UD 4- EL IMPERIALISMO.

EL IMPERIALISMO

INTRODUCCIÓN.

El concepto de imperialismo suele ser empleado con cierta ambigüedad. En su más amplia acepción se entiende por tal toda forma de dominio habitual de una potencia sobre otra; se habla, pues, de imperialismo refiriéndose a un modo de supeditación económica, o política, o incluso cultural y, a veces territorial. 

El colonialismo es por tanto una de las maneras posibles del imperialismo, consistente en la explotación de un territorio en provecho de otro por lo general mediante el llamado pacto colonial (materias primas a cambio de manufacturas e inversiones en la infraestructura, en su planteamiento más elemental).

En rigor, también el término colonialismo suele ser empleado con la misma ambigüedad y semejantes acepciones que las advertidas para el imperialismo. Aquí nos referimos, sin embargo, al tipo de explotación descrita. 

LA INTERPRETACIÓN DEL IMPERIALISMO 

Otro modelo de explicación económica es la que alude al nuevo giro de la Revolución Industrial, que deja de ser monopolio británico. La industria moderna se desarrolla a una velocidad vertiginosa en Alemania, Estados Unidos, Francia y Japón. Al período de relativo librecambio le siguió un retorno al proteccionismo en el continente, de modo acentuado a partir de 1879, de modo que la competencia por los mercados representa un papel cada vez más importante.

La investigación del fenómeno imperialista viene poniendo de manifiesta repetidamente una motivación mucho más rica y compleja -de orden cultural y estratégico sobre todo-, por una parte, y, por otra, el papel secundario que las colonias desempeñan en la economía de todas las grandes potencias, sin excepción, cuando en 1914 estalla la Gran Guerra. En esa fecha, el 10% de las inversiones exteriores de Alemania y de Francia y menos en las estadounidenses han sido emplazadas en territorios coloniales.

En esta etapa los países de la Europa atlántica, a los que se unirán con posterioridad Alemania, Italia, Rusia y dos países extraeuropeos, Estados Unidos y Japón, llegan a controlar el 99% de Oceanía, el 90% de Africa y el 56% de Asia. 

CAUSAS 

Si analizamos la primera mitad del siglo XIX, observamos que se está produciendo la transición de la época del colonialismo moderno a la del imperialismo contemporáneo, y que se produce una importante expansión: aproximadamente unos 17 millones de km2.

La transición está marcada por la decadencia del antiguo colonialismo: la independencia de las colonias americanas, la caída de las doctrinas mercantilistas (los pensadores del liberalismo -A. Smith, D. Ricardo, J.B. Say- critican el colonialismo y ven en él riesgos que no benefician el interés general), y la lucha por la abolición de la esclavitud. Y, sin embargo, la expansión es continua.

No obstante, esta transición no nos basta para explicar la gran expansión colonial que se produce en la treintena de años que preceden a la Primera Guerra Mundial. Esta expansión y generalización entre los países europeos de la idea imperialista es resultado de un conglomerado de factores:

a) Causas económicas: Son fruto de la expansión del capitalismo industrial. Las nuevas colonias son fuente de materias primas y mercado seguro para la producción industrial metropolitana. Discursos de J. Ferry o J. Chamberlain (ministros de Francia e Inglaterra, respectivamente) apoyan la idea de que la expansión de los mercados evita el estancamiento progresivo.

b) El nacionalismo: Si el liberalismo con su crítica a la expansión colonial predominó durante la primera mitad del XIX, la segunda mitad del siglo es una época de triunfo de las ideas nacionalistas, con importantes realizaciones, como la unificación de Alemania e Italia. Estos nuevos Estados buscan una expansión colonial que los equipare con las potencias históricas europeas. En algunas de estas últimas, la idea expansionista supone un olvido de los recientes desastres (en el caso francés, la derrota de Sedán o la pérdida de Alsacia y Lorena), un lanzamiento a una política de prestigio, un intento de contentar a las masas populares. En este contexto en el que privan las ideas de prestigio nacional, no es extraño que otros países europeos, ajenos hasta el momento a la expansión imperialista, se integren en esta carrera de reparto del mundo.

c) Causas políticas: Se desarrolla un contexto diplomático europeo propicio. Efectivamente, los grandes políticos del momento, son claros defensores de una política imperialista. Chamberlain, Ferry, Chasseloup-Laubat (ministro francés de Marina)... opinan que la importancia de un Estado no consiste solamente en fortalecer la metrópoli, sino en la conquista de territorios, en la formación de imperios. Otros personajes del momento alientan también esta idea, como Leopoldo de Bélgica o Cecil Rhodes.

Además, estas causas están íntimamente ligadas a la estrategia geográfica, bien para asegurar rutas o bien para controlar territorios mayores.

d) Otras causas: En realidad completan el panorama de las grandes causas y redondean la visión del imperialismo.

A.- Explotación del planeta y desarrollo de los estudios geográficos, geofísicos o geológicos. Desde mediados de siglo una serie de obras (de autores como J. Verne o R. Kipling) impulsan el espíritu de fantasía y aventura en el Viejo Continente.

Africa, hasta entonces prácticamente desconocida salvo en la costa, comienza a ser recorrida tanto a partir de sus grandes ríos como por el desierto del Sáhara. Livingstone, Stanley, Nachtigal, Duveyrier, entre otros muchos, destacan en estas empresas. De la misma forma se penetra en Asia, llegando a la cordillera del Himalaya, o se atraviesa Siberia. El desierto australiano es también superado. Finalmente, se conquistan los polos: el Polo Norte en 1909 (Peary) y el Polo Sur en 1911 (Amundsen). Si bien es cierto que científicamente es preocupación de una minoría, estos descubrimientos apasionan a la sociedad del momento y la motivan bien a una simpatía por el control de estas nuevas tierras, bien a una pasión de conquista.

B.- Factores ideológicos. En los ambientes nacionalistas se desarrollan teorías que ven al hombre blanco como superior y, por tanto, con una misión civilizadora sobre el resto de los pueblos. En sus formas más moderadas supone un paternalismo que ha de enviar a estos pueblos maestros que los preparen, hospitales para erradicar las principales enfermedades o misiones que los cristianicen. Se critica la esclavitud y aparecen leyes internacionales de protección a los indígenas. El cristianismo está además en un momento de expansión y ve la posibilidad de extenderse por estas tierras: en 1900 se calcula que había más de 6.000 misioneros católicos, más los centros de enseñanza, y unos 16.000 protestantes sostenidos por unas doscientas sociedades. Las masas populares ven como normal el apoyo a los misioneros y la sumisión de territorios para defenderlos de los ataques indígenas.

C.- Roces fronterizos entre las colonias de varias potencias o levantamientos de pueblos indígenas. 

D.- La expansión demográfica que está experimentándose en Europa y que en muchas ocasiones se transforma en una presión que se difumina con la emigración a las colonias: en todos los continentes observamos importantes colonias de europeos.

E.- Factores técnicos. El progreso de los medios de locomoción permite unos transportes más rápidos y baratos. Así, el barco a vapor permite una mayor carga y velocidad, lo que hace que se abaraten los fletes. Al mismo tiempo las grandes compañías navieras se convierten en fuertes grupos de presión procolonial, pues necesitan asegurar para sus viajes las escalas precisas para abastecerse de carbón, agua, etc.

FORMAS DE DOMINACIÓN COLONIAL

La conquista no resulta difícil para países dotados de notables adelantos militares, que penetran en territorios de pueblos sin armamento moderno ni organización. Al lado de las tropas europeas, y de tropas especiales (Legión Extranjera), se utilizan cuerpos armados indígenas. El barco de vapor permite llevar tropas con relativa celeridad a cualquier punto del globo y remontar los ríos hasta el interior de los continentes; los progresos en la navegación fueron un instrumento valioso para el descubrimiento y la ocupación. Algunas potencias tienen fuerza suficiente para afrontar la tarea de ocupación militar en todas las partes del mundo; ingleses, franceses y alemanes configuran un imperio pluricontinental. Otras potencias se limitan a acantonarse en un sector geográfico determinado: los portugueses y belgas en África ecuatorial los italianos en África oriental, los rusos y japoneses en Extremo Oriente.

Tras la conquista viene la etapa de organización de la colonia, que va a crear administraciones diversas, tanto en las metrópolis como en el territorio colonial.

En las metrópolis no hubo en principio organismos especializados, y la administración de las colonias estaba encargada a diversos órganos o secretarías de ciertos ministerios. Posteriormente se crearon algunos organismos supraministeriales para coordinar las actividades de los distintos ministerios referidas al imperio.

En las colonias, en cambio, se crearon pronto organismos administrativos que pudieran dar respuesta rápida a los múltiples problemas que surgían, lo que llevó a la acumulación de resortes y poderes en los gobernadores, verdaderos procónsules. En el último tercio del XIX recuperó importancia el sistema de Compañías Privilegiadas con amplios poderes (sistema mercantilista), que fue utilizado por la mayoría de los países europeos hasta la década de 1890. A partir de este momento los Estados se fueron haciendo cargo de nuevo y de forma directa de la administración de sus propias colonias.

Podríamos distinguir varias formas de ocupación colonial:
  • Privada. Es decir, realizada por organizaciones no oficiales, como la Sociedad del Africa Oriental Alemana y la Sociedad Vicenzo Filonardi (Somalia), compañías que administran y explotan la zona.
  • Áreas metropolitanas, incorporadas constitucionalmente a la metrópoli y que, por tanto, no se consideraban colonias (Argelia).
  • Colonias. Territorios que por el derecho de ocupación han caído bajo la órbita de la metrópoli, que impone sus funcionarios e instituciones, organizando la administración. Han perdido cualquier tipo de gobierno indígena anterior a la conquista. Podemos encontrar dos tipos dentro de las colonias: las de explotación, en la que una minoría de población blanca controla la administración; y las de poblamiento, en las que al darse condiciones climáticas favorables y una débil población indígena, se producen fuertes migraciones de europeos, que se establecen definitivamente en estas tierras.
  • Dominios. Establecidos en las colonias de poblamiento que cuentan con una población blanca importante. Los Dominios disponen de un gobierno, parlamento y partidos políticos autónomos (Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica.
  • Protectorados. Se respeta el gobierno indígena, que se encarga de organizar la vida interior del territorio; sin embargo ha de seguir las directrices de política exterior marcadas por la metrópoli, y en la práctica cae en una sumisión total al gobierno de la potencia con la que ha pactado, controlando también la metrópoli el ejército. Los protectorados suelen darse en aquellas zonas que, por el choque de intereses muy diversos o por evitar guerras con los indígenas, no interesa la conquista: en tal caso se procede a un pacto entre la potencia imperialista correspondiente y el gobierno indígena. A estos pactos se puede llegar, bien porque los gobiernos indígenas se ven impotentes ante la presencia de un ejército europeo, bien porque se ha planificado desde Europa: tras la Conferencia de Algeciras (1906), se decidió dividir Marruecos en dos protectorados, uno bajo la influencia francesa y otro bajo la española, otros ejemplos son: Túnez, Annam, Camboya).
  • Concesiones. Grado menor de presencia europea que consiste en un acuerdo de tipo comercial, por el que se produce un asentamiento, generalmente en una con puerto de mar, para facilitar los intercambios. El ejemplo típico es Hong-Kong. 

CONSECUENCIAS PARA LAS METRÓPOLIS 

A nivel económico las colonias suponen una fuerte sangría del presupuesto oficial y grandes inversiones privadas, por lo menos en una primera fase, para crear la infraestructura necesaria que permita la posterior explotación de las mismas.

Pronto las colonias aportan grandes cantidades de materias primas, minerales, cuando existen, o agrícolas, tras la creación de grandes plantaciones de monocultivos. Además permiten la salida de fuertes contingentes de productos manufacturados de las industrias metropolitanas, que alivian así los stocks en épocas de crisis y proteccionismo.

En el campo demográfico y social las colonias son una válvula de escape para la presión demográfica, porque, al facilitarse la emigración a ellas, disminuyen los problemas sociales, e incluso políticos, que podrían derivarse de la presión demográfica.

Permite a su vez olvidar los problemas políticos. Los jefes políticos, así como las naciones cobran mayor prestigio a nivel internacional.

Los conflictos europeos son olvidados momentáneamente, pero las tensiones son trasladadas a las colonias, e incluso, surgen algunas nuevas con motivo de la expansión colonial. 

CONSECUENCIAS PARA LAS COLONIAS 

Los elementos que vamos a señalar a continuación no se dan de la misma forma, ni en el mismo grado en todas las colonias. Las diferencias son, a veces, muy notables. Pero en todos los territorios los efectos suelen ser contradictorios debido a la dualidad de economías, sociedades, instituciones, culturas, etc., coexistentes en todos ellos.

La primera consecuencia es que se crea una nueva geografía al cambiar la estructura de las costas con la construcción de puertos y la del interior con la aparición de nuevas ciudades, nuevas vías de comunicación, nuevas estructuras agrícolas, apertura y explotación de minas y canteras, etc. Todo ello y la llegada de productos industriales ponen las bases de una nueva economía de mercado, que utiliza para los intercambios el papel moneda. Junto a este sistema sigue funcionando otro de economía de subsistencia. La producción y el consumo suelen aumentar, aunque la renta de los campesinos tradicionales no crece.

El comercio con la metrópoli es desigual, ya que, al no existir industrias (en muchos casos están prohibidas), se exportan materias primas y se compran productos manufacturados, por lo que siempre se produce un déficit comercial y monetario. En muchos casos tiene lugar un verdadero saqueo de la colonia.

A nivel demográfico también se dan contradicciones. Mientras la medicina europea crea hospitales y vence las epidemias tradicionales, el contacto con los blancos y la mejora de las comunicaciones facilita el contagio de enfermedades inhabituales en estas latitudes, por ello aumenta al principio la mortalidad de los indígenas, y se produce un estancamiento e incluso un retroceso de la población. Sin embargo, pronto disminuye la mortalidad general, al tiempo que se mantiene la natalidad, lo que provoca un fuerte crecimiento de la población, y se pasa así a una segunda fase de la evolución demográfica, que propicia la aparición de problemas sociales y políticos.

Otra consecuencia es el aumento de la vida urbana, aparecen grandes ciudades donde se rompen las estructuras tribales al aparecer nuevas clases sociales desconocidas hasta entonces en las colonias: una burguesía y un proletariado indígena.

En esta sociedad urbana aparece una segregación racial y social con barrios claramente diferenciados.

Culturalmente la consecuencia más destacable es el cambio mental, fruto de la evangelización y la enseñanza. Los misioneros llevan a cabo una profunda influencia en todos los campos de la vida, que va desde la higiene a la religión pasando por los cambios de cultivos, la enseñanza, etc. Aparte y algo después se produce la enseñanza oficial, que es reducida, matizada y orientada a unas mayores posibilidades de explotación. A pesar de ello sirve para difundir los conocimientos técnicos y científicos de Europa. Todo lo anterior contribuye a que se produzca un proceso grave de aculturación indígena, con un fuerte retroceso de las lenguas, costumbres y culturas autóctonas.

Por último, hay que reseñar un lento proceso de difusión de ideas políticas y la aparición de un anticolonialismo, producto de los abusos en la explotación y la miseria en la que quedan sumidos los indígenas, serán los orígenes de los movimientos que a mediados del siglo XX consigan la independencia. 

LOS IMPERIOS COLONIALES.

a) El reparto de África. 

Hacia 1880 el interior de África era prácticamente desconocido para los europeos, que sólo habían establecido enclaves portuarios a lo largo de la costa. En 1914 todo el territorio africano se hallaba repartido entre las diversas naciones europeas, salvo dos países: Liberia, creado por iniciativa de EE.UU., y Abisinia.

Las ocupaciones y actividades europeas más importantes ya se habían realizado con anterioridad a la conferencia de Berlín de 1884-1885, donde las potencias europeas llegaron a unos acuerdos para repartirse el control del continente africano. Francia y Gran Bretaña ya se habían instalado en los territorios dependientes del Imperio turco en el norte de África: Argelia (1830) y el protectorado de Túnez (1881) para Francia, mientras los británicos establecían un protectorado sobre Egipto (1882).

En el África occidental atlántica venían actuando Francia (en Senegal y Gabón=Congo Francés); Inglaterra (Sierra Leona, Nigeria y Costa de Oro=Ghana); Portugal en Guinea y España en Río de Oro (Sáhara Español) y en el golfo de Guinea (Río Muni o Guinea Española). En el África oriental, Inglaterra se hizo presente en la zona penetrando desde Egipto en dirección sur hacia Sudán, mientras franceses e italianos se establecieron en las costas del mar Rojo (Somalia y Eritrea). En el África austral Portugal poseía desde siglos anteriores las fachadas marítimas de las colonias de Angola y Mozambique. En la colonia de África del Sur la situación se complicó con la presencia de dos poblaciones europeas, holandeses (los boers o afrikaners) e ingleses. Los holandeses, a mediados del siglo XVII, se habían establecido en la colonia de El Cabo y, tras las guerras napoleónicas, la colonia pasó a los ingleses, obligando a los boers a desplazarse hacia el norte (Orange y Transvaal). 

Alemania e Italia, al realizar tarde su unificación territorial, accedieron con retraso al reparto colonial cuando las mejores piezas del botín estaban ya distribuidas. Pero fue el problema de la ocupación de los territorios centroafricanos lo que llevó, por iniciativa de Bismarck, a reunir en 1884-1885 la conferencia de Berlín, donde las potencias europeas llegaron a unos acuerdos para repartirse el continente africano. Se decidió la libre navegación por los ríos Congo y Níger y la libertad de comercio en África central entre el Atlántico y el Índico. También se acordó que sólo la ocupación efectiva, y no el descubrimiento previo, daba derecho a considerar un territorio como colonia propia, lo que dio lugar a una auténtica carrera colonial para conquistar África. Por último, para evitar tensiones entre las potencias europeas por el control del África central, se decidió crear el llamado “Estado Libre del Congo” como propiedad de Leopoldo II de Bélgica (1865-1909), que a su muerte legó a Bélgica. 

Alemania pudo ocupar Tanganica, Camerún y África del Suroeste. En el siglo XX, el káiser Guillermo II consideró este lote insuficiente, pero sus planes para acrecentarlo sólo tuvieron como resultado aumentar la tensión precursora de la Primera Guerra Mundial. Italia obtuvo Somalia y Libia; aspiraba a Túnez pero Francia se le adelantó. También, su intento de conquistar Abisinia terminó en un gran fracaso: la derrota de Adua (1896).

En la conferencia de Berlín ya se planteó el problema de los “imperios coloniales continuos”, con la formación de ejes coloniales en sentido horizontal (dirección Oeste-Este) o vertical (dirección Norte-Sur). Francia aspiraba a crear un eje O-E desde Senegal y Gabón por el Sáhara y Sudán hasta Somalia. Portugal deseaba igualmente conseguir su eje O-E entre Angola y Mozambique. Ambos ejes horizontales chocaban con el pretendido por Gran Bretaña en sentido N-S, entre El Cairo y El Cabo.

La primera rivalidad colonial se produjo entre Inglaterra y Portugal en el África austral al querer Portugal unir Angola con Mozambique incorporándose el territorio entre ambas y que desembocó en la crisis del ultimátum o del “mapa rosa” (1890), por la que Portugal, una vez recibido el ultimátum británico, decidió desistir de su proyecto. La segunda rivalidad tuvo lugar entre Francia y Gran Bretaña en 1898 al chocar ambos imperialismos en Sudán (en Fashoda, a orillas del río Nilo) y que puso a ambas potencias al borde de la guerra. Francia terminó cediendo a las presiones inglesas renunciando a su imperio colonial en sentido Oeste-Este. 

b) La colonización de Asia Oriental, Meridional y del Sureste. 

La expansión europea en Asia se desarrolló paralelamente al reparto de África. 

India y sureste de Asia.

Francia actuó con éxito en Indochina. En 1858-1860, durante el Imperio de Napoleón III, ocupó la Cochinchina (región meridional de Vietnam=delta del Mekong con su capital Saigón). Tras enfrentarse a China (1884-1885) y salir ésta derrotada ello le permitió ampliar su presencia creando la Unión Indochina (1887), formada por Cochinchina y los territorios de Annam, Tonkín, Camboya y, más adelante, Laos.

En la India la presencia británica era una realidad desde finales del siglo XVIII. En el siglo XIX la administración inglesa se acentúa, sobre todo tras la revuelta de los cipayos (indios que formaban parte del ejército británico) en 1857-1859.

Los ingleses practicaron una política de aislamiento de la India frente a otros imperialismos. Así, para contrarrestar la hegemonía francesa en el sudeste de Asia, Inglaterra procedió a la anexión de Birmania y de la extremidad sur de la península de Malaca, convirtiendo a Singapur en uno de los puertos más importantes del Extremo Oriente.

En otra dirección, frente al Imperio ruso, que estaba extendiéndose por tierras del Asia central, ocupando todo el Turquestán, Gran Bretaña consideró que sus intereses en Persia (actual Irán) y la India podían verse afectados; al final, los dos Imperios (ruso y británico) permitieron que Afganistán cumpliera el papel de Estado-tapón, independiente, para separar ambos Imperios.

Por último, los holandeses que, a principios del siglo XIX, ocupaban poco más que la isla de Java, afirmaron su administración sobre las Indias Orientales Holandesas (Java, Sumatra, Borneo y parte de las islas Célebes) totalmente ocupadas en 1882. 

El Imperio ruso en Asia. 

El Imperio ruso ya había ocupado el Asia septentrional -Siberia- desde el siglo XVII. Al tratarse de un imperio continental, rodeado de hielo, su política expansiva consistía en avanzar hacia el sur, empujar por tierra contra el Imperio turco, contra Persia, contra la India y contra la China. Ya hemos visto su presencia en Asia central. Ahora corresponde tratar sobre su empuje sobre la China septentrional y en la costa del Pacífico buscando una salida en aguas más cálidas. Así, en 1858, se hizo ceder por China la provincia de Amur y, en 1860, obtuvo la región costera entre la desembocadura del río Amur y Corea. Allí se fundó el puerto de Vladivostok, presionando todavía más sobre China para que le cediera la Manchuria (China septentrional), para establecer el ferrocarril en esta región. 

El imperialismo en China. 

Los historiadores chinos denominan a la época en que se desarrollaban los distintos imperialismos como “época de los tratados desiguales”. China, en efecto, no fue ocupada, como ocurrió con la India, pero si fue “violentada, saqueada, repartida”. China venía mostrando un carácter cerrado y autosuficiente. Los europeos la habían visitado desde la Edad Media, pero los chinos se resistían a relacionarse con los “bárbaros” del Oeste y del Sur. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, el aislamiento chino estaba llegando a su fin. La dinastía Manchú, reinante desde el siglo XVII, era incapaz de controlar el país.

Los occidentales se aprovecharon de la debilidad de los emperadores chinos y les forzaron a hacer concesiones comerciales y territoriales. Como el gobierno chino se oponía a abrir su territorio al comercio extranjero, los comerciantes ingleses recurrieron entonces al contrabando, vendían opio indio a cambio de plata y té chinos. La confiscación del opio en Cantón por las autoridades chinas fue el pretexto que esgrimió Inglaterra para atacar a China, dando lugar a la “primera guerra del opio” (1840-1842), que obligó a China a ceder Hong Kong, totalmente, a los ingleses y abrir varios puertos del sureste a las mercancías inglesas.

Nuevos tratados firmados por China, durante la segunda mitad del siglo XIX, le obligaron a seguir abriendo su mercado y aceptar el establecimiento en sus ciudades de colonias propias, ajenas a toda ley china, por parte de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, Japón y EE.UU. Ante tales abusos, se comprende que se desarrollaran levantamientos populares contra los extranjeros. En 1900 tuvo lugar la revuelta de los boxers (boxeadores), ultranacionalistas chinos, que llegaron a dar muerte a unos 300 extranjeros. Las potencias europeas, junto con Japón y EE.UU., respondieron con el envío de una fuerza internacional que acabó con la revuelta. 

El imperialismo japonés y de EE.UU. 

Como consecuencia de la revolución Meiji (1868), Japón inició un proceso de apertura y modernización social y económica; abolió el feudalismo y se reformó la legislación, introduciendo la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Se organizó un nuevo ejército y se logró desarrollar la industria. En menos de 50 años Japón salta de la Edad Media asiática a la civilización europea de los siglos XIX y XX.

El crecimiento económico y la modernización social convirtieron también a Japón en una potencia imperialista, dispuesta a competir con las potencias europeas por el dominio de Asia. Su interés, inicialmente, se centró en China y en las posesiones rusas en el norte de China.

En 1894-1895 estalla la guerra contra China, donde es derrotada China viéndose obligada a ceder Formosa al Japón y a reconocer a Corea como Estado independiente. El conflicto contra Rusia se veía venir al rivalizar ambas potencias por el mismo espacio (Corea y Manchuria). En 1904-1905 estallaba la guerra ruso-japonesa. La derrota rusa provocó un fuerte impacto en todo el mundo. Japón lograba la parte sur de la isla Sajalin, Port Arthur y el protectorado sobre Corea. Una nueva potencia imperialista había aprendido de Europa lo suficiente como para igualarse a las potencias occidentales en la zona asiática del Pacífico.

Por último, en cuanto a EE.UU., su actuación colonial se realizó en dos direcciones: hacia el Pacífico y hacia el Caribe. En 1898 el conflicto entre Cuba y España, transformado en guerra entre España y EE.UU., terminó con la rápida derrota española. Como resultado, Cuba obtuvo la independencia y Puerto Rico, Filipinas y la isla Guam (en el archipiélago de las Marianas) fueron cedidas a EE.UU.

En Panamá, EE.UU. se había propuesto construir un canal que comunicase los dos océanos. Ante la oposición de Colombia a hacer las concesiones necesarias, los norteamericanos impulsaron la independencia de Panamá (1903), que dio toda clase de facilidades a EE.UU. para construir el canal (abierto en 1914).

EE.UU. estaba empezando a mostrar su poderío económico, su injerencia en los asuntos internos de los países americanos y a penetrar en el área del Pacífico, situando en sus islas bases navales (Hawai se ocupa en 1898) destinadas a proteger sus intereses en Asia.