La Campaña del Lazo Blanco
tiene su historia. Historia que comienza en Canadá. En dicho país, a
fines de los 80, un hecho -como en España el caso de Ana Orantes-, había
conmocionado a todos: el 6 de diciembre de 1989 habían sido asesinadas
14 adolescentes por el solo hecho de cursar una carrera destinada a
hombres: el asesino, al grito de "feministas", se introdujo en la
facultad y las mató. A partir de esa fecha un grupo de varones pensaron
que tenían la responsabilidad de implicarse e implicar a otros hombres
en hacer algo para que cosas así no sucedieran más, y lo primero era
dejar de permanecer en silencio. En 1991 inauguraron la primera campaña
del lazo blanco, símbolo de la paz. La campaña se ha transformado
actualmente en una ONG que ofrece sus propuestas a quienes lo soliciten,
dirigidas especialmente contra la violencia contra las mujeres, pero
también contra la violencia masculina sobre otros varones y los niños y
niñas.
Esta campaña del Lazo Blanco es una campaña dirigida a varones, con varios objetivos:
Esta campaña del Lazo Blanco es una campaña dirigida a varones, con varios objetivos:
- implicarlos en la lucha contra la violencia contra las mujeres
- contribuir a romper el silencio masculino sobre el tema, y que los varones se pronuncien públicamente en el rechazo a la violencia
- invitarlos a cambiar los modelos machistas y los comportamientos personales machistas, que están en la base de la violencia de género.
Llevar
el lazo blanco no significa un acto de culpabilización hacia los
varones, ni un certificado de calidad que presentara al que lo lleva
como un gran tipo. Ni se lleva para salir en la foto. Llevarlo significa
aceptar el compromiso personal de no cometer permitir, ni silenciar la
violencia contra las mujeres. También llevarlo ES UNA INVITACIÓN de
hombre a hombre que significa:
Si eres hombre, comprométete.
Tú también dí ¡basta! a la violencia y al maltrato contra las mujeres.
El
compromiso de los varones que portan el lazo se ha ido realizando en
muchos países de muchas formas, tales como jornadas de sensibilización,
desarrollo de programas escolares de prevención, ayudas a programas para
mujeres maltratadas , y la firma de manifiestos por numerosos varones
que se comprometen a luchar desde su lugar y con el poder social que
tengan, a la erradicación del problema.
Los
varones no podemos ni debemos ignorar que la violencia y el maltrato
hacia las mujeres, es un problema social de gran amplitud que atenta
gravemente contra la salud, la vida y la dignidad femenina, y que es
incompatible con una cultura de la igualdad y el respeto.
Específicamente en el hogar, sus graves consecuencias son cada vez más
de dominio público ( en España muere una mujer cada cinco días asesinada
por su pareja, novio o expareja).
Esta
violencia contra las mujeres probablemente no existiría si todas las
personas integrantes de nuestra sociedad la rechazáramos claramente y
participáramos activamente en su erradicación . Pero en esto a los
varones nos falta mucho por andar: muchos aun creen que dicha violencia
es un problema poco frecuente o que no les concierne, y por ello aun no
se han comprometido en esta lucha.
Sin
embargo, la violencia se ejerce cerca nuestro, y muy frecuentemente
Muchos de nosotros tenemos una vecina, una amiga, una parienta, una
empleada, una alumna, una pareja que han sido víctimas de la violencia. Y
quienes la ejercen no son generalmente desconocidos, sino casi siempre
conocidos de ellas y de nosotros, y casi siempre varones: un vecino, un
amigo, un pariente, un profesor, un médico, un compañero de trabajo, y a
veces... uno mismo.
Aunque
resulte obvio decirlo, el problema de la violencia contra las mujeres
no es un problema femenino, es casi exclusivamente un problema masculino
que las mujeres padecen. En todos los países, tanto en Canadá origen de
esta campaña, aquí en España, como en el resto del mundo desarrollado y
subdesarrollado somos los varones quienes mayoritariamente ejercemos
dicha violencia. Y somos en general los varones quienes tendemos a
minimizar, silenciar o negar la importancia del problema. Y además
tendemos a creer que es un problema de mujeres que ellas solas deben
enfrentar y resolver.
Porque
la violencia es un problema de varones, esta campaña está dirigida a
varones, porque así como somos parte del problema debemos ser parte de
la solución, que sin un cambio nuestro será imposible de producir.
Es
cierto que muchos varones no han pegado ni violado a una mujer en su
vida, pero muchos de todos los sectores sociales, propinan otras formas
de golpes, no ya físicos sino psicológicos. Golpes a la autoestima, la
autonomía y la dignidad, tales como intimidaciones, insultos, desprecios
, descalificaciones, forzamiento sexual, control del dinero o la
libertad de la mujer, abuso de la disponibilidad de la mujer en el
hogar, ..., y muchísimas veces todo ello a mujeres conocidas a las que
dicen amar. Algunos regularmente, otros ocasionalmente y otros
excepcionalmente son ejecutores de todos estos maltratos.
Existen
también muchos varones a los que les parece natural que otros hagan
algo de esto, o que lo tomen a risa. Muchos que les parece natural
aprovecharse de las mujeres, ya sea en lo doméstico o lo sexual. Existen
otros que ignoran o les resulta indiferente el maltrato hacia las
mujeres, o que no usan su poder social para oponerse, Todos ellos se
convierten, aun sin quererlo, en cómplices tolerantes de la situación.
Quienes
promovemos la campaña del lazo lo hacemos porque sabemos que muchos
varones esperan una iniciativa que los aliente a comprometerse en
combatir la violencia . Y porque también sabemos que los varones pueden
dejar de ejercer maltrato y cambiar, ya que la violencia no es algo
inmodificable o irremediable, que pertenezca a la naturaleza masculina.
Asumir
este compromiso es estar convencido de que la paz y el respeto
igualitario con las mujeres debe prevalecer. Pero no en la teoría sino
en la práctica, redefiniendo lo que significa para cada uno ser hombre, y
cambiando nuestra relación con las mujeres.
La
violencia, el maltrato y el abuso que ejercemos los varones son
comportamientos asentados en la desigualdad cultural entre nosotros y
mujeres, y es producto del aprendizaje social que nos inculca dos
creencias –erróneas, machistas , patriarcales y desigualitarias- sobre
que es “ser hombre” La primera creencia es que ser hombre es ser
importante y tener autoridad sobre las mujeres que son menos importantes
. Y la otra que lo es quien hace valer la propia razón sin equivocarse
nunca.
Desde
esas creencias, fuertemente insertadas en la mente masculina, la
violencia y el maltrato en sus diversas formas se transforman en un
eventual recurso válido que los varones creemos tener el derecho a
emplear con las mujeres ( y con otros varones) para mantener el dominio y
el control, para reafirmar la autoridad, o para recuperarla si se la
siente desafiada o amenazada.
La
utilización de la violencia también es producto de las creencias
sociales de que es una vía válida para solucionar conflictos y acallar
al adversario, y que los varones pueden usarla a discreción. Por ello,
los varones no sólo son violentos contra las mujeres, sino contra otros
de su género, y también niños y niñas.
Para
erradicar la violencia estas creencias deben ser modificadas porque lo
cierto es que ser hombre no da ningún derecho especial a ejercer
control, ni poder, ni violencia hacia las mujeres. Y por ello, nada
puede ser motivo para el uso de esa violencia. Alcohol, drogas, celos,
estrés, descontrol, niñez traumática, no son excusas. Las supuestas
“provocaciones” o “desobediencias” de la mujer no son justificaciones.,
ni tampoco aquella –muy de moda actualmente- de que "las mujeres también
son agresivas". Cada hombre tiene la capacidad de ejercer maltrato o no
ejercerlo, de restringir su violencia o de practicarla. Por eso, cada
varón es el responsable de su propia violencia, así como es el
responsable de evitarla.
Si
partimos de una visión solidaria e igualitaria de la relación entre
mujeres y varones, ejercer el control y la violencia contra las mujeres,
es decir, ser un machista- no puede ser más una actitud que defina al
“hombre de verdad”, ni puede ser algo que se deba aplaudir o consentir
en otros varones.
Las
ideas machistas no pueden seguir gobernando nuestras vidas. Es
necesario que nos animemos y rompamos con ellas si creemos sinceramente
en el respeto y la igualdad. El compromiso en la lucha contra la
violencia doméstica puede ser un buen comienzo. Sería muy bueno, además,
que los varones pudieran tomarse esta tarea con la misma seriedad con
la que muchos de ellos toman la lucha contra otras violencias como la
xenofobia o el terrorismo.
¿Qué
podemos hacer para comprometernos en esta lucha? Qué podemos hacer para
que llevar el lazo tenga un sentido? Todos los caminos están abiertos, y
cada uno en su lugar puede desarrollarlos. Hace años, los creadores de
la campaña Lazo Blanco propusieron una serie de sugerencias que pueden
ser un buen inicio para este compromiso, y que son aún vigentes:
- Escuchemos a las mujeres, entendamos por qué sufren y cuánto tenemos nosotros que ver en ello.
- Entendamos por qué los hombres tendemos a ser violentos, abusadores o dominantes con las mujeres, y qué es lo que caracteriza a quienes no lo son.
- Estemos atentos a todas las formas de violencia y aprendamos a identificarla y oponernos a ella en la familia, el trabajo, el centro educativo y la calle.
- Examinemos cuántos de nuestros propios comportamientos son dominantes, abusadores violentos, o antiigualitarios, y propongámonos cambiarlos.
- Apoyemos a los programas para mujeres maltratadas
- Desafiemos el uso del lenguaje sexista y los chistes que degradan a las mujeres.
- Reunámonos con otros hombres para reflexionar sobre nuestros comportamientos machistas, y para ver qué podemos hacer en nuestra ciudad, escuela, trabajo, sindicato, asociación o familia para erradicar la violencia contra las mujeres
- Esperamos que esta campaña del Lazo Blanco promueva la reflexión sobre todo esto, y ponga en marcha a muchos hombres en su compromiso contra la violencia