización sería completada por el propio Mendizábal durante la regencia de Espartero en 1841 cuando se ordenó la venta de las propiedades del clero secular, que jurídicamente se habían declarado bienes nacionalizados desde 1837 (se refiere a la Ley de Bienes Nacionales de 1837).
Sin embargo, con la vuelta al poder del partido moderado en 1844, las ventas quedaron prácticamente suspendidas, se confirmaba la legítima propiedad a quienes habían adquirido los bienes y se normalizaban las relaciones con la Iglesia al firmarse el Concordato de 1851: La Iglesia aceptaba el hecho consumado de la desamortización pero el régimen liberal se comprometía a mantener económicamente al clero y se le devuelven a la Iglesia los bienes confiscados pero no vendidos.
Entre las causas o fines de esta desamortización:
- Ideológicos: Dentro de un programa liberal, era habitual encontrar la defensa de la propiedad privada como eco de ideas de ministros ilustrados del s. XVIII.
- Económicos: Se perseguía sanear la Hacienda y finalizar la guerra carlista.
- Políticos: Se buscaba crear una clase de propietarios que vieran en el régimen liberal isabelino la garantía a sus propiedades y sirvieran de sostén y apoyo al régimen.
Según
el historiador Vicens Vives “fue
una transferencia de bienes de la Iglesia a clases económicamente fuertes y se
desaprovechó una ocasión para llevar a cabo la Reforma agraria”
Otro
historiados, Fontana, hablaba de la desamortización como una
“medida hacendística beneficiosa para la
economía, ya que las tierras pasaron a manos más emprendedoras y salvó al
Estado de la bancarrota y los liberales pudieron ganar la guerra. No obstante,
reconoce que aumentó el latifundismo y no se creó una cultura comercial similar
al resto de países europeos”.
Desamortización de Madoz:
En 1855 se
promulga la Ley General de Desamortización, en el contexto del bienio
progresista (1854 – 1856) tras el triunfo de la Vicalvarada). Tras una breve
suspensión entre 1856 y 1858, su aplicación se prolonga hasta entrado el s. XX.
Se ponían a la venta, (violando el Concordato de 1851), las tierras y bienes del clero regular y secular y de instituciones públicas o civiles (del Estado, de municipios) y cualesquiera otra pertenecientes a manos muertas o amortizadas.
Los beneficiarios fueron los terratenientes y la burguesía urbana y los agraviados fueron los propios campesinos.
Esta desamortización fue casi más importante que la de Mendizábal no sólo por su duración, también por el volumen de los bienes privatizados y las repercusiones en todos los órdenes de la sociedad española. Fue muy criticada porque provocaría el empobrecimiento de la Iglesia, las arcas municipales y también por los campesinos que pierden el uso de las tierras comunales.
Según Carr, fue un “desastre social para la población”.
Según Fontana, la desamortización de Madoz “mejoró la Hacienda y se obtuvieron ingresos para financiar la red ferroviaria”
3.3.- Consecuencias o efectos de la desamortización:
Desde el punto de vista económico:
Se ponían a la venta, (violando el Concordato de 1851), las tierras y bienes del clero regular y secular y de instituciones públicas o civiles (del Estado, de municipios) y cualesquiera otra pertenecientes a manos muertas o amortizadas.
Los beneficiarios fueron los terratenientes y la burguesía urbana y los agraviados fueron los propios campesinos.
Esta desamortización fue casi más importante que la de Mendizábal no sólo por su duración, también por el volumen de los bienes privatizados y las repercusiones en todos los órdenes de la sociedad española. Fue muy criticada porque provocaría el empobrecimiento de la Iglesia, las arcas municipales y también por los campesinos que pierden el uso de las tierras comunales.
Según Carr, fue un “desastre social para la población”.
Según Fontana, la desamortización de Madoz “mejoró la Hacienda y se obtuvieron ingresos para financiar la red ferroviaria”
3.3.- Consecuencias o efectos de la desamortización:
Desde el punto de vista económico:
- Se produjo un cambio en la situación jurídica de las tierras, es decir, las tierras podían ser vendidas, enajenadas o repartidas, por lo que se produjo un cambio en la propiedad de las tierras que creó una clase de propietarios individuales y libres.
- Expansión de la superficie cultivada: Se pusieron en cultivo tierra no explotada o tierras que habían servido de pastizales para el ganado, algo necesario ante el aumento de población desde el s. XVIII. Esto supuso cambios en el paisaje agrario al aumentar el espacio roturado. También permitió un aumento de la producción aunque no de la productividad por hectáreas, ya que los nuevos propietarios agrarios no realizaron inversiones de capital ni las transformaciones técnicas necesarias, de forma que la desamortización acabó con el sistema de manos muertas pero no crea una agricultura moderna debido a ese estancamiento tecnológico.
- La roturación de nuevas tierras trae un aspecto negativo como la deforestación: muchos montes vendidos se convirtieron en tierras de labor.
- Los resultados financieros no fueron tan buenos como se esperaban: el capital tardó en llegar y se desvalorizó.
Desde
el punto de vista social:
- Aunque se pasa de una estructura señorial campesina del Antiguo Régimen a una estructura capitalista, no se crea una clase media agraria.
- Las familias más poderosas conservaron intactos sus patrimonios: sus tierras fueron desvinculadas pero no expropiadas.
- La mayor parte de los bienes vendidos fueron a parar a manos de la burguesía urbana y terratenientes rurales, especialmente en el centro y sur de la Península, donde las fincas eran de elevadas superficies. Algunos estudiosos atribuyen a la desamortización la consolidación del sistema latifundista, pues se vendieron los bienes nacionales al mejor postor, es decir, a los mejor situados, y los pobres o más necesitados no los recibieron. En el Norte los campesinos lograron acceder a la propiedad gracias al mayor fraccionamiento.
- Al venderse los bienes de aprovechamiento comunal, se privó a los campesinos del uso colectivo de tales bienes, lo cual desembocó en una crisis de la pequeña y mediana propiedad, a mediados del s. XIX, incapaz de competir en el mercado frente a las grandes explotaciones agrícolas. Esto provocó la tendencia a la emigración por la población rural, sobre todo a finales del s. XIX y principios del s. XX, hacia zonas industrializadas o a Ultramar.
- Al venderse los bienes de propios, los municipios aumentaron los impuestos para compensar las pérdidas de ingresos de los arriendos.
- Al quedarse abandonados los monasterios se perdieron muchas obras de arte y patrimonio cultural.
- La situación del campesinado era mísera y en general se puede hablar de frustración de campesinos por:
- No poder acceder a la propiedad de la tierra
- Ser despojados de las tierras de la Iglesia que cultivaban y de tierras comunales, a veces, sus únicas fuentes de ingresos
- La conversión de jurisdicción señorial, es decir, los señores se convirtieron en propietarios, mientras que los jornaleros sin tierras seguían en la misma situación material.
La
respuesta del campesinado fue de continuas agitaciones, como en Andalucía,
donde protagonizaron insurrecciones como
la de Loja en 1861, ya con la Unión Liberal.
Desde el punto de vista político
En resumen, España se incorporó deficientemente a la industrialización. A finales del s. XIX frente a núcleos industriales del Norte (Cataluña, País Vasco y zonas de Asturias), así como Madrid y la periferia, nos encontramos con una España rural, con métodos de producción anticuados (Galicia, las dos Castillas, Extremadura, Andalucía y gran parte del Levante).
3.4.- La dinámica agrícola y sus factores:
Entre 1833 y 1869 se produjo un resurgimiento agrario derivado de la puesta en cultivo de las tierras procedentes de la desamortización eclesiástica, de las vinculadas a mayorazgos y de las tierras comunales. El cierre a las importaciones de trigo europeo, favoreció el intercambio regional: la cornisa cantábrica se dedicó al maíz y la patata, Castilla, Aragón y Andalucía, al cereal; las tierras del Guadalquivir y Guadiana, al olivo y las costas mediterráneas a los frutales y las viñas.
Hacia mediados de los ochenta se advierte un descenso de la agricultura tradicional debido a la competencia de los cereales procedentes de América, Rusia e India e irrumpe en el litoral mediterráneo la agricultura moderna basada en los frutales y productos de regadío. Los motivos: la calidad de la tierra, la preparación de los agricultores, la proximidad de los puntos de consumo, el inicial desarrollo industrial de la zona. Todo ello estimuló la aplicación de métodos modernos y la obtención de capitales necesarios para las obras de regadío. Los nuevos productos serán la avellana, la almendra y las conservas.
En el primer tercio del siglo XX se incrementó la producción agraria, mejoró la productividad del trabajo y de la tierra y descendió la mano de obra. Sin embargo España seguía teniendo un sector agrario sobredimensionado que dificultaba la modernización de la economía española. Siguió predominando la trilogía mediterránea que se enriqueció con cultivos frutales, plantas industriales y hortícolas. La crisis económica de los años treinta marcó el final del proceso de renovación comenzado a principios de siglo.
4.- LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL
Desde el punto de vista político
- Se creó un grupo de fieles a la causa liberal. Pero también el régimen se generó enemigos entre aquellos más afines a la Iglesia, provocando tensiones entre ésta y el Estado Liberal, cuyas relaciones fueron malas durante años.
En resumen, España se incorporó deficientemente a la industrialización. A finales del s. XIX frente a núcleos industriales del Norte (Cataluña, País Vasco y zonas de Asturias), así como Madrid y la periferia, nos encontramos con una España rural, con métodos de producción anticuados (Galicia, las dos Castillas, Extremadura, Andalucía y gran parte del Levante).
3.4.- La dinámica agrícola y sus factores:
Entre 1833 y 1869 se produjo un resurgimiento agrario derivado de la puesta en cultivo de las tierras procedentes de la desamortización eclesiástica, de las vinculadas a mayorazgos y de las tierras comunales. El cierre a las importaciones de trigo europeo, favoreció el intercambio regional: la cornisa cantábrica se dedicó al maíz y la patata, Castilla, Aragón y Andalucía, al cereal; las tierras del Guadalquivir y Guadiana, al olivo y las costas mediterráneas a los frutales y las viñas.
Hacia mediados de los ochenta se advierte un descenso de la agricultura tradicional debido a la competencia de los cereales procedentes de América, Rusia e India e irrumpe en el litoral mediterráneo la agricultura moderna basada en los frutales y productos de regadío. Los motivos: la calidad de la tierra, la preparación de los agricultores, la proximidad de los puntos de consumo, el inicial desarrollo industrial de la zona. Todo ello estimuló la aplicación de métodos modernos y la obtención de capitales necesarios para las obras de regadío. Los nuevos productos serán la avellana, la almendra y las conservas.
En el primer tercio del siglo XX se incrementó la producción agraria, mejoró la productividad del trabajo y de la tierra y descendió la mano de obra. Sin embargo España seguía teniendo un sector agrario sobredimensionado que dificultaba la modernización de la economía española. Siguió predominando la trilogía mediterránea que se enriqueció con cultivos frutales, plantas industriales y hortícolas. La crisis económica de los años treinta marcó el final del proceso de renovación comenzado a principios de siglo.
4.- LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL
4.1.-
El retraso de la revolución industrial
España se incorporó a la revolución industrial a partir de 1840 de forma tardía e incompleta debido a:
España se incorporó a la revolución industrial a partir de 1840 de forma tardía e incompleta debido a:
- Escaso papel de la agricultura en la formación de capitales y en la industrialización por:
- No ofertar alimentos y materias primas suficientes para abastecer a la población concentrada en las ciudades y áreas urbanas.
- No suministrar el capital y la mano de obra a la industria.
- No proporcionar un mercado interior que demande y consuma los productos manufacturados por la industria.
- La inexistencia de una burguesía financiera emprendedora. La aristocracia prefería la inversión en patrimonios rústicos y la burguesía financiera nacional recurre a inversiones a corto plazo, seguras y remuneradoras como la adquisición de bienes desamortizados, olvidando las inversiones industriales o en sectores que generan rápidos beneficios, como el ferrocarril o las explotaciones mineras, en lugar de sectores industriales básicos como la siderurgia o el textil.
- Dependencia técnica y financiera del exterior. El capital extranjero (franco-belga, inglés) se orientó hacia los empréstitos, el ferrocarril, la minería o los servicios públicos, impidiendo la expansión de sectores industriales que hubieran servido de arrastre para el crecimiento de otras industrias como la siderurgia.
- Otros factores como: escasez de carbón y de materias primas, falta de una política económica coherente en los partidos políticos, lenta aparición de las condiciones político-institucionales que habían podido facilitar el desarrollo económico o el retraso del sistema financiero.
4.2.- Principales sectores industriales
Industrias
extractivas
La Ley General de Minas de 1825 no fue capaz de impulsar de manera efectiva el desarrollo minero debido al intervencionismo estatal y a la limitación del tamaño de las explotaciones, por todo ello el desarrollo de la minería en España fue bastante limitado en la primera mitad del siglo XIX.
La Ley minera de 1868 reglamentó los aprovechamientos minerales en todo el territorio y estimuló la constitución de numerosas sociedades mineras. También facilitó la llegada de inversión extranjera que trajo capitales y los mejores técnicos. Todo ello provocó un despegue de la actividad minera que situó a España en el primer lugar en la producción y explotación de una amplia gama de minerales y metales: mercurio, plomo, cobre, hierro y zinc. Esta expansión se debió al auge de las exportaciones para los países europeos avanzados más que a un incremento de la demanda interna por la industrialización.
El carbón y el mineral de hierro conocieron una etapa de fuerte expansión debido a que el carbón mineral se empleó en siderurgia y el mineral de hierro, tras el descubrimiento del procesado de mineral de Bessemer, permitió obtener un acero de mejor calidad.
El triunfo de las doctrinas librecambistas con la aprobación del Arancel de Laureano Figuerola (1869) permitió que Gran Bretaña y Francia tuvieran a su disposición la riqueza minera española. Sin embargo, ante la presión de los fabricantes y empresarios vascos y catalanes, a los que se unieron los productores cerealísticos castellanos, hizo que se suspendiera esta política y se impusieran las medidas legales de corte proteccionista como el Arancel de 1891 que se completó con el abandono de gran número de tratados comerciales vigentes.
Sin embargo el verdadero triunfo de la protección de la industria española se produjo tras la aprobación del Arancel de 1906. Ese mismo año se aprobó la Ley de Bases Arancelarias, instrumento del proteccionismo en España.
Industria textil
Fue la primera actividad industrial española a lo largo del siglo XIX por tradición, por el manejo de capitales y por su irradiación fuera de las fronteras peninsulares.
Industria textil algodonera
Recibió un impulso extraordinario con la incorporación del telar mecánico y la máquina de vapor que se tradujo en un aumento de la producción y una mejora en la calidad de los tejidos.
Familias como los Güell, Muntadas, Batlló, Serra… van a invertir sus capitales, su sentido del trabajo y las innovaciones tecnológicas en la industria textil catalana.
Industria lanera catalana
Triunfó en competencia con los talleres artesanales de Castilla la Mancha y la región valenciana al incorporar el vapor y la maquinaria junto con la importación de lanas australianas y alemanas de gran calidad a partir de 1869. En 10 años se pusieron a la cabeza y solo subsistieron algunos talleres artesanales como los de Béjar (Salamanca) y Alcoy (Alicante).
Industria siderúrgica
En un principio se localizó por toda la geografía peninsular:
La Ley General de Minas de 1825 no fue capaz de impulsar de manera efectiva el desarrollo minero debido al intervencionismo estatal y a la limitación del tamaño de las explotaciones, por todo ello el desarrollo de la minería en España fue bastante limitado en la primera mitad del siglo XIX.
La Ley minera de 1868 reglamentó los aprovechamientos minerales en todo el territorio y estimuló la constitución de numerosas sociedades mineras. También facilitó la llegada de inversión extranjera que trajo capitales y los mejores técnicos. Todo ello provocó un despegue de la actividad minera que situó a España en el primer lugar en la producción y explotación de una amplia gama de minerales y metales: mercurio, plomo, cobre, hierro y zinc. Esta expansión se debió al auge de las exportaciones para los países europeos avanzados más que a un incremento de la demanda interna por la industrialización.
El carbón y el mineral de hierro conocieron una etapa de fuerte expansión debido a que el carbón mineral se empleó en siderurgia y el mineral de hierro, tras el descubrimiento del procesado de mineral de Bessemer, permitió obtener un acero de mejor calidad.
El triunfo de las doctrinas librecambistas con la aprobación del Arancel de Laureano Figuerola (1869) permitió que Gran Bretaña y Francia tuvieran a su disposición la riqueza minera española. Sin embargo, ante la presión de los fabricantes y empresarios vascos y catalanes, a los que se unieron los productores cerealísticos castellanos, hizo que se suspendiera esta política y se impusieran las medidas legales de corte proteccionista como el Arancel de 1891 que se completó con el abandono de gran número de tratados comerciales vigentes.
Sin embargo el verdadero triunfo de la protección de la industria española se produjo tras la aprobación del Arancel de 1906. Ese mismo año se aprobó la Ley de Bases Arancelarias, instrumento del proteccionismo en España.
Industria textil
Fue la primera actividad industrial española a lo largo del siglo XIX por tradición, por el manejo de capitales y por su irradiación fuera de las fronteras peninsulares.
Industria textil algodonera
Recibió un impulso extraordinario con la incorporación del telar mecánico y la máquina de vapor que se tradujo en un aumento de la producción y una mejora en la calidad de los tejidos.
Familias como los Güell, Muntadas, Batlló, Serra… van a invertir sus capitales, su sentido del trabajo y las innovaciones tecnológicas en la industria textil catalana.
Industria lanera catalana
Triunfó en competencia con los talleres artesanales de Castilla la Mancha y la región valenciana al incorporar el vapor y la maquinaria junto con la importación de lanas australianas y alemanas de gran calidad a partir de 1869. En 10 años se pusieron a la cabeza y solo subsistieron algunos talleres artesanales como los de Béjar (Salamanca) y Alcoy (Alicante).
Industria siderúrgica
En un principio se localizó por toda la geografía peninsular:
- La primera etapa de la moderna siderurgia fue andaluza: los primeros altos hornos se instalaron en Málaga en 1830.
- El relevo lo tomó la siderurgia asturiana, cerca de las cuencas carboníferas de Mieres y Langreo.
- La zona que terminó predominando fue Vizcaya por la abundancia de mineral de hierro. Los barcos cargaban el mineral de hierro en Bilbao con destino a Gran Bretaña y regresaban cargados de carbón británico. Destacaron compañías como Ybarra Hermanos y Compañía.
Este predominio se debió a: La falta de competitividad del resto de las zonas por: la dificultad de la lejanía y carestía del carbón mineral que era el combustible por excelencia.
La producción siderúrgica creció y se modernizó coincidiendo con las realizaciones ferroviarias.
A principios del siglo XX, se incorporaron nuevas tecnologías en sectores como el acero, la química o la electricidad dando lugar a una diversificación industrial. Esta diversificación acentuó las diferencias entre las distintas zonas españolas provocando desequilibrios económicos regionales.
4.3.- La incidencia del proceso de industrialización en Andalucía
Andalucía tenía importantes posibilidades de industrialización por:
- Crecimiento demográfico.
- Relación tecnológica con Inglaterra.
- Riqueza agraria en potencia capaz de financiar la industrialización.
- Recursos mineros.
- Proletarización del campesinado, tras el fracaso de la desamortización, que era una mano de obra abundante y barata.
Inconvenientes presentados:
- Hundimiento de los precios al malvenderse las fincas desamortizadas.
- Éxodo del capital andaluz hacia otras regiones.
- Efervescencia revolucionaria.
- Colonialismo económico de los intereses extranjeros.
Todo ello produjo el fracaso de la industrialización de la región.
Las mayores posibilidades en el siglo XIX, en Andalucía, las ofreció la minería. Burgueses como Manuel Agustín de Heredia, exportador de vinos y aceites, explotó las minas de grafito en la serranía de Ronda e instaló los primeros altos hornos de España en El Pedroso y Málaga. En 1840, Heredia era el primer ferretero español y la siderurgia andaluza hizo tambalear las posiciones norteñas. Este capitalismo inicial malagueño se manifestó en la creación del Banco de Málaga en 1856.
La industria algodonera se desarrolla sobre 1849 en Sevilla y en Málaga con Heredia y Larios que crearon la Industria Malagueña. Sin embargo, el aislamiento ferroviario, la competencia catalana (se protegió su industria frente al resto de España) y el contrabando del Estrecho, minaron la operatividad de estas industrias.
Tampoco la red ferroviaria tuvo mejor suerte. Las primeras concesiones que se hicieron para instalar y explotar una línea férrea en España tuvieron lugar en Andalucía (Jerez hasta el muelle del Portal en el rio Guadalete, desde Jerez al Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda). En 1854 el enlace Jerez, el Puerto y Sanlúcar era una realidad pero desde entonces los progresos fueron lentos y escasos debido a la crisis de 1866 que desarticuló el sistema financiero.
5.- LA FORMACIÓN DEL MERCADO NACIONAL ESPAÑOL
Durante la España isabelina se crearon las infraestructuras viaria y financiera en España.
Gracias a la infraestructura viaria, la economía española abandonó su autarquía (producción de todos los artículos necesarios, excluyendo la importación de mercancías) y con la infraestructura financiera nace y se consolida el capitalismo moderno basado en un sistema financiero constituido por bancos (públicos y privados), sociedades anónimas y bolsas que ayudó a la creación de un mercado nacional caracterizado por la unificación de pesas, medidas y monedas que propiciará una intensa relación comercial entre todas las regiones españolas.
5.1.- Modificaciones en el sistema comercial
En 1852 bajo el gobierno de Bravo Murillo se adoptan una serie de disposiciones que unifican las pesas y medidas en todo el país. Así desaparecía la complejidad de medidas antiguas, algunas de valor solo local. En 1858 se consiguió introducir el sistema métrico decimal.
Papel decisivo jugaron las Exposiciones Internacionales que servían para divulgar las técnicas industriales y los productos manufacturados. Los comerciantes españoles acudieron a las exposiciones de París, Londres, Filadelfia y Chicago y regresaban con nuevas ideas. También las Exposiciones nacionales, celebradas desde 1827 y las regionales (desde la de Barcelona en 1841) contribuyeron a despejar horizontes para la industria y el comercio.
Sin embargo, solo una minoría en Cataluña, se empeñó en potenciar el nuevo sistema comercial; el resto del país continuó apegado a sus ferias y mercados tradicionales, ignorando elementos como el crédito (como letra de cambio), negocio mercantil (la venta en comisión).
5.2.- La construcción de carreteras y caminos
La carretera fue la vía de comunicación más importante para las mercancías y los pasajeros durante el siglo XIX hasta la aparición del ferrocarril.
Hasta la finalización de la I Guerra Carlista no se pudo reactivar las obras de construcción y mejoras de las carreteras. En 1868 se llegó a disponer de una red de carreteras de 18000 km, más de la mitad, construidas durante el reinado de Isabel II.
Las carreteras fueron clasificadas por La Ley de Carreteras de 1851 en: nacional, provincial y municipal, de su construcción y mantenimiento se encargaban respectivamente el Estado, las diputaciones y los ayuntamientos.
La expansión de la red de carreteras y caminos mejoró el transporte de mercancías ya que facilitó los desplazamientos y el transporte de viajeros que se organizó en líneas de diligencias y a partir de 1836 en la Real Compañía de Diligencias.
5.3.- El transporte marítimo
En el último tercio del siglo XIX, la flota española se adecuó a los nuevos sistemas de navegación, sustituyendo la vela por el vapor, la madera por el hierro y se introdujo la hélice con lo que se incrementó la capacidad de arrastre y de la velocidad. También se mejoraron los puertos, la red de faros y el aumento del calado.
La flota española creció tras la decadencia del comercio con las Antillas y el abandono parcial de los armadores ingleses del comercio de minerales. Bilbao era el centro principal de la actividad naviera en España. En 1888 se creó la empresa Astilleros del Nervión y dos años después en 1890, la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques.
La I Guerra Mundial proporcionó un momento de esplendor al transporte marítimo español y la flota de cabotaje experimentó un crecimiento continuo entre 1890-1930 jugando un importante papel con el ferrocarril en la integración del mercado nacional.
5.4.- La red ferroviaria
La verdadera revolución del transporte llegó con el ferrocarril. En 1848 se puso en marcha la línea Barcelona-Mataró. Ante las dificultades del erario público, el Estado no se implicó directamente en la construcción del tendido y concedió concesiones a compañías privadas.
La ley de Ferrocarriles de 1855 liberalizó el sector y facilitó la inversión extranjera de capital y material de construcción y bienes de equipo. A partir de 1855 el ritmo de construcción adquirió un fuerte impulso. Las causas fueron: el apoyo estatal, las aportaciones de capitales extranjeros y españoles (especialmente catalanes, vascos y valencianos) y de tecnología extranjera.
En 1868 se habían construido y abierto al público 4803 kilómetros y se había fijado el trazado de las grandes líneas troncales que vertebrarían el tendido ferroviario español.
Entre las compañías ferroviarias predominaron las de capital francés como la de Madrid-Zaragoza- Alicante (MZA), la del Norte y la de Sevilla-Jerez-Cádiz. De capital español la Compañía de la línea Barcelona-Zaragoza-Pamplona.
La crisis de 1868 paralizó las obras que se reanudaron a lo largo del último cuarto del siglo bajo el signo de la concentración del tendido.
En resumen, el ferrocarril posibilitó la integración real del mercado español, salvaron los obstáculos terrestres que habían regionalizado la actividad económica española, permitiendo un intenso y rápido trasiego de ideas, viajeros y mercancías. A su vez la especialización agrícola e industrial avanzó y el ferrocarril actuó como poderosa palanca de desarrollo económico.
5.5.- Las instituciones monetarias y financieras
El despegue económico iniciado en España a mediados del XIX necesitaba un sistema monetario y financiero moderno, adecuado a una economía en expansión.
Unificación de la moneda
Hasta mediados del XIX coexistían sistemas monetarios de distintas épocas y regiones además de monedas extranjeras y ultramarinas; esto causaba problemas a la hora de realizar transacciones. A partir de 1848 se sucedieron una serie de leyes que impusieron la moneda decimal (la peseta como unidad) y la unificación monetaria basado en el patrón oro-plata.
Nacimiento del capitalismo moderno
Entre 1844 y 1868 se configuró el sistema financiero español con la creación de numerosas entidades articuladas en torno a la banca oficial y privada, las Sociedades de Crédito y la Bolsa.
El Banco de España tuvo su origen en el Banco Nacional de San Carlos creado por orden de Carlos III en 1782.
En 1829 fue sustituido por una nueva entidad, el Banco Español de San Fernando que tras su fusión con el Banco de Isabel II recibió a partir de 1856 el nombre de Banco de España.
Este banco se convirtió en un banco oficial que, además de custodiar las reservas del Estado y la concesión de créditos al sector público, obtuvo el privilegio de emisión para todo el territorio nacional.
Los bancos privados no tuvieron desarrollo en la 1ª mitad del siglo XIX, únicamente se creó el Banco de Barcelona en 1844 y en la misma época el Banco de Cádiz que tuvo mayor peso y prestigio.
A partir de 1856, la banca privada, al cambiar la legislación, conoció su momento de esplendor. Se fundaron los bancos de Bilbao y Santander.
En esta misma fecha (1856) se crearon las Sociedades de Créditos que, aunque no tenían capacidad de emisión, realizaban operaciones de descuentos y préstamos a la promoción de empresas y anticipaciones al Gobierno. La nueva legislación de 1869 consagró la libertad de constitución de corporaciones mercantiles eliminando las trabas existentes hasta entonces.
La Bolsa surgió por la concesión de empréstitos procedentes del exterior, abundantes inversiones extranjeras y el desarrollo de las sociedades anónimas que hicieron necesaria la creación de un mercado bursátil. La bolsa de Madrid comenzó a funcionar desde 1831 y la de Barcelona, núcleo financiero de primer orden a partir de 1851.
Este complejo entramado financiero junto a las realizaciones industriales, contribuyeron a la consolidación del capitalismo moderno en España.
El capital extranjero, predominante en los comienzos del desarrollo económico español dio paso al capital español que fue ganando posiciones desde finales del siglo XIX. Muestra de ello es la aparición de nuevas entidades como el Banco Hispano Americano y el Banco Guipuzcoano (1900), Banco de Vizcaya (1901), Banco Español de Crédito (1902)…
La promulgación de la Ley de Ordenación Bancaria de 1921 (Ley Cambó) significó la consolidación de la banca privada española.
6.- LA INCORPORACION DE LA MUJER AL TRABAJO REMUNERADO
La presencia de la mujer en el ámbito laboral era una práctica habitual anterior a la introducción del capitalismo en España ya que ha desempeñado trabajos que han servido para la supervivencia económica de la familia.
A lo largo del siglo XIX, la mujer tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades para incorporarse a la vida laboral como:
- Las circunstancias derivadas del desarrollo industrial que exigían un proceso de adaptación que compatibilizara las labores domésticas con el trabajo fuera del hogar.
- La legislación imponía a las mujeres una situación de discriminación y subordinación respecto al hombre.
- El discurso ideológico por el que el prototipo de mujer ideal es la que la relaciona con la familia, el matrimonio y la maternidad como exponente máximo de la realización personal. Por tanto su campo de actuación se limitaba al hogar y su tarea primordial se derivaba de su condición de madre y esposa, excluyéndola de cualquier proyecto social, cultural o laboral propio.
A pesar de todo esto hubo presencia femenina en el mercado laboral aunque contaron con la incomprensión, la resistencia y actitud hostil del mundo laboral. Desde la perspectiva obrera había una opinión generalizada opuesta al trabajo extra-doméstico de la mujer, defendiendo la dedicación exclusiva a las tareas del hogar, a la vez que denunciaba la mala influencia que su trabajo en la fábrica podía tener sobre la moral. Además estaba el recelo masculino a la competencia que la presencia femenina podía ocasionar puesto que la mujer trabajadora recibía por igual trabajo, un salario inferior al de los hombres.
A partir de mediados del siglo XIX, las mujeres se incorporaron al trabajo remunerado aunque en franca minoría con respecto a los hombres. Cabe destacar el papel que desarrollaron en las fábricas y en particular en la industria textil y en Cataluña.
Las condiciones laborales fueron lamentables: vigilancia permanente, salarios míseros, carencia de seguros de accidentes, enfermedad o despido… similares al resto de los trabajadores.
La presencia de la mujer en el ámbito laboral tuvo repercusiones sociales y familiares como:
- Rechazo de la sociedad y del mundo del trabajo a la presencia femenina en la fábrica.
- La mujer trabajadora aparecía como una seria competidora a los obreros puesto que podía realizar un trabajo similar y un rendimiento parecido pero con un menos salario.
- Su aportación económica al presupuesto familiar contribuía a paliar la agobiante necesidad de recursos que padecían muchas familias.